ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Menos triquiñuelas fiscales
La Fiscalía va a presentar una querella contra la cantante Shakira por seis presuntos delitos contra la Hacienda Pública que supondrían un fraude superior a 14,5 millones de euros. Se une así a una larga lista de famosos, especialmente artistas y deportistas, a los que no les salen las cuentas con Hacienda. Vayan por delante la presunción de inocencia y el hecho de que existe espacio para la discusión técnica sobre muchos aspectos en esta materia. A buen seguro Shakira dispondrá de una sólida defensa jurídica que se ocupará de argumentar sus razones. De momento, el fiscal estima que entre 2011 y 2014 simuló su residencia en paraísos fiscales para no presentar sus declaraciones de IRPF y Patrimonio en España, donde realmente residía, y por tanto estaba obligada a tributar.
En cualquier caso, los paraísos fiscales se usan habitualmente para distraer el pago de impuestos. Más allá de la inocencia o culpabilidad de Shakira, que habrán de determinar los tribunales con todas las garantías, este y otros casos de abultadas proporciones, plantean una reflexión sobre los impuestos. A estas alturas no existe justificación para que existan rincones opacos para escamotear las obligaciones fiscales. Se puede criticar la política fiscal de cualquier Estado, empezando por el nuestro. Pero con todos sus defectos, los impuestos recaudados sirven para llevar a cabo políticas de redistribución de la riqueza que siguen siendo absolutamente necesarias.
No es cierto que el egoísmo individual o empresarial construya el bien común a través de una mano invisible. Se necesita una redistribución inteligente que ponga en su objetivo a los más débiles y mejore la cohesión social. Quienes merced a su éxito profesional gozan de altísimos ingresos deben ser más conscientes que nadie de esta realidad, y evitar el recurso mezquino a triquiñuelas de ingeniería fiscal que en ocasiones desembocan en lo delictivo, y que en todo caso provocan una comprensible irritación.