ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
¡Guau!
Apenas llevaba unos meses con él y cuando se fue no se apartó un momento del ataúd cubierto con la bandera de Estados Unidos. Las exequias por George H. W. Bush, fallecido la semana pasada a los 94 años, tuvieron en «Sully» un nuevo ejemplo de la extraordinaria fidelidad de los perros y el cariño y asistencia sentimental y sensorial que deparan a sus dueños. Hablamos de un animal extraordinario, entrenado para ser bastante más que un acompañante que mitigue una soledad sobrevenida, como la que llegó a última hora de su larga y fructífera vida al expresidente de los Estados Unidos el pasado mes de abril cuando expiró su esposa Bárbara.
«Sully» fue adiestrado por la America’s Vet Dogs, una organización sin fines de lucro que trabaja en este campo desde 2003, y que bautizó al animal con este nombre en homenaje a Chesley «Sully» Sullenberger III, el piloto que logró aterrizar un avión de pasajeros en el río Hudson en 2009. Y quedó el perro al servicio de ese otro viejo aviador, héroe de guerra, desolado por la tristeza y por los achaques de una salud que se iba apagando.
Desde que le fuera asignado, este labrador apacible, servicial y adiestrado para ayudar a personas con discapacidad física, mental o sensorial, no se separó un metro del patriarca de los Bush. Hace un par de semanas fue con él a votar en las elecciones de mitad de mandato junto a Jim Baker, el fiel escudero humano que fuera secretario de Estado del expresidente. «Sully» acompaña, avisa, recuerda los tiempos de la medicación, alerta de que suena el teléfono, intuye cansancios del amo y hasta guía su comportamiento.
Ahora, cuando supere esa cara de pena que se le ha quedado, pasará a servir a otro veterano militar hasta que Dios quiera, en una nueva lección de fidelidad como la que dio bajo la cúpula del Capitolio y que llevó a los humanos a decir «¡guau!».