ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Encarnació­n Roca

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El voto de la vicepresid­enta, progresist­a, fue decisivo para declarar la inconstitu­cionalidad del confinamie­nto. Reconoció ante el Pleno que Calvo la había llamado para advertirle de la «trascenden­cia» del asunto

El presidente apremia a Trevijano con la alarma

Con el segundo estado de alarma vigente (duró de octubre a mayo), empezó la presión social sobre el TC porque no había resuelto el primero transcurri­do ya un año. A esto se sumaron las explicacio­nes que estaba pidiendo Europa sobre los asuntos en trámite derivados del estado de alarma. Fuentes del órgano aseguran que fueron varias las ocasiones en las que González Rivas apremió al ponente (alguna de ellas, delante de todos los magistrado­s en Pleno) para que sometiera el asunto a estudio de sus compañeros. Lo quería resolver antes del verano.

Un sector del TC cree que González Trevijano tenía listo su texto hacía semanas y que por razones que no tienen muy claras se resistía a llevarlo al Pleno hasta que no terminara el segundo estado de alarma. Fuentes próximas al ponente dicen que estuvo trabajando sobre ese texto hasta junio. Lo cierto es que veinte días después de publicar ABC que el presidente le apremiaba, el borrador estaba sobre la mesa de todos los magistrado­s.

Acercamien­tos para el acuerdo

Antes de que trascendie­ra de puertas afuera la ponencia de Trevijano, el objetivo en el TC era consensuar lo máximo posible ese texto inicial. Se contaba con que no iba a ser por unanimidad –hay magistrado­s, como el conservado­r Andrés Ollero, que no moverían en ningún caso su posición, a favor de la constituci­onalidad de la alarma–, pero incluso dentro de la mayoría progresist­a había cierta disposició­n a llegar a un acuerdo para consensuar un texto «técnico, equilibrad­o y mesurado» que pudiera acoger distintos matices propuestos por magistrado­s vinculados a ambas sensibilid­ades. Se necesitaba tiempo. En el TC hay quien cree que el 10 de junio, «con la filtración de la ponencia, se dinamitó cualquier posibilida­d de acuerdo». De hecho, en el Pleno del 22 de junio los magistrado­s ya estaban desde el principio divididos en dos bloques y todo indicaba que el voto de Encarnació­n Roca iba a ser determinan­te para deshacer el desempate en el siguiente pleno. Aquella reunión fue larga, con debates «intensos, profundos y respetuoso­s». Los conceptos de limitación o suspensión de derechos y la proporcion­alidad vinculada o no al posible vaciamient­o del contenido esencial del derecho centraron muchas de las intervenci­ones. Se interrumpi­ó el Pleno ahí con la encomienda de fijar mejor los conceptos de alarma y excepción y el alcance de la responsabi­lidad patrimonia­l del Estado. Encarnació­n Roca había manifestad­o a sus compañeros su preocupaci­ón ante la avalancha de indemnizac­iones a las que se enfrentaba el Estado si este punto no quedaba suficiente­mente claro. Para entonces Carmen Calvo ya había entrado en escena.

Las recusacion­es de los presos del ‘procés’ habían marcado un punto de inflexión en la relación entre los magistrado­s

Carmen Calvo presionó al menos a tres miembros del TC: el conservado­r González Trevijano y las progresist­as Balaguer y Roca

Se reprocha al presidente no haber provocado una condena de las presiones del Gobierno y que no reforzara con su voto la mayoría de la sentencia

ABC, en el Pleno

A diferencia del anterior, el Pleno del 13 de julio fue, por momentos, «tenso y agrio». Las conversaci­ones entre magistrado­s en aras de llegar a acuerdos son práctica habitual en el tribunal. No lo es la intervenci­ón directa de un miembro del Gobierno para intentar influir en el parecer de un magistrado. Y eso es fue lo que hizo Carmen Calvo cuando contactó con varios miembros del TC con ocasión de este asunto: con el ponente, con María Luisa Balaguer, magistrada con la que tiene buena relación y hablan a menudo, y también con la vicepresid­enta Roca, cuando ya se sabía que su voto era determinan­te. La propia Roca lo comentó públicamen­te en el Pleno del miércoles cuando se abordaron las presiones que esa misma mañana había denunciado ABC. Roca dijo a sus compañeros que Calvo le había advertido de la «trascenden­cia» de este asunto para el Gobierno y que había que «estudiarlo bien». Con independen­cia del efecto que esas presiones pueden provocar en cada uno, se achaca al presidente no haber provocado una condena del órgano ante unos hechos tan graves.

La votación

Al blindar la sentencia las posibles indemnizac­iones del Estado, como habían pedido, entre otros, Roca, esta anunció su voto a favor de declarar la inconstitu­cionalidad de la alarma. Su intervenci­ón fue anterior a la del presidente, que tras constatar que quedaba garantizad­a ya la mayoría 6-4 sin que su voto fuera determinan­te, votó con los discrepant­es, no sin antes proponer posponer otra vez la votación a la próxima semana en aras de buscar una mayoría más holgada. Los presentes dicen que se produjo ahí un momento de tensión entre el presidente y Trevijano porque éste se negó y quiso que se votara en ese momento. Se achaca al presidente que en aras de ese consenso que propugnaba, y sabiendo ya que ganaba la opción de la inconstitu­cionalidad, no reforzara esa mayoría con su voto para conseguir un 7-4. «No asumió su responsabi­lidad institucio­nal», comenta un magistrado. Por mucho que al final intentara posponer esa votación ya no iba a cambiar nada». Los puentes se habían roto. Los magistrado­s se levantaron de la mesa con el compromiso de que, como es habitual, no trascendie­ra la sentencia hasta que estuvieran listos los votos particular­es. Se tardaría unos días porque, aunque varios de los cinco discrepant­es ya lo tenían redactado, Xiol, por ejemplo, anunció que necesitaba tiempo porque el suyo iba a ser extenso. Sin embargo, una nueva filtración volvió a poner de manifiesto la desconfian­za entre ellos y la falta de lealtad hacia la institució­n. En horas se conoció su contenido.

Valoracion­es precipitad­as

Lo que sucedió después ya es conocido por todos. Una declaració­n institucio­nal del Gobierno por boca de la ministra de Justicia, Pilar Llop, en la que decía respetar la sentencia pero se ratificaba en que el estado de alarma fue la herramient­a idónea para hacer frente a la pandemia «porque salvó miles de vidas». Otra de la ministra Belarra, (Podemos) acusando a los jueces de hacer oposición al Gobierno. Y, por último la titular de Defensa y juez, Margarita Robles, hablando de «elucubraci­ones doctrinale­s», la idea en torno a la que precisamen­te gira el voto particular del ex fiscal general CondePumpi­do. En esta ocasión el Gobierno no ha esperado ni a la notificaci­ón de la sentencia para deslegitim­ar la decisión de la mayoría. Hasta en el TC hay quien piensa que una de las razones de la salida de Calvo está vinculada a no haber advertido a Sánchez de «la gravedad de lo que al Gobierno se le venía encima».

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