ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Joao Manuel de Pina (1920-2021)

La producción discográfi­ca de Joel Pina se dispersa por casi 300 álbumes

- FRANCISCO CHACÓN

DURANTE casi tres décadas, Joel Pina no se separó de la gran Amália Rodrigues para escribir juntos algunas de las páginas más brillantes de la historia del fado. Su guitarra, su viola de bajo… ahí estaba el secreto de este hombre sereno que envolvía las melodías con una sonoridad llena de esa delicadeza que la diva portuguesa por excelencia atrajo para sí.

Su carrera llegó a abarcar un extenso arco del siglo XX, pero fueron aquellos 29 años junto a la legendaria cantante de ‘Gaivota’ o ‘ Estranha forma de vida’ los que marcaron para siempre a este fiel escudero desde las sombras del escenario.

Por solo seis días, Joel Pina no ha podido cumplir los 101 años, pero en la memoria queda el homenaje que la ciudad de Lisboa le tributó en septiembre de 2020, ya en plena pandemia. Fue en el Teatro de Sao Luiz, que se alza en el corazón del Chiado, donde su huella se fijó aún más de lo que dicen los anales, tal cual certifica el Museo del Fado.

Allí se dieron cita nombres imprescind­ibles del género que corre por las venas de los portuguese­s: Mísia, Gonçalo Salgueiro, Mariza, Teresa Siqueira, Lenita Gentil y María da Fe. Un plantel de voces que, en algún momento de sus trayectori­as, colaboraro­n con este verdadero maestro, como igualmente hicieron Joao Braga y Camané.

La producción discográfi­ca de Joel Pina se dispersa por casi 300 álbumes, en los que se aprecia su estilo cristalino de tocar, su forma de deslizar los dedos con todos los matices presentes en primer plano.

Varias generacion­es de fadistas se beneficiar­on de su sabiduría artística, fraguada en esas casas de fado que salpican los barrios antiguos de Lisboa y ejercen como auténticas escuelas para los músicos que van cayendo en las redes de este embrujo.

El cineasta Diogo Varela Silva, sobrino nieto de Amália y autor de un documental sobre Celeste Rodrigues (la hermana y también intérprete), resume la dimensión inconmensu­rable de la figura de Pina: «Era un hombre fundamenta­l en la evolución del fado, con una carrera sin igual». Y no, no suena exagerado. Es un reconocimi­ento a pie de calle, donde a él le gustaba estar.

Solo la avanzada edad y la precaución de no exponerse al coronaviru­s lo dejaron en casa más tiempo del que habría deseado. Además, un infarto de miocardio hace menos de un mes terminó de postrarle en la cama, mientras el mundo a su alrededor seguía los pasos del desasosieg­o, que diría Pessoa.

Varela Silva cree que ahora Joel y Amália descansan juntos en el olimpo del Portugal de la ‘saudade’. Nostalgia de un tiempo que ya no existe, nostalgia de un tiempo que aún ha de venir. Pina lo sabía muy bien.

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