ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El Ministerio de Cultura, la materia pendiente de todos los gobiernos
El nombramiento del socialista Miquel Iceta como responsable de la cartera reabre el debate sobre la frivolización de la Cultura. ¿Es la ‘María’ de todos los gabinetes ministeriales?
A Pedro Sánchez le duran poco los ministros de Cultura. Lleva cuatro en tres años: el escritor y presentador Màxim Huerta, que comenzó recitando a Ana María Matute y acabó dimitiendo siete días después; José Guirao, recibido con entusiasmo por gestores y creadores, pero sustituido a los dos años por José Manuel Rodríguez Uribes, un desconocido que llegó sin planes a un sector en el que jamás consiguió su sitio, ni siquiera la puerta de entrada. Toca el turno a Miquel Iceta, que aterriza en el despacho de la Plaza del Rey con el sambenito del defenestrado político.
Las amarguras del sector no son nuevas. La cultura en España ha padecido distintos reveses durante la última década: fue objeto de la política de recortes tras la crisis económica de 2008; perdió el rango de ministerio; vio desplomarse sus presupuestos al menos un 40% entre 2012 y 2015; encajó el golpe de un IVA del 21%; asistió al pinchazo de la Ley de Mecenazgo, y sufrió los efectos de una pandemia con más de 4 millones de muertos en todo el mundo y que propició la ruina para muchos sectores económicos.
Pero aquí hay algo que no cuadra. España es el tercer país del mundo con más patrimonio artístico según la Unesco, comparte un idioma que hablan casi seiscientos millones de personas y tiene en su haber a Cervantes, Velázquez y Goya. ¿Qué falla? César Antonio Molina, ministro entre 2007 y 2009 con José Luis Rodríguez Zapatero, no tiene medias tintas al respecto: «El valor intangible que gestiona el ministerio de Cultura es infinitamente mayor que el de Hacienda, pero en este país a la educación y a la cultura primero se las persiguió durante siglos, luego se las despreció y ahora se las utiliza como comodín».
¿Es la Cultura una María, la materia pendiente de todos los gobiernos y gabinetes ejecutivos en España? «Es un ministerio con un presupuesto minúsculo, pero con una exposición mediática gigantesca», explica la cineasta, escritora y exministra socialista Ángeles González-Sinde. «Provenimos de una larga tradición secular de menospreciar a la cultura y a los creadores y en cuanto vienen mal dadas, como sociedad, la dejamos caer. Mucha gente importante de este país y mucha de a pie confunde cultura con ornamento, con accesorio de quita y pon».
Una cultura clientelar
Exceptuando las legislaturas del Partido Popular con José María Aznar y Mariano Rajoy, que fusionaron Educación y
Cultura, ésta siempre tuvo un ministerio propio. Se creó en 1977 para la promoción, protección y difusión del acervo y la creación. Su primer responsable fue Pío Cabanillas, exministro de Información y Turismo durante el franquismo. Desde entonces más de una veintena de personas han ocupado el cargo: desde Javier Solana y Carmen Alborch hasta el escritor Jorge Semprún, pero también Esperanza Aguirre, Mariano Rajoy o el propio Màxim Huerta, el más breve y fugaz de todos.
José María Lassalle, secretario de Estado con José Ignacio Wert e Íñigo Méndez de Vigo, propone una radiografía más compleja: «Tenemos el diseño del Ministerio de Cultura de la época franquista. La relación es jerarquizada y clientelar». Según Lassalle, si Manuel Fraga quiso ser « el Malraux de la cultura española», hasta el punto de convertir su «Spain is different» en un lema de singularidad, fue Javier Solana quien democratizó el esquema: «Introdujo mecanismos de control y una mayor capacidad de las instituciones para asumir responsabilidades». «El modelo sigue siendo jerarquizado e im
Màxim Huerta
José Guirao
José Manuel Rodríguez Uribes pide que los creadores sean libres y autónomos a la hora de relacionarse con la administración cultural».
Ministro de Cultura entre 1982 y 1988, Solana impulsó las leyes de Patrimonio y Propiedad Intelectual, también trabajó para convertir el museo del Prado en un organismo autónomo. «Las nuevas normas estatutarias hicieron posible que la institución iniciara su camino hacia el museo amplio, dinámico y potente que es hoy: una de las pinacotecas más importantes del mundo», explica el actual pre
sidente del Real Patronato del Museo del Prado, cargo para el que fue elegido en 2019.
¿Falso dilema?
El ex secretario general de la OTAN (1995 -1999), exportavoz del Gobierno (1985-1988), exresponsable de Educación y Ciencia (1988-1992) y exministro de Asuntos Exteriores de Felipe González no tiene un diagnóstico severo sobre casi nada, incluida la disyuntiva entre la cultura con rango ministerial o secretaría de Estado. «Viví la experiencia de las transferencias de competencias a las Comunidades Autónomas y quedó claro que un Ministerio de Cultura es importante para coordinar, pero cuando no lo tienes es igual de necesario crear un centro. No es la ruina que cultura que sea una secretaría de Estado».
Marta Rivera de la Cruz, que presidió la comisión de Cultura del Congreso y desde ahí impulsó el Estatuto del Artista, tiene una visión completamente distinta al respecto. «La cultura necesita una voz que la represente en el Consejo de Ministros. Es preciso que tenga una representación única dentro y fuera de las fronteras, un secretario de Estado no puede hacer ninguna de esas cosas», explica la actual Consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid. El exministro Íñigo Méndez de Vigo, en cambio, lo considera «un falso dilema». «El PP los ha unido y la izquierda los separa, lo importante es su capacidad». Fernando Benzo coincide con el ministro del que fue secretario de Estado: «En la parte presupuestaria, si vas con alguien tienes más peso».
«Cultura tiene que ser un ministerio en solitario, porque maneja a miles de funcionarios y porque está presente en todos los sitios. Es una mentira y una falacia que todo esté transferido, porque a la hora de pedir dinero no está transferido: el Gobierno suelta dinero a diestro y siniestro», el exministro socialista César Antonio Molina ve con preocupación el avance de los nacionalismos periféricos y cree que la Constitución reconoce y ampara tanto las tres lenguas cooficiales como sus expresiones culturales, pero sin menoscabar lo compartido. «El Ministerio de Cultura es fundamental si España quiere que su patrimonio sobreviva, tener presencia europea y ser lugar de encuentro de los países iberoamericanos».
Hacienda vs. Cultura
No sacar adelante la Ley de Mecenazgo tras ocho de trabajo fue uno de los mayores reproches que hizo el sector de la Cultura a José María Lassalle. Hay resabio incluso por el hecho de no haberse impuesto en su propio gobierno. « Cuesta mucho introducir cambios en la política de financiación cuando la estructura está tan jerarquizada y yo no fui capaz de convencer ni a mi ministro ni a mi Gobierno», se refiere a José Ignacio Wert. Según Lassalle, ha faltado una cultura del mecenazgo y el Ministerio de Hacienda ha profundizado el problema. «Ese fracaso en la clase media para generar mecenazgo es una consecuencia de directa de un diseño jerarquizado que, en el mejor de los casos, puede gestionar los recursos con algún margen».
Sin ley de Mecenazgo
José Guirao, destacado gestor cultural al frente del Reina Sofía y La Casa Encendida así como ministro entre 2018 y 2020, llegó a la Casa de las 7 chimeneas y salió de ahí sin conseguir avances en el tema fundamental para construir un sector más sólido y robusto. Fue prudente, eso sí, y aclaró que un instrumento tan importante como la Ley de Mecenazgo no se conseguiría en tan poco tiempo, refiriéndose a la interinidad que marcó su gestión, sobrevenida tras la moción de Censura al gobierno de Mariano Rajoy en 2018. Incluso antes que Miquel Iceta, Guirao se hizo acompañar por María Jesús Montero en su toma de posesión. «La invité por eso y por andaluza. Me hacía ilusión», dijo al ABC cuando llegó al cargo.
El nombramiento del socialista catalán Miquel Iceta al frente de la cartera de Cultura ha dividido opiniones: están quienes lo apoyan por su talante conciliador y su oficio político y los que lo miran con escepticismo no sólo por su poco contacto con el sector, sino por su defensa de lo que él mismo llamó ‘federalismo cultural’. «Hay gente que quiere destruirlo todo y decir que España nunca fue un país o que Colón, Velázquez y Cervantes eran catalanes, mientras el resto calla. ¿Eso lo va a hacer Iceta? No. ¿Cómo va a gestionar la cultura del país si reconoce que hay 15 identidades distintas?», asegura César Antonio Molina, que reconoce la multiplicidad cultural, pero subraya que eso «no resta, sino que aumenta nuestras relaciones y la compatibilidad de todos en un fin común».
Sobre la idoneidad de Iceta como ministro, hay quienes reconocen su temperamento culto y sensible, o al menos así lo describe Javier Solana ante la pregunta sobre si es o no un ministro cuota, en este caso catalana, en el gabinete. «Es un hombre culto, mucho más de lo que parece; cuando fue nombrado ministro de Política Territorial, a los tres días de estar en Madrid se plantó en el Prado para ver ‘Pasiones mitológicas’. No perdió el tiempo. Tiene una capacidad política extraordinaria y eso lo demostrará en su pelea para sacar cabeza. Lo va a hacer muy bien».
El éxito o el fracaso de Miguel Iceta afectará a un sector que aporta un 3,6% del PIB y da empleo a más de 700.000 personas. Con o sin Plan de Resiliencia, habrá que administrar no sólo los fondos europeos, también las medidas estratégicas y los asuntos postergados. «La asignatura pendiente es modernizar el ministerio y dotarlo de personal, estructuras y herramientas adecuadas. No todo es dinero. Y yo confío mucho en que Iceta, que es bien consciente de dónde se mete, seduzca a la ministra Montero para conseguirlo», asegura González-Sinde.