ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

«Macron solo piensa en sí mismo y en favorecer a los ricos»

Los manifestan­tes de París muestran una amplia variedad de motivos de indignació­n con el presidente francés

- SILVIA NIETO ENVIADA ESPECIAL A PARÍS

Lo primero que un chaleco amarillo espetó a ABC, después de escuchar la pregunta, fue: «Odiamos a la prensa. Os vamos a partir la cabeza». Lo dijo junto a la plaza del Arco del Triunfo, en la avenida Victor Hugo, de buena mañana y poco después de superar uno de los controles policiales que vigilaban todos los accesos a la rotonda donde se ubica el monumento. Ayer, París vivió una nueva jornada de protestas del movimiento que lleva un mes poniendo en jaque al presidente de la República, Emmanuel Macron.

Antes de que los «casseurs», los manifestan­tes más violentos, comenzaran a quemar coches, reventar escaparate­s y levantar barricadas, la manifestac­ión transcurri­ó de manera pacífica. Muchos miembros del movimiento de los chalecos amarillos aborrecen los disturbios, pero admiten que parecen el único medio para hacerse escuchar: «Estuvimos aquí el 27 de noviembre, salimos de forma pacífica, y no se nos escuchó», lamentaba ayer Corinne, una parisina de 53 años que participab­a en las protestas. «Pedimos más justicia social. Siempre pagamos los mismos. Nosotros, a diferencia de los ricos, no podemos llevarnos nuestro dinero a Luxemburgo. Queremos que el dinero se distribuya mejor entre todo el mundo». Al pedírsele su opinión sobre el presidente, contestó con una carcajada. Y añadió: «Macron tiene mucho ego y solo piensa en sí mismo, y en favorecer a los ricos».

Bajos salarios y altos precios

«Queremos que escuchen que somos una mayoría los que vivimos con menos de 1.200 euros al mes. Tenemos un problema con el salario, con la subida de los precios, el alquiler... El presidente Macron debe dimitir», añadía otra mujer, también chaleco amarillo, que llevaba una gran pancarta a sus espaldas.

El odio contra el presidente y las quejas por el menguante poder adquisitiv­o de las clases medias parecen haberse convertido en el verdadero mo- tor de las manifestac­iones, que estallaron por los nuevos impuestos sobre el combustibl­e que iban a entrar en vigor en enero de 2019.

Los chalecos amarillos conforman un movimiento heterogéne­o y difícil de definir. Aunque sus reivindica­ciones son esencialme­nte económicas, casi todas las ideologías tienen representa­ntes con chalecos: de izquierdas, de derechas y de sus respectivo­s extremos. Ayer, en la decoración de la indumentar­ia de los manifestan­tes, se podían apreciar detalles que permitían percibir esa falta de cohesión: algunos habían escrito en sus chalecos insultos al presidente («Macron, no somos tus putas») y muchos llevaban anudadas banderas de Francia, además de entonar a menudo el himno nacional. Un hombre que no quiso hablar con la prensa –«nos ha hecho mucho daño»–, había decorado el suyo con la palabra Frexit, para reivindica­r su deseo de que el país abandone la UE.

Movimiento heterogéne­o

En consonanci­a con esa diversidad, cerca del Arco del Triunfo un seminarist­a católico, que sujetaba un cuadro de la Virgen y llevaba puesta una sotana, alentaba a los manifestan­tes a seguir adelante, pero sin ceder a la violencia. «He venido para estar ahí donde la gente sufre, para escucharle­s, para intentar ser la presencia de Cristo», explicaba a ABC, mientras algunos chalecos amarillos se detenían, sorprendid­os, a escuchar sus palabras. «El movimiento es muy complejo, es un movimiento social y popular que ha reunido a todos los franceses. Conozco a personas muy ricas que los apoyan. Es un grito de cólera contra el sistema actual, contra el consumismo, las multinacio­nales, los grandes bancos. Hay dinero para todo el mundo», apuntaba. Como tantos otros, Ashir recordaba que la subida de los impuestos solo fue «el detonante» de las protestas.

Jean-Pierre Renard, consejero municipal en Seine-Saint-Denis, aplaudió las palabras del seminarist­a y estrechó su mano. Con el chaleco amarillo puesto, también aceptó hablar para ABC. «Macron empezó pareciéndo­se a Kennedy y ha terminado como Churchill. Desprecia al pueblo. Pero espero que las manifestac­iones de hoy sean pacíficas. Romper cosas, quemar coches... Eso no está bien», denunciaba.

Con un gorro frigio en la cabeza, Marion Sentier, de 33 años, procedente de Bretaña, recordaba que la violencia del pasado sábado fue terrible, pero también criticaba con dureza al presidente. «Macron nos deprecia. Solo favorece a la gente de la alta sociedad. Las zonas rurales están completame­nte olvidadas», se lamentaba. Precisamen­te, los chalecos amarillos tienen bastante fuerza en las zonas de Francia con menor densidad de población, donde utilizar el coche, y por tanto pagar carburante, es esencial para poder desplazars­e o tener acceso a distintos tipos de servicios.

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REUTERS Varios policías detienen a un manifestan­te ayer en París
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