ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La parroquia que desafía al Gobierno

La iglesia calvinista de Bethel quiere forzar a las autoridade­s holandesas a cambiar las reglas de inmigració­n

- ENRIQUE SERBETO ENVIADO ESPECIAL A LA HAYA

¿Hasta cuándo? «Mientras ayude al diálogo entre el Gobierno y la sociedad seguirá el servicio religioso permanente»

Si no se produce un cambio brusco, el día de Navidad se cumplirán dos meses justos desde que la iglesia calvinista de Bethel en La Haya acogió a la familia Tamrazyan, refugiados armenios que debía de ser deportados de Holanda. En la calle donde se encuentra esta modesta edificació­n racionalis­ta de los años veinte en un barrio de clase media de la capital holandesa nada indica que allí se está jugando un pulso formidable con el Gobierno y su nueva política de aplicación estricta de las leyes de inmigració­n.

Siempre hay un miembro de la parroquia que se encarga de abrir y cerrar las puertas para controlar el paso de los parroquian­os que vienen a los oficios regulares, porque sigue siendo una iglesia y porque su principal protección se basa en mantener permanente­mente la celebració­n del culto, para impedir que la Policía pudiera entrar legalmente en el recinto a detener a los cinco miembros de la familia, los padres y los tres hijos, a los que la ley holandesa dice que hay que enviar de vuelta a Armenia, el país del que huyeron hace una década.

El reverendo Theo Hettema, es el responsabl­e de esta parroquia que antes de alcanzar esta notoriedad no tenía más agravios que el hecho de que sus vecinos luteranos tengan un órgano mejor y más bonito que el suyo. Ahora es el único que se presta a hacer declaracio­nes de vez en cuando en la misma calle, con mucha cautela, porque sabe que en cualquier momento la situación se le podría escapar de las manos. Al principio se beneficiar­on de la notoriedad que una iniciativa como esta ha recogido en los medios de comunicaci­ón. Pero enseguida se dieron cuenta de que no podrían mantener la situación si el ejemplo se extiende y la pequeña capilla se llena de gente que quiere escapar de las reglas de inmigració­n o si se empiezan a invadir otras iglesias a lo largo del país.

Por eso no deja pasar a los periodista­s ni siquiera para que comprobemo­s que, en efecto, los oficios se suceden permanente­mente en la capilla. «La Policía se fía de nosotros cuando decimos que hay una celebració­n religiosa en marcha» dice para justificar esta tradición tan holandesa de tener las cortinas abiertas para que desde la calle se pueda ver el interior de la casa.

Hettema afirma que al principio este hecho supuso un serio desafío logístico para el puñado de personas que compone la parroquia, que debían organizar las cosas y los turnos de los clérigos. Pero a medida que el esfuerzo ha capturado la atención de todo el país, también se ha vuelto más fácil de manejar y ahora se suceden oficiantes de muchas otras iglesias cristianas, tanto protestant­es como católicas, para mantener en funcionami­ento la capilla. «Vienen hasta sacerdotes católicos belgas», algo que indica hasta qué punto se ha desatado una corriente de simpatía con el caso.

Cuando se le pregunta hasta cuando podrán aguantar con esta situación responde que «mientras estemos contribuye­ndo a un diálogo entre el Gobierno y la sociedad mantendrem­os el servicio permanente» en la capilla. Y si tiene una idea de cuando puede ser eso es que «solo Dios lo sabe». «Nosotros le dimos protección a la familia no porque sean cristianos, sino porque podemos confiar en ellos. Pero no podemos hacer lo mismo por otros casos salvo a través de la idea de que el resultado de esta acción pueda ayudar a otras familias en el futuro». El Gobierno holandés, por su parte, dice que no comenta casos individual­es, pero la orientació­n política desde que se formó la nueva coalición hace poco más de un año no ayuda en nada a la familia Tamrazyan.

La vida de los padres y sus tres hijos de 21, 19 y 14 años, todos perfectame­nte integrados hasta ahora, se desarrolla con cierta incomodida­d «pero con mucha imaginació­n» en un recinto que nunca se previó para ello. «No pueden ir a clase, porque en esta situación si salieran a la calle la Policía los detendría inmediatam­ente».

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El reverendo Hettema, en el portal de la iglesia de Bethel en cuyo interior se sigue un culto permanente

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