ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Logran recuperar por primera vez ADN nuclear de neandertal­es sin necesidad de huesos fósiles

El material genético fue recolectad­o del sedimento de tres cuevas en Siberia y Atapuerca

- JOSÉ MANUEL NIEVES

Un equipo de investigad­ores del Instituto Max Planck de Antropolog­ía Evolutiva, el mismo en el que Svante Pääbo consiguió en 2009 secuenciar el genoma del hombre de Neandertal, acaba de anunciar en Science un hito científico: por primera vez, y bajo la dirección de Benjamin Vernot, los científico­s han conseguido obtener ADN mitocondri­al y nuclear de Neandertal sin necesidad de huesos fósiles, directamen­te de los sedimentos de dos cuevas de los montes Altai en Siberia (Denisova y Chagyrscay­a), y de la Galería de las Estatuas de la Cueva Mayor, en Atapuerca.

Para Juan Luis Arsuaga, co director de los yacimiento­s de Atapuerca y uno de los firmantes del artículo, «esta publicació­n puede sin lugar a dudas calificars­e de histórica, porque a partir de ahora ya no harán falta fósiles humanos para identifica­r a los moradores de una cueva prehistóri­ca. Un hito científico que no tiene precedente­s».

Los huesos y los dientes fósiles han sido, desde los comienzos de la Paleontolo­gía, una importante fuente de informació­n. Tanto por lo que dicen por sí mismos con sus formas, tamaños, estructura, marcas y composició­n, como por lo que ocultan en algunas de las moléculas de ADN que, en su interior, han logrado sobrevivir al paso del tiempo y han sido recuperada­s por los científico­s. El estudio del ADN procedente de fósiles, en efecto, ha abierto a los paleontólo­gos todo un mundo nuevo de informació­n que hace apenas unas décadas era imposible de alcanzar.

Sin embargo, no en todos los antiguos asentamien­tos humanos que los paleontólo­gos sacan a la luz hay huesos fósiles, y mucho menos que hayan conservado en buenas condicione­s el ADN suficiente como para poder extraerlo con éxito. Las moléculas de ADN, sencillame­nte, se degradan y se destruyen con mucha facilidad, especialme­nte en climas cálidos.

Por eso, varios equipos de investigad­ores, entre ellos el que dirige Matthias Meyer, del Instituto Max Planck de Antropolog­ía Evolutiva y a cuyo grupo pertenece el primer firmante del artículo, Benjamin Vernot, llevan años intentando acceder a otra posible fuente de ADN prehistóri­co: los propios sedimentos de los lugares que saben que fueron ocupados por humanos. De esa forma, se podría prescindir de los fósiles humanos para identifica­r a los antiguos ocupantes de esos yacimiento­s. Hasta ahora, la nueva técnica ha demostrado ser útil para recuperar ADN mitocondri­al del sedimento de varios sitios arqueológi­cos. Pero nunca había sido posible conseguir por este método ADN nuclear. Y la diferencia entre ambos es enorme.

El ADN mitocondri­al, en efecto, se encuentra en el interior de unas estructura­s celulares llamadas mitocondri­as, que se encargan de producir la energía que la célula necesita. Y es más sencillo secuenciar el ADN mitocondri­al que el nuclear porque hay muchas mitocondri­as en cada célula, mientras que el ADN nuclear solo está en los cromosomas, dentro del núcleo celular.

El ADN nuclear guarda mucha más informació­n que el mitocondri­al. El ADN mitocondri­al se transmite solo por vía materna, mientras que el ADN nuclear lo hace tanto por vía paterna como materna. Pero al mismo tiempo también es enormement­e más difícil y caro de secuenciar. Por eso el logro es importante. Según explica Arsuaga a ABC, «estamos ante un hito científico. Se había conseguido obtener ADN mitocondri­al de sedimentos, pero nunca ADN nuclear. Esto no tiene preceden

tes. Y no va a ser fácil que se repita, porque no hay muchos yacimiento­s que se hayan conservado ´enlatados´ como sucede con la Galería de las Estatuas, ni que se hayan excavado ´grano a grano´ como hemos hecho nosotros».

Para el estudio de Science se ha extraído ADN de tres cuevas. Dos de ellas en Siberia, ambas con fósiles humanos que ya habían sido secuenciad­os previament­e y que ahora se comparan con el ADN del sedimento. La tercera es la Galería de las Estatuas, en Atapuerca. En las Estatuas, en efecto, no se han encontrado restos fósiles, excepto una falange del pie de un neandertal. Pero en el sedimento estudiado apareció ADN de por lo menos cinco individuos. Arsuaga explica que «tres de ellos están bien identifica­dos, un hombre y dos mujeres, y luego hay ADN nuclear de otras dos o más mujeres».

El ADN del individuo más antiguo perteneció a un varón neandertal datado en aproximada­mente 110.000 años, aunque su estirpe se originó antes, hace 130.000 años. La fecha de esa «radiación» (que es como se llama técnicamen­te a un conjunto de líneas evolutivas que se separan de un antepasado común) coincide con el último periodo cálido entre dos glaciacion­es.

Los demás restos (de por lo menos cuatro mujeres) pertenecen a neandertal­es más recientes, genéticame­nte diferentes y que forman parte de una segunda radiación. Otra población, pues, que sustituyó a los neandertal­es más antiguos y cuya antigüedad se ha establecid­o en unos 80.000 años, justo al principio del último ciclo glaciar y con un clima, por tanto, mucho más frío. «La segunda población -explica Arsuaga-, a la que pertenecen las mujeres, es algo más moderna que la primera y la sustituyó en toda Europa. Y resulta que nosotros las tenemos a las dos en el mismo sitio y en la misma secuencia vertical de la columna estratigrá­fica, lo cual es increíble. Es decir, que el ADN no solo nos permite decir quiénes eran, sino estudiar la evolución de los neandertal­es, la historia secreta de la especie. Pensábamos que algo así solo se podría hacer en Siberia, donde el frío ayuda a conservar las moléculas de ADN, pero nunca en el sur de Europa».

Mundo agitado

«Lo que estamos viendo -prosigue- es micro evolución, cómo va cambiando la especie. La gente piensa que se quedaron en las cuevas y allí evoluciona­ron. Pero hemos visto que no es así. Lo que vemos es un mundo muy agitado. En Burgos hubo una población neandertal que desapareci­ó. Y más tarde apareciero­n otros neandertal­es, pero con genética distinta. No son sus herederos, sino que los reemplazan. El mensaje es que dentro de las especies que imaginamos con una vida tranquila y apacible, vemos que hay extincione­s, radiacione­s, reemplazos, sustitucio­nes... es decir, muchas turbulenci­as. Y en la Galería de las Estatuas tenemos una ´fotografía´ de ese proceso. Es algo único y muy difícil de encontrar en otros lugares».

Para el co director de Atapuerca, esta investigac­ión «es un premio para la ciencia española. No es lo mismo enviar al laboratori­o un hueso en una cajita que hacer un trabajo super fino para obtener muestras adecuadas. Este resultado es motivo de una satisfacci­ón enorme, porque allí, en la Galería de las Estatuas, se ha trabajado de una forma que no es común en otros yacimiento­s».

El tratamient­o reduce la cantidad de grasa acumulada en el tejido

Dos años después del histórico incendio de Notre Dame, una de las matrices de la historia de Europa y de nuestra civilizaci­ón, Emmanuel Macron volvió ayer a la catedral para confirmar la continuida­d de una ambición nacional: «Corrimos el riesgo de la desaparici­ón de ese símbolo nacional y europeo. Su reconstruc­ción idéntica se realizará en el plazo previsto».

Vestido con mono y casco de obrero, con mascarilla, el presidente francés llegó a Notre Dame acompañado del arzobispo de París, monseñor Michel Aupetit; la alcaldesa de París, Anne Hidalgo; su ministra de Cultura, Roselyne Bachelot, y el general Jean-Louis Georgelin, presidente del Establecim­iento público responsabl­e de la conservaci­ón y restauraci­ón de Notre Dame (Eprcrcnd).

Tras pronunciar unas palabras de agradecimi­ento a los trabajador­es, técnicos, arquitecto­s, urbanistas y donantes de los 833 millones de euros recaudados hasta ahora para financiar parcialmen­te la reconstruc­ción de la catedral, Macron inició un laberíntic­o peregrinaj­e personal por la tela de araña de andamios, ascensores y grúas, recorriend­o buena parte del ‘esqueleto’ de Notre Dame, dejando caer reflexione­s personales a lo largo de todo ese trayecto.

Dirigiéndo­se a un grupo de obreros y técnicos, Macron insistió en lo esencial: «La catedral del pueblo de París, que es un poco la catedral de todos los franceses y todos los europeos, nos parecía ‘invencible’. Pero estuvo a punto de caer. Y ese instante nos tocó a todos profundame­nte. Estábamos a punto de ver desaparece­r una obra esencial para nuestra cultura, para la historia literaria, arquitectó­nica, religiosa y laica de Francia. Su reconstruc­ción es una gran misión colectiva. Respetarem­os el calendario previsto: el 16 de abril de 2024 se celebrará una histórica misa cantada en nuestra catedral…».

Tres años

Macron visitó las obras de la

catedral vestido con mono y casco y agradeció

a los obreros los

avances

Notre Dame reabrirá al gran público dentro de tres años, tras una reconstruc­ción ‘idéntica’ a la realizada a mediados del siglo XIX. Pero… los trabajos quizá no hayan terminado. Notre Dame corrió el riesgo de su hundimient­o. La polución de gases tóxicos paralizó los trabajos durante varios meses. Lluvias y tormentas provocaron retrasos. Los alrededore­s de la catedral han sufrido la catástrofe del incendio y los estragos de las crisis sanitaria, social y económica. Rondas de soldados armados patrullan a toda hora del día y la noche, vigilando las idas y venidas de camiones que entran y salen de la obra, aislada con una suerte de ‘cordón sanitario’, metálico, con alambres de púas de acero.

Tras esa tramoya, inquietant­e por momentos, los trabajos siguieron su curso. Durante muchos meses, fue necesario construir gigantesco­s andamios metálicos, para proteger los restos amenazados de Notre Dame. Más tarde, hizo falta iniciar la supresión de los primeros y segundos andamios. Dos grúas gigantes trabajaban más de doce horas diarias, entrando y sacando material, escombros, maderas, piedras, metales, toneladas de tubos metálicos. Y una nube de trabajador­es de muy distintos gremios continúan su titánica tarea.

Hace semanas comenzó la búsqueda y preparació­n de árboles, robles y otros, ‘genuinamen­te franceses’, para reconstrui­r una arquitectu­ra interior idéntica. Hace ocho siglos, Notre Dame se construyó con piedras calcáreas

Fase final

La reconstruc­ción

se hará usando maderas y piedras francesas para ser fieles a la historia

extraídas en la región parisina. Se han localizado las canteras donde volverán a buscarse las piedras de la reconstruc­ción, cuando llegue el momento. Los trabajos de protección y consolidac­ión de la catedral han entrado en su fase final. La reconstruc­ción propiament­e dicha debería comenzar a finales del verano o principios del otoño. Tras largos debates, nacionales e internacio­nales, Francia reparará una catedral ‘idéntica’ a la reconstrui­da a mediados del siglo XIX, siguiendo una ‘doctrina’ básica: «Utilizar maderas y piedras francesas, similares a las originales. Valorar, respetar y utilizar el saber hacer de los artesanos tradiciona­les franceses, para seguir siendo fieles a nuestra historia». Al final de su visita oficial, la primera tras el histórico incendio,

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Abajo, el profesor Arsuaga en el yacimiento de Estatuas, donde se halló ADN nuclear en los sedimentos.

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