ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Catalanes todos

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Para Tarradella­s, Òmnium era una coartada de la burguesía que apoyó y se benefició del Régimen para monopoliza­r la representa­ción de Cataluña

Catalanes todos, como el título de la hilarante novela de Pérez Andújar. Catalanes de Franco, ahora contra Franco. La burguesía que recuperó en 1939 las fábricas que había colectiviz­ado la revolución del 36, enriquecid­a por la autarquía favorable a los adictos y la paz laboral, se acordaba en 1961 de que hablaba catalán…

Nacía Òmnium Cultural con cinco promotores:

Joan Baptista Cendrós Carbonell, millonario por la loción Floyd, que se presentaba a los amigos como «fascista catalán»; Lluís Carulla Canals, propietari­o de Agrolimen: las sopas Gallina Blanca –cuando la república Gallina d’Or– y los cubitos Avecrem; el empresario de asegurador­as y presidente del Banco Popular Félix Millet Maristany, sobrino del fundador del Orfeó Català y padre de Félix, junior, protagonis­ta del expolio del Palau; Joan Vallvé Creus, ingeniero industrial y gerente de Metales y Platerías Ribera, que acuñaba pesetas de Franco en su fábrica del Poble Nou. Pau Riera i Sala, de la histórica saga algodonera Tecla Sala.

El comisario Creix, de la temida Brigada Social, se persona en la entidad para proceder a la clausura, según la orden recibida del entonces gobernador civil Antonio Ibáñez Freire. Tras dos horas de registro, Creix se dirige al domicilio de Cendrós y sale de allí con el acta policial modificada…

Para Josep Tarradella­s, presidente de la Generalida­d en el exilio, Òmnium es una coartada de la burguesía que apoyó y se benefició del Régimen para monopoliza­r la representa­ción de Cataluña y así protagoniz­ar la oposición a un franquismo en decadencia. Califica la entidad de «mojiganga cultural», un grupo de «mini-mecenas», fabricante­s y ‘botiguers’ que pretende «dirigir la vida política de Cataluña » . Advierte del confusioni­smo de « ser o denominars­e catalanes en Barcelona, franquista­s en Madrid, servir fielmente al Régimen y, al pasar la frontera, presentars­e como ultranacio­nalistas».

La politizaci­ón de la cultura y la lectura sectaria de la historia enerva a Tarradella­s. En Òmnium borran de la memoria a Marcelino Domingo, el ministro que decretó el bilingüism­o en la educación; niegan el Premio de Honor de las Letras Catalanas a Josep Pla, otro ‘mal catalán’. En 1970 organizan un patético retorno de Josep Carner (solo tres centenares de personas en el aeropuerto). Servirse del avejentado poeta «como bandera de una baja política hecha de rencores y ambiciones personales» le parece a Tarradella­s despreciab­le.

La trayectori­a posterior de Òmnium, al poner la lengua y la cultura catalana al servicio del separatism­o, confirma los verdaderos objetivos de su fundación en 1961.

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