ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Exalumnos del internado de la Princesa Leonor: «Nos duele que hablen de elitismo»
«La mayor parte de los jóvenes van becados. Aquí se premian la excelencia y el talento». Dos españoles rememoran su paso por las aulas del centro educativo
Epidemiólogo y pediatra
Promoción 1991-1993
«La Princesa Leonor estará con un 75% de alumnos con becas, su
compañera de habitación puede venir de un campo de
refugiados»
sinato de que dio pie a la primera Guerra Mundial, redactado desde el punto de vista de un francés, un austrohúngaro y un serbio. Nos dijeron: ‘Aquí hay tres versiones de la Historia, ¿Cuál es la correcta?’ Por primera vez, me enseñaron algo diferente de cómo había estudiado en mi colegio de Barcelona», rememora Quique.
Habitaciones de cuatro
Las habitaciones se comparten entre cuatro alumnos, dos de primer año y dos de segundo. Y existe un esfuerzo deliberado de juntar a dos personas de países en conflicto; como un joven israelí y otro palestino. Las labores de mantenimiento y limpieza corren a cargo de los internos. «La verdad es que las habitaciones era muy sencillas y nada lujosas: cada uno teníamos nuestra esquina, con tu cama y tu armario. En cada pasillo están los aseos y las duchas, para cada 4 habitaciones, y en cada casa hay unos 3 o 4 pasillos, así que tienes unos 50 alumnos por casa. Cada casa tiene unas zonas comunes: un salón de estar muy grande, donde haces la vida social y un cuarto de estudio», recuerda Ángel.
Además de las materias propias del Bachillerato Internacional, los alumnos deben destinar tres horas dos días por semana a realizar servicios comunitarios. En las primeras semanas, en el colegio se prueban todos los servicios y actividades para poder elegir. Tanto Quique como Ángel se decantaron por la misma tarea; labores de rescate. «El colegio está en una zona con muchos acantilados y unas mareas muy variables. Existe una serie de servicios de rescate tanto por mar con unas zodiac, como haciendo rápel en los acantilados, técnicas de primeros auxilios y salvamento. Yo elegí esas tareas. Nos tocó hacer búsquedas de gente que se había perdido, sonaba la alarma en el colegio y tenías que ir corriendo», asegura Quique.
Las anécdotas y recuerdos son infinitos, pero ambos destacan que la gran riqueza son las amistades que forjaron. «Tengo más relación con mis compañeros de esos dos años que con compañeros de la universidad. Mi mejor amigo es un chico griego, vivíamos en la misma casa en el colegio, soy el padrino de su hijo y nos vemos una vez al año allá donde estemos», cuenta Quique. «Mantengo estupendos amigos por todo el mundo, con los que he seguido cultivando una estrecha amistad que se cimenta en la experiencia tan extraordinaria que compartimos durante esos años», comenta Ángel.
¿Y lo peor de su paso por el UWC Atlantic College?
Para Quique, el clima de
Gales. «Llueve el 80% de los días». Para Ángel, la distancia de su familia. Minucias en comparación con una maleta llena de experiencias inolvidables.