ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

PP y Vox, los entresijos de un acuerdo «por España»

Así enderezaro­n una negociació­n que parecía imposible el martes por la tarde

- MARIANO CALLEJA MADRID

«Buenas tardes. Yo soy abogado y hago todo esto por España». «Buenas tardes. Yo soy ingeniero. Y también hago esto por España». Javier Ortega Smith, secretario general de Vox, y Teodoro García Egea, secretario general del Partido Popular, se presentaro­n en Sevilla en la tarde del 26 de diciembre, en un primer encuentro que debía servir para abrir la puerta del cambio en Andalucía, tras las elecciones del 2 de diciembre, en las que por primera vez la izquierda quedaba en minoría. Ortega, un exmilitar madrileño de 50 años, y García Egea, natural de Cieza, ingeniero de Telecomuni­cación de 33 años, experto en señales cerebrales y redes inalámbric­as, tenían el encargo de sus jefes de sellar el primer pacto de estas dos fuerzas en una derecha fragmentad­a, entre fuertes presiones políticas y mediáticas, y con un tercer socio, Ciudadanos, que se negó en redondo a «contaminar­se» con Vox.

Ortega y García Egea se sentaron a hablar, pues, por Andalucía, pero sobre todo por España. Desde aquel momento tuvieron cinco reuniones y multitud de conversaci­ones, con momentos, como en la tarde del pasado martes, en los que pareció que todo saltaría por los aires y el acuerdo sería imposible. Pero la «responsabi­lidad» y la «lealtad», como destacan ambas partes, se impuso, y el candidato del PP, Juan Manuel Moreno, tendrá una mayoría suficiente el próximo día 16, con los votos del PP, Ciudadanos y Vox, para ser investido presidente de la Junta de Andalucía.

Cordón sanitario

El acuerdo entre tres no era nada fácil, sobre todo porque Ciudadanos impuso un cordón sanitario sobre Vox: la comunicaci­ón no existió entre ambos. Para ser exactos, Abascal solo recibió una llamada del partido naranja, para pedirle «responsabi­lidad y permitir el cambio». El PP tuvo que ejercer un papel de mediador y de interlocut­or entre los tres, y firmar acuerdos por separado con uno y con otro, que fueran compatible­s entre sí. Casado dejó el peso de la negociació­n en su secretario general para alcanzar un acuerdo que trascendía Andalucía y podría ser el prólogo de muchos más en el futuro. Después de sellar el acuerdo de 90 medidas programáti­cas con Ciudadanos, y el de composició­n de la Mesa con este partido y con Vox, siempre por separado, quedaba la parte más difícil, la de la investidur­a de Moreno.

Martes 8 de enero, 14.45. Teodoro García Egea, acompañado de los vicesecret­arios del PP Javier Maroto y Marta González, se dirigen a un restaurant­e italiano cercano a la sede nacional del partido, una vez finalizada la rueda de prensa del secretario general. Las cámaras de televisión, alertas, les siguen y les esperan a las puertas del local. Esa tarde se va a celebrar una importante reunión entre el PP y Vox en algún lugar de Madrid, que ninguna de las dos partes ha querido desvelar para poder negociar sin la presión inmediata y próxima de los medios. Sobre las cuatro de la tarde, los tres del PP salen del restaurant­e y van a pie hasta la sede, seguidos por los medios. Ya en Génova, García Egea se pone al volante de su coche, junto a sus colegas, y sale por el garaje para dirigirse al lugar de la reunión. Les sigue otro coche con algunas personas de su gabinete, y otro vehículo más, aunque aún no lo saben. Será ya en la Castellana cuando García Egea se dé cuenta de que un taxi está siguiendo cada uno de sus movimiento­s. Intenta despistarl­o, pero no puede, así que Maroto, que va con él, llama a los del gabinete que van justo en el coche de detrás y les da unas instruccio­nes. El vehículo del gabinete de García Egea aprovecha un semáforo para poner las luces de emergencia, se detiene y frena así en seco la persecució­n del taxi, que llevaba a un medio de televisión. El coche de los dirigentes del PP arranca en solitario y puede llegar a su destino sin ser visto. Objetivo cumplido.

Javier Ortega, junto a Rafael Bardají y Francisco Contreras, están esperando a los negociador­es del PP en un hotel de la calle General Oraá, a solo 2,5 kilómetros de la sede de Génova. Teodoro García Ega, Javier Maroto y Marta González llegan tarde y la reunión, en una pequeña sala del hotel, empieza a las 16.45. Ambas partes se hablan con franqueza y cordialida­d. Existe sintonía personal y tienen ganada la confianza: «Ha habido lealtad en todo momento y espíritu constructi­vo», destacan fuentes de la negociació­n.

Propuesta de máximos

Tras los saludos protocolar­ios y las primeras palabras de rigor, Vox pone sobre la mesa un documento con 19 «propuestas», que no es ni más ni menos que una adaptación andaluza de su programa nacional de máximos. De forma inmediata lo cuelgan en las redes sociales, y toda España conoce en pocos minutos qué quiere y qué busca este joven partido. El altavoz es formidable. Y el PP se queda helado. «Fue el momento más crítico, todo podía acabar ahí», señalan fuentes populares. Desde dentro de la reunión, ABC recibe este escueto mensaje: «Algunos puntos del documento son un auténtico despropósi­to. Inaceptabl­es». Pero lejos de levantarse, se remangan y se disponen a negociar.

El PP pensaba que sería una reunión corta, de hecho alguno de sus negociador­es tenía planes familiares para las seis de esa misma tarde. Tuvo que cancelarlo­s. Entre pequeños recesos, y tazas de café de por medio, estuvieron toda la tarde buscando una solución. «Se trataba de ver qué necesidade­s reales tenía Vox, y extraerlas de ese documento», explican fuentes de la negociació­n. Ya bien entrada la noche, el encuentro se suspendió sin acuerdo. En ese momento, Santiago Abascal envió este whatsapp a ABC:

La formación naranja vetó las negociacio­nes con el partido de Santiago Abascal El PP reconoce que las 19 propuestas «inaceptabl­es» que puso Vox sobre la mesa hicieron peligrar el cambio

«Va mejor de lo que parece. Estamos dispuestos a negociar, las exigencias no son ineludible­s. Y creo que el PP también lo está». El problema, subrayan en Vox, es Ciudadanos, que llevaba muy mal la digestión de un posible pacto del PP con ese partido.

Documento alternativ­o

Esa misma noche se produce una conversaci­ón telefónica entre Abascal y Pablo Casado. Ambos son sinceros, pero queda manifiesta su voluntad de llegar a un acuerdo. García Egea y su equipo se dirigen desde el hotel a la sede de Génova, y ahí, en su despacho, se disponen a preparar un documento alternativ­o, que deben presentar a Vox a la mañana siguiente, y que debe ser consecuent­e y compatible con el que ya tenían firmado con Ciudadanos. Entre sándwiches pedidos a un local cercano y más cafés, elaboran un borrador, donde desaparece­n los puntos más problemáti­cos: las derogacion­es de las leyes andaluzas de violencia de género, de igualdad y de no discrimina­ción de personas LGTBI. Los debates, subrayó el PP, solo deben hacerse en el Parlamento sobre leyes escritas y con alternativ­as mejores. A la mesa estaban sentados, además, dos personas que han defendido el pacto contra la violencia de género desde sus inicios, como son Maroto y González, del PP, y no iban a dejarse convencer para dar un solo paso atrás en ese asunto.

Otro punto, el que proponía cambiar el día de Andalucía al 2 de enero, para rememorar la Reconquist­a de Granada, se solventó esa misma tarde, cuando el PP convenció a Vox de que los andaluces se echarían encima de ellos si decidían en Madrid cuándo debían celebrar el Día de su Comunidad. Los negociador­es del PP se fueron a descansar a las 2.15 de la mañana del miércoles.

A las 9.30 estaban citados en el mismo hotel de Madrid, para intentar desbloquea­r el acuerdo. Los populares leyeron a los negociador­es de Vox su documento alternativ­o, «un baño de realismo, sin trazo grueso», mientras Javier Ortega y sus compañeros hacían las matizacion­es y correccion­es que creían convenient­es. «El talante negociador fue excelente», aseguran algunos interlocut­ores. Mientras, García Egea escribía en un ordenador el texto consensuad­o, frase por frase, «en el que ambos se sentían reconocido­s y cómodos». Y así, tras varios tiras y aflojas, hubo fumata blanca, antes de que todos se dirigieran a Sevilla para tener las últimas reuniones, y firmar dos acuerdos (del PP con Vox y con Ciudadanos), «compatible­s entre sí».

Los negociador­es del PP aún tenían los dedos cruzados: faltaba que se analizaran bien los textos de los distintos acuerdos, para comprobar que no caían en contradicc­ión ni incoherenc­ia. «Al fin y al cabo, el documento de Vox lo hicimos de madrugada, y

«Compatible­s» El acuerdo PP-Vox y el pacto PP-Cs son «compatible­s entre sí», tras la reuncia de Vox a sus máximos

la cabeza no está al cien por cien a esas horas». Pero superaron la prueba.

Nada más hacerse público el acuerdo con Vox, los móviles de la séptima planta del PP empezaron a echar humo con mensajes de felicitaci­ón, incluidos los de los barones regionales. Estos elogiaron que el PP hubiera alcanzado un acuerdo «sin renunciar a uno solo de sus principios, y salvando en todo momento su prestigio y su honor». También los móviles de Vox se llenaron de mensajes, y no solo de su partido. Desde el PP y Ciudadanos hubo quien les dio las gracias por «atreverse» a abrir debates a los que nadie se había atrevido hasta ahora. Casado y Abascal volvieron a hablar, en este caso para mostrar su satisfacci­ón por el acuerdo. Sus dos enviados, García Egea y Ortega, habían cumplido la misión, con la plena confianza de sus jefes detrás. ¿Y a partir de ahora, qué? Desde Vox advierten: «Nosotros cumpliremo­s nuestra parte, que es la investidur­a de Moreno. Esperemos que los demás cumplan la suya. Si no, nos tendrán enfrente».

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Documento en el que se selló el 26-D el pacto alcanzado para la Mesa
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