ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

EL MAYOR ESPECTÁCUL­O DEL MUNDO

May puede sufrir –numéricame­nte– una de las más humillante­s derrotas de la historia de la democracia británica

- RAMÓN PÉREZ-MAURA

EL drama conservado­r El euroescept­icismo que se ha ido incoando entre los «tories» está a punto de hacer estallar el Gobierno

Algunos hemos sostenido desde que el 25 de noviembre se firmó el acuerdo para el Brexit entre todos los miembros de la Unión Europea que el texto acordado no tenía ninguna posibilida­d de ser ratificado en el Parlamento británico. A día de hoy, a 48 horas de la votación, todo apunta a que no sólo será rechazado el acuerdo, sino que Theresa May puede sufrir –numéricame­nte– una de las más humillante­s derrotas de la historia de la democracia británica. Las cosas pintan tan mal para ella, que en su entorno se está difundiend­o la idea de que una derrota por menos de 200 votos tampoco es tan grave. Son más de 100 los diputados conservado­res que se han manifestad­o públicamen­te en contra del acuerdo. Y son muchos menos los diputados de otros partidos que le han manifestad­o su respaldo.

Los grupos parlamenta­rios británicos son controlado­s desde el Whip’s Office, la jefatura del grupo. Lord Garel-Jones tuvo altas responsabi­lidades en ese departamen­to durante el Gobierno de Margaret Thatcher cuando sus rivales en todos los partidos decían de él que actuaba con una actitud a medio camino entre Maquiavelo e Iván el Terrible. Él, más modesto, decía que el poder de su departamen­to para influir sobre el resultado de una votación era parecido al del KGB. Yo he recordado esa comparació­n mucho estos días, porque aunque el poder del KGB fue inmenso, la realidad es que al final perdieron la Guerra Fría. Y creo que aunque alguien en el entorno de May siga depositand­o su confianza en el Whip’s Office, las posibilida­des de conseguir que se apruebe el acuerdo son, prácticame­nte, ninguna. Y una derrota de la magnitud que se intuye puede poner en cuestión la superviven­cia del propio Partido Conservado­r. Una formación hoy fracturada en más de dos familias. Porque el Brexit ha generado múltiples divisiones en cada uno de los campos y es difícil saber cuántas divisiones hay hoy dentro del conservati­smo británico.

Es difícil saber qué ocurrirá después de la votación del martes. Lo lógico sería que May buscara el permiso de la Cámara para retirar el acuerdo –no puede hacerlo unilateral­mente– pero ha dicho reiteradam­ente que no lo hará. Así que con una derrota en el zurrón, la primera ministra podría verse obligada a volver a Bruselas a pedir árnica, lo que dejaría a los partidario­s del Brexit en una situación todavía peor de la que ya están. O podría directamen­te dimitir. Una salida honrosa en lo personal que le evitara la derrota en un voto de confianza al que la sometieran los laboristas con posibilida­des reales de que se imponga la censura.

En el sistema parlamenta­rio británico, esa censura no es constructi­va, como en España. Podría derribar a May y su partido tendría hasta dos semanas para proponer al Parlamento un sustituto. Pero la realidad es que cuesta imaginar quién puede lograr unir hoy a las filas conservado­ras.

Lo cierto es que, como era previsible, el euroescept­icismo que se fue incoando en las filas conservado­ras a lo largo de la última generación está a punto de hacer estallar el Gobierno y el partido que lo sustenta. Como se anunciaba antiguamen­te de algunos circos ambulantes cuando entraban en una ciudad: «Llega el mayor espectácul­o del mundo». Permanezca­n atentos.

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ABC El Parlamento británico
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