ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El triunfo del juego colectivo
La Eurocopa ha dejado en evidencia a los equipos que acudían con las grandes estrellas frente a las selecciones que basaron su éxito en la fuerza del conjunto
Mientras Italia vive horas de éxtasis e Inglaterra aún intenta digerir el disgusto, coinciden los analistas en resaltar el triunfo del colectivo por encima de las individualidades en esta Eurocopa. O, dándole la vuelta, el fracaso de las grandes estrellas frente a los equipos mejor armados. Ninguna de las grandes figuras que aspiraban a dominar el torneo consiguió pasar de cuartos pese a liderar a varias de las selecciones teóricamente favoritas. En cambio, dieron un salto de calidad aquellos combinados donde costaba destacar a uno de sus jugadores por encima del resto. Ganó el uno para todos.
Fueron los equipos más homogéneos y equilibrados los que se llevaron la palma, empezando por la Italia solidaria y granítica que acabó levantando el trofeo. Pero también fue un buen torneo para la España juvenil y dinámica de Luis Enrique, una selección que creció y se unió aún más tras el vapuleo al que se la sometió durante los primeros días. Dinamarca, impulsada por la tragedia de Eriksen, la compacta Suiza o la energética Chequia fueron otros de los equipos que emergieron a partir de un bloque. En cambio, fallaron selecciones más inclinadas al momento o el estado anímico de sus figuras, como la Francia de Mbappé, la Bélgica de Hazard y De Bruyne o la Portugal de Cristiano Ronaldo. Hasta el neerlandés Louis van Gaal abroncó en ‘L’Equipe’ a estas selecciones tan luminosas tras la eliminación de Países Bajos ante la República Checa: «Tiene jugadores fantásticos, pero no se les vio. Eso también se aplica a Portugal y Francia. No son equipos, sino una banda de estrellas glorificadas que no hicieron nada. Y debe ganar el mejor equipo, no los mejores individuos. Llevo diciendo esto durante cuarenta años».
Cristiano, que levantó la copa de campeón hace cinco años con una Portugal netamente inferior a la actual, fue incapaz esta vez de liderar a un grupo bastante más talentoso, con Bruno Fernandes, Diogo Jota o Bernardo Silva en su ataque. Tampoco De Bruyne, mermado tras el golpe que recibió en la final de la Champions, consiguió convertirse en el guía de una Bélgica que sigue gastando las balas de una de sus mejores generaciones de futbolistas. El colmo del desencanto se lo llevó Francia, que se creyó tanto su condición de favorita que cayó en la soberbia. El penalti fallado por Mbappé en la tanda de octavos ante Suiza fue una lección de vida para ellos, en especial para el delantero del PSG. «Las individualidades deciden en momentos muy puntuales», asegura Paco Jémez a ABC. «Pero corres el riesgo de que la estrella no aparezca, y entonces el resto de sus compañeros pierden el rumbo». Esa idea la corrobora Abel Resino, convencido de que a la larga penaliza depender del buen o mal humor con el que se levante uno de sus jugadores: «Muchas veces se han hecho equipos en torno a un jugador o dos y eso es muy peligroso, porque cuando están mal el nivel del conjunto decae».
Estructura y familia
Ninguno de estos entrenadores encuentra una explicación convincente para el pobre rendimiento de esas supuestas estrellas. «No puede ser excusa el número de partidos jugados durante la temporada», dice Jémez. «La mayoría de futbolistas llegan con un número parecido de minutos. Y en todo caso las fuerzas hay que saber dosificarlas». «Sí que da la sensación de que muchas de las figuras no han llegado a su mejor nivel», explica Luis Milla, otro convencido de la fuerza del conjunto. «Y