ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Manuel Salinas (1941-2021)
La de Salinas es una pintura energética; rojos, amarillos, azules, potente, lírica...
l Ecovid-19 ha podido, a los ochenta años, con el gran pintor abstracto sevillano Manuel Salinas, una figura de referencia en la escena de los ochenta, una personalidad extraordinaria, y alguien que supo combinar con una elegancia y un humor y una nonchalance sin iguales, las raíces paternas sevillanas y las maternas catalanas, y que además de un creador de fuste fue un verdadero embajador de Sevilla en el mundo.
Primogénito del matrimonio formado por Manuel Salinas Benjumea y la catalana, y hoy centenaria, María Asunción Milá, Salinas, que creció en un palacio con terraza con vista inmejorable a la Giralda, con mosaicos romanos en el patio, y dos Zurbaranes, se reveló muy pronto como pintor de jardines melancólicos. En su ciudad natal expuso primero en el Club La Rábida, y luego en La Pasarela, de feliz memoria. Entre sus primeras salidas al exterior, una a Lisboa, donde a su inauguración en Dinastía asistió el entonces Príncipe de Asturias. La amistad del futuro Monarca con el aprendiz de pintor fue fruto de la presencia del matrimonio Salinas en el consejo privado de Don Juan.
En los primeros setenta, Salinas se lanzó a una abstracción rigurosa, austera, y a la vez sensible. Anfitrión de Ràfols Casamada o de Hernández Pijuán, e interesado por la pinturapintura aunque no por sus teorías, su mejor amigo en ese terreno fue el entonces muy guerreriano Campano. Todos los nombrados, y Eva Lootz, y Julian Schnabel, frecuentaron su casa en Jesús del Gran Poder, donde un día supe por él que los balcones de la casa de enfrente escondían los papeles de Marius de Zayas.
Gracias a Salinas surgió, en 1974, un proyecto efímero, hoy legendario, el Centro de Arte M-11, instalado en la casa natal de Velázquez y financiado por los Guardiola. Dirigido por Quisco de la Peña, auxiliado por Quico Rivas, a su vez auxiliado por Diego Carrasco, este último y el firmante de estas líneas, representante de aquello en Madrid, somos hoy los únicos supervivientes de una aventura de la que quedan catálogos memorables de Saura, Millares, Equipo Crónica, Gordillo y Quejido.
La de Salinas es una pintura energética. Rojos, amarillos, azules, negro como su cartel de la Maestranza de 2009. Construida, potente, lírica, sensible, refinada como era él, orgulloso de que su hija Inés prosiguiera por su senda. En Madrid lo lanzó Buades. En Barcelona, G y Ciento. En Cadaqués, Lanfranco Bombelli. En Sevilla lo expusieron, entre otros, Juana de Aizpuru y Félix Gómez, además de la Sala Chicarreros. Gracias a Seacex, en 2003 tuvo una gran itinerante, comisariada por el recordado Paco del Río, y que los Reyes inauguraron en Bucarest. Ahora mismo expone en Madrid, en Marita Segovia, que ha hecho mucho por él. Por las actuales circunstancias, no quiso venir a la inauguración. Me habló de ello por teléfono, quedamos en que más adelante, y ahora no hay más adelante.