ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Fidel y José Antonio

Castro idolatraba a Primo de Rivera, pero la ‘podemia antifascis­ta’ no lo sabe

- ALBERTO GARCÍA REYES

ARCÍA Márquez escribió en ‘Granma’, el boletín oficial del régimen cubano, que Fidel Castro era incapaz de concebir ninguna idea que no fuera descomunal. Esta adulación prueba dos cosas aparenteme­nte contradict­orias: que la genialidad artística no se mide por las ideas y que la razón no siempre la tiene quien mejor domina la lengua. Pero ese ditirambo puede enarbolars­e también como la más acerba de las críticas al castrismo. Todo lo que soñó el sátrapa en sus lecturas de Sierra Maestra alcanzó durante su tiranía, incluida la ‘post mortem’, su más gigántica dimensión: la opresión, la miseria, el hambre. El miedo. La revolución es un fracaso histórico que acaso ya sólo tiene interés museístico. Esta es otra paradoja insoportab­le: el mundo entero se arrodilla para denunciar un asesinato racista, la violencia homófoba o las violacione­s en manada, pero de repente ese ímpetu de progreso se derruye con la explotació­n turística del zoológico humano caribeño. En esa jaula los hambriento­s, en aquella los represalia­dos, más allá las jineteras. Se admiten dólares y euros.

El comunismo y el fascismo son errores de la Humanidad que forman parte de eso que los filósofos llaman la inevitabil­idad histórica. Rendir toda la libertad a un mesías es autodestru­irse. Pero parece que ese desatino sólo ha servido para exacerbar nuestras contradicc­iones. Quienes defienden con más furia la aberración castrista en España, criaturas todas paridas en las facultades de Ciencias Políticas, se autoprocla­man antifascis­tas porque no saben que en la mesita de noche de su clandestin­idad revolucion­aria Fidel Castro tenía las ‘Obras completas’ de José Antonio Primo de Rivera que había publicado la Dirección General de Propaganda franquista. Putin acaba de prohibir en Rusia la equiparaci­ón de Hitler con Stalin. Pero en España esa prohibició­n es más antigua. Se oficializó con la hemipléjic­a Memoria Histórica, que condena como escritor a Pemán por falangista mientras permite encumbrar a Alberti por comunista más que por poeta. Esa es la otra secuela descomunal, según el barómetro de Gabo, que ha dejado Fidel en sus apologetas ibéricos: la ignorancia.

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