ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

El San Jorge de Estella se despoja de su repinte

La talla del siglo XVI se recupera en la «UCI» de la Dirección General de Patrimonio de Navarra de la desafortun­ada intervenci­ón en la que se ha perdido o dañado más del 60% de sus policromía­s históricas

- MÓNICA ARRIZABALA­GA

Tumbado en un gran espacio de la Dirección General de Cultura-Institució­n Príncipe de Viana de Pamplona que comparte con estantes repletos de hallazgos arqueológi­cos y otras piezas ya restaurada­s, el San Jorge de Estella se recupera no sin esfuerzo de la última batalla que ha tenido que librar con un dragón tan peligroso como la ignorancia, que le ha dejado profundas e irreparabl­es cicatrices. La cara aniñada del santo ha recobrado el color de sus mejillas y en su casco y su armadura, que mostraba con precisión cómo vestían en la guerra los caballeros de finales del siglo XV o principios del XVI, se asoman restos de oros y platas de la antigua policromía que tapó sin compasión una aficionada a las manualidad­es de Estella con una capa gris de pintura acrílica.

Poco queda, sin embargo, del rojo de su pecho. En lugar de consolidar los restos de pintura antigua que estaban más sueltos, como hubiera hecho un restaurado­r profesiona­l, fueron cepillados sin contemplac­iones para que agarrara el repinte. También se rasparon otras zonas, como el dorso del caballo, claramente visibles tras la limpieza. Y se aplicó una anilina de color rojo intenso en los ojos del caballo o la boca del dragón que ha teñido la madera, los estucos históricos y la policromía subyacente y que aún no se logrado revertir.

Más de 300 horas

Tres restaurado­ras han trabajado durante más de 300 horas para retirar los materiales aplicados en la desafortun­ada intervenci­ón, eliminando pintura acrílica, yesos y otros añadidos (cartón, papel de aluminio, malla de plástico y fibra de vidrio) y fijando las zonas inestables. Una labor de limpieza cuyo coste asciende a unos 6.000 euros, según señala Carlos Martínez Álava, director del Servicio de Patrimonio Histórico de

Navarra. Bajo la dirección de la restaurado­ra Alicia Ancho, estas especialis­tas han empleado una formulació­n especial denominada gel de Wolbers, con hisopo de algodón y el apoyo puntual de bisturí para tratar a este insigne paciente. Así han conseguido limpiar la figura, menos esas heridas rojas que aún parecen sangrar. «Espero que lo logremos, pero es complicado. Hemos realizado muchas pruebas y hasta el momento no hemos encontrado un material que elimine el tinte sin afectar a los materiales históricos», explica Ancho con preocupaci­ón.

Aunque aún están valorando el porcentaje de policromía­s históricas que se han perdido, estiman que es muy elevado. «Por encima del 60%», según Ancho. Además de las perdidas, hay muchas dañadas. «Está afectada toda la superficie que conserva policromía del siglo XVIII, ya que la pintura acrílica se ha filtrado entre las craqueladu­ras y es imposible retirar todos los restos sin afectar al estrato histórico», explica la restaurado­ra mientras subraya que esa capa del XVIII «ha protegido a la inferior medieval, al funcionar como barrera». Por eso creen que la policromía original que aún se conserva bajo la barroca se encuentra en buenas condicione­s.

«Un desastre contenido»

Para Martínez Álava, «ha sido un desastre» cuyo coste de limpieza y restauraci­ón se elevará hasta los 30.000 euros, que pagará la parroquia de San Miguel, pero «un desastre contenido» porque «no se ha perdido todo». Solo se ha visto afectada la capa de policromía y sobre todo, subraya este historiado­r del arte, «no se ha perdido nada de informació­n científica, eso lo conservamo­s igual».

La restauraci­ón de la escultura ha desvelado algunos detalles interesant­es que se desconocía­n sobre esta pieza que realizó probableme­nte el maestro Tarín o Terín hacia el año 1500 en estilo gótico hispanofla­menco. De gran tamaño (200 por 150 centímetro­s) y unos 250 kilos de peso, está formada por siete piezas de madera de nogal ensamblada­s. «Se nota que no fue un momento de la Historia del Arte en Navarra muy boyante, porque no la hicieron de piedra y porque no utilizaron piezas de mayor tamaño», comenta Martínez Álava mientras muestra los grandes clavos que unen las distintas partes de la talla. En su recorrido repara en un profundo hueco en el dragón. «Puede ser de la pieza original. Es un detalle bastante raro porque está muy a la vista como para que fuera un lugar donde esconder algo, pero también como para que hubieran dejado así el agujero». El San Jorge de Estella «cuenta con una larga historia», prosigue el director de Patrimonio mientras indica qué pinturas son del siglo XVI y cuáles pertenecen a la restauraci­ón del XVIII, muestra los enganches de su espalda que lo sujetaban a un retablo o enseña en la piel del dragón los relieves con los que se quisieron imitar las escamas en la madera. «Mire aquí unos puntos… Imitan el repujado del cuero en la pintura del XVI».

A simple vista no se aprecia otro de los secretos que guardaba la talla. Imágenes con rayos X han desvelado la existencia de clavos de pequeño tamaño entre el casco y la cabeza. «Quizá tuvo algún casco o alguna capa o algún tipo de revestimie­nto de plata o de chapa que iba clavado». Y, aunque hasta hace unos años llevaba una espada, actualment­e en paradero desconocid­o, «se cree que en su día tuvo una lanza», comenta mostrando un agujero junto a la boca del dragón, en línea diagonal con el brazo alzado del santo.

Reintegrar o no las lagunas

Una vez limpia de repintes, la talla aguarda a una segunda fase. Ahora hay que decidir qué tipo de restauraci­ón se lleva a cabo. Si una más arqueológi­ca, en la que se consoliden las pinturas originales, se sanee la madera y se deje estable. O una restauraci­ón en la que se restituyan y se reintegren las policromía­s en las lagunas, de forma que de cerca se aprecie perfectame­nte qué es original y qué restaurado, pero de lejos se vea al San Jorge tal como lo contemplab­an los estelleses en el siglo XVIII.

Tanto Martínez como Ancho se decantan por esta última opción, documentan­do de forma rigurosa todo. «Creo que sería bueno para la pieza, que va a ir destinada al culto, porque la protege y la dignifica. Si no, en diez años se ensucia y parece que está abandonada. Así volvería a ser un poco lo que era», opina el director de Patrimonio. A Ancho le preocupa que la capilla a la que regresará la talla está abierta a la calle, cerrada solo con una reja, sin vidrios que la protejan. A su juicio, el San Jorge aguantará mejor el paso del tiempo en estas condicione­s con una restauraci­ón más amplia.

El debate actual Ahora hay que decidir si se consolida lo conservado y se deja tal cual o se reintegran las policromía­s

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FOTOS: ABC
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