ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Generaciones
Siendo los años en que más se sueña, se entenderá que abundaban las frustraciones. Sin embargo, éramos más felices
QUE «los jóvenes de hoy no tendrán las comodidades ni oportunidades de sus padres» se ha convertido en un tópico tan incontrovertible, que usan tanto optimistas como pesimistas, izquierda como derecha. Dirijo la vista atrás y compruebo que no ya con sus padres, sino con sus abuelos, a cuya generación pertenezco, no tiene comparación ni sentido. Para defenderlo y demostrárselo, voy a contarles a vuelapluma la vida de niños y adolescentes en la España de la posguerra civil, pues en la de los europeos no quiero meterme, al hallarse en plena guerra mundial.
Empecemos por algo tan elemental como la comida. Cómo se las arreglaban nuestras madres para servir desayuno, comida y cena a la familia, con el famoso racionamiento (un panecillo diario, un cuarto, u octavo semanal de litro de aceite) era otro milagro de los panes y los peces en cada hogar. Es verdad que jugábamos al fútbol en plena calle, con pelotas de goma, y cuando llegaba un coche el portero avisaba. Habiendo partidos que no pasaba ni uno.
En cuanto a la casa, con un solo baño, sin calefacción ni agua caliente, siendo muchas las familias que vivían en una habitación realquilada. Pensar los jóvenes en un piso propio era soñar despierto.
A la hora de la cena, que solía coincidir con el ‘parte’ de Radio Nacional, había que estar a la mesa, pues se corría el riesgo de quedarse sin ella o sólo las sobras, que no eran muchas. Por cierto: salir después de cenar quedaba confinado a las Fiestas Mayores.
Diversiones, el cine principalmente, el infantil, domingos a las tres, la vaquerada de Kent MayNar o Buth Jones, y la sesión de adultos luego, pero había que ser mayor de edad. Y tener el dinero necesario. Hablaba antes del fútbol: pensar que podrían verse partidos internacionales era pura utopía. Lo más, retransmisión por radio. Pero para eso había que tenerla, por lo que nos agolpábamos en casa de los que la tenían escuchando en silencio de misa.
Ir a la capital de provincia de al lado, sólo si se tenían allí familiares. Madrid y Barcelona, quedaban descartadas. Tal vez de mayores y con un empleo. ¿E ir al extranjero? ni pensarlo. Claro que tal como estaba el extranjero no era demasiado apetitoso. ¿Salir con chicas? Sólo como novias formales.
Siendo aquéllos los años en que más se sueña, se entenderá perfectamente que abundaban las frustraciones. Sin embargo, éramos más felices, tal vez al valorar lo que era una onza de chocolate y medio panecillo como merienda. O que un día los conseguiríamos. Para comprobar que no era para tanto. Y que cualquier tiempo pasado no fue mejor.