ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Baja por primera vez la incidencia entre los mayores de 65 años
Se trata de aquellos que viven en residencias y ya han sido vacunados
Por primera vez desde que se inició la vacunación, ha bajado la incidencia de los mayores de 65 años vacunados respecto a aquellos de la misma edad que no lo están. Así lo aseguró ayer en rueda de prensa el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), Fernando Simón: «Vamos confirmando que la incidencia en mayores de 65 que están en residencias es menor que la de mayores de 65 que no están en estos centros. El grupo ya vacunado tiene una incidencia menor que ese mismo grupo de edad que todavía no lo está».
Simón recalcó la importancia de este dato porque «hasta la semana pasada, cuando se empezó a detectar que la incidencia en mayores de 65 era igual o incluso menor que los de la misma edad que no están en geriátricos; esto no se había observado desde el inicio de la pandemia, porque siempre habíamos observado una incidencia mayor en los que viven en residencias comparados con los que no lo hacen».
En este sentido, agregó que son datos preliminares que no indican que la efectividad de la vacuna «sea igual que la eficacia de la vacuna comprobada en los ensayos clínicos». Sin embargo, «las pocas informaciones indican que es una «vacuna efectiva» pese a los problemas logísticos que trae aparejada (cadena de frío)».
Por otro lado, la incidencia acumulada (casos de coronavirus cada 100.000 habitantes) continúa en descenso. Este lunes, según informó Sanidad, se sitúa en 416,91, mientras que el último dato, del viernes pasado, rozaba casi los 500 (496,01). Aún así, Simón dijo que «seguimos estando en una situación muy mala, muy lejos de los 50 casos por cada 100.000 habitantes; aunque la evolución va en la dirección adecuada. Alguna medida puede relajarse en alguna zona concreta, pero no se pueden ni rebajar todas ni hacerlo rápido; hay que ir despacio y con pies de plomo porque, si no, corremos el riesgo de comenzar una cuarta ola, y con una saturación de las UCI. Ahora tenemos que seguir ‘partido a partido’, como dice un entrenador muy conocido, y esto no es una cuestión de un día o dos, sino de tiempo. Estamos teniendo una vacuna que ayuda mucho y una población que es inmune y eso ayuda, pero nos queda mucho todavía; no quiero decir meses pero sí semanas», aseguró el epidemiólogo.
Agregó que «el descenso en la incidencia se observa en todos los grupos de edad. Sabemos que durante el pico de la tercera ola había grupos con más incidencia de entre las franjas de edad de 20 a 29 y de 50 a 59 años».
El número de casos totales de coronavirus es de 30.251 desde el viernes, y el de fallecidos de 702. Respecto a los fallecidos, dijo, «llevamos algunos días que parece observarse una estabilización y un inicio del descenso, aunque es pronto para confirmar que se mantiene en el tiempo; pero sí que podríamos estar ante una caída que, de acuerdo a los próximos días, podremos garantizar que se ha estabilizado. A pesar de todo, sigue habiendo 200 fallecidos diarios que son cifras elevadas».
El epidemiólogo dijo, finalmente, que consideraba razonable la decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de recomendar la vacuna de AstraZeneca también para mayores de 65 y, de ese modo, ofrecer garantías de que la vacunación se hace cuanto antes también en países con dificultades logísticas, pero por contra dijo que no tenía sentido aplicarla en España, ya que los ensayos clínicos no dejaron evidencias clínicas de su efectividad en este tramo de edad, y añadió que su aplicación suponía «un riesgo».
La incidencia acumulada se sitúa en 416,91,
pero Simón calificó de «muy mala» la situación
MADRID
zaña dijo que en este país la mejor forma de guardar un secreto era escribir un libro. Umbral le hizo caso y escribió mucho, muchísimo, siempre sobre sí mismo, aunque cuando se murió nadie sabía ni su nombre real ni su fecha de nacimiento ni quién era su padre, y eso que sus lectores se contaban por cientos de miles: esa es la magia de la autoficción, su embrujo. El de la literatura autobiográfica es un misterio, un enredo, más bien, que con el paso de los años y los títulos no hace más que complicarse con distintas etiquetas y broncas. La semana que viene llegará a España ‘Yoga’ (Anagrama), de Emmanuel Carrère, después de una sonada polémica de este con su exmujer, Hélène Devynck, quien lo acusó de presentar como verdades sus fantasías, dentro y fuera de la alcoba, por si fuera poco, incumpliendo, además, un contrato que habían firmado. En Francia, claro, la riña ha sido un éxito rotundo: a principios de diciembre Carrère ya había vendido más de doscientos mil ejemplares. La pregunta, sin embargo, no es cuál es la frontera entre la realidad y la ficción, un asunto enrevesado, propio del mundo académico más sesudo, sino por qué hay tantos autores que nos cuentan su vida. Por qué han llenado las librerías con sus cosas.
Alberto Olmos narró su transformación (¿mutación?) en padre en ‘Irene y el aire’ (Seix Barral), una novela sin ficción, pero con la mejor faja promocional de 2020: «La historia de un embarazo desde el punto de vista de un hombre que trata de no molestar demasiado». Él no cree que estemos ante un fenómeno nuevo, pero sí percibe un cambio. «Llevo tantos años ya leyendo libros autobiográficos o que se dicen tales o que uno debe pensar que son la propia vida del autor que ya lo doy como una constante del siglo XXI. Lo que sí que he notado es que hemos perdido el pudor antiguo que se cifraba en algo como: espe
Araré a que se mueran mis padres para contarlo todo. Ahora se cuenta todo con personas afectadas por el relato aún vivas, lo que puede generar problemas, aunque sólo sea a nivel personal, con tu familia o amigos o conocidos», sostiene. El caso de Carrère no es único, porque las dudas sobre qué mostrar y qué no mostrar son complejas. Luis Landero, que acaba de publicar ‘El huerto de Emerson’ (Tusquets), defiende que a veces hay que cortarse, por respeto. «Sería un poco indecente mentir si realmente uno va a hablar de cosas que ha visto, que ha vivido. Debes ser honesto, pero naturalmente hay un límite. Cosas que uno sabe de amigos que no se deben contar porque pueden herir. Yo lo tengo claro, hay un fondo ético», asevera. Luego, por supuesto, está el riesgo de convertir la autoficción en autopromoción, opina Olmos. También hay miedo a aburrir, como en cualquier otro género, por otra parte. «Hay que distinguir lo íntimo de lo doméstico, en la medida que lo íntimo somos todos y lo doméstico tus cositas sin importancia… Retratarse con defectos y manías y problemas es más interesante que retratarse impecable y triunfal. Creo que nos reconocemos por aquello de lo que no solemos estar orgullosos», apunta.
Las miserias
Ahí tenemos una clave: nos reconocemos en nuestras miserias. También en una mirada. O en el humor (la amistad es algo así como reírse de las mismas tonterías).
Con esos ingredientes, entre otros, Andrés Trapiello ha logrado reunir a una pequeña legión de lectores en torno a sus diarios, ‘Salón de pasos perdidos’, que son un festín de palabrejas y estilo, de na
Pudor «Hemos perdido el pudor. Ahora se cuenta todo con
personas afectadas por el relato aún vivas»
«Escribo para un lector, que soy yo, para contarme cosas, para fijarlas en la memoria,
para reflexionar sobre ellas»
«Lo que yo cuento no es mi vida, es la vida que pasa ante mis ojos»