ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La verdadera relación especial

En Washington, la dirigente alemana ha hecho gala de su instinto camaleónic­o

- JOSÉ M. DE AREILZA

Es muy posible que Joe Biden sea el último presidente de Estados Unidos que se siente europeo, irlandés por más señas. Desde los tiempos de la Administra­ción Obama, Washington ha virado su atención hacia el Pacífico y Europa se ha quedado en la periferia del mundo. Ante la reclamació­n de que la superpoten­cia no tiene mejores aliados que los del viejo continente, el pragmatism­o norteameri­cano reclama hechos y no solo buenas intencione­s. Solo Angela Merkel, a punto de dejar el poder, consigue que Biden y los demócratas se paren a escucharla y reconozcan su estatura como líder europea e internacio­nal.

Hace tiempo que la relación especial histórica del Reino Unido con EE.UU. ha decaído. El busto de Winston Churchill que decoraba el Despacho Oval ahora se guarda en un desván de la Casa Blanca. Un Brexit calamitoso ha dado la puntilla al estatus privilegia­do de los británicos en la relación transatlán­tica y a su capacidad de servir de puente. En su viaje de despedida a Washington, Merkel ha mostrado cómo Alemania toma el relevo del Reino Unido, a pesar de las limitacion­es de representa­r una doble política exterior –la suya y la de la UE– sin capacidade­s militares globales.

La canciller es experta tanto en Rusia como en China: nadie en Europa ha trabajado más estas relaciones, nadie conoce mejor a Vladimir Putin y a Xi Jinping. Merkel difiere con Biden en algunos asuntos no menores, como la evaluación del riesgo de su dependenci­a energética de Moscú o la considerac­ión del régimen de Pekín como un rival estratégic­o.

Sin embargo, en Washington, la dirigente alemana ha hecho gala de su instinto camaleónic­o y ha reclamado que China juegue en la globalizac­ión con las mismas reglas que los demás. Ha dado de este modo un paso más hacia las tesis de los halcones demócratas (todos expalomas), que ven inevitable una nueva guerra fría con China por un choque inexorable de principios y valores.

Mientras elogiaba la trayectori­a de Merkel, Biden no habrá dejado de preguntars­e si su sucesor designado –¿quién es Armin Laschet?– estará a la altura.

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