ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Las grandes mujeres olvidadas toman las calles de Toledo

- VALLE SÁNCHEZ

unque «el tiempo nos ha vaciado de fulgor, la oscuridad sigue poblada de luciérnaga­s». Estos versos de la poeta nicaragüen­se Gioconda Belli han inspirado al grupo de mujeres que conforman la Plataforma 8M en Toledo a poner en marcha el proyecto ‘LuciÉrnaga­s’ para intentar dar luz a las grandes mujeres olvidadas, a aquellas que tuvieron un papel destacado en la historia de la ciudad y que les fue hurtado. Será a través de la colocación de placas en diferentes puntos del Casco y también en otros barrios que brevemente recojan su nombre y biografía, para repensar la historia de una ciudad que sigue plagada de testimonio­s y hazañas de hombres.

Desde la Plataforma 8M explican en la memoria de la propuesta que, en Toledo, como en multitud de ciudades, la presencia de hombres y mujeres en el callejero continúa siendo desigual. En concreto, en la ciudad, de las 1.144 calles que refleja el callejero fiscal, menos de diez llevan nombre de mujer, según su estudio en el que llevan trabajando desde marzo de 2019 y en el que están descubrien­do infinidad de historias interesant­es de mujeres desconocid­as hasta ahora.

Dolores Moreno, de la Plataforma 8M, explica a ABC que el objetivo es «visibiliza­r en nuestra ciudad, como en otras tantas, a las mujeres que han tenido un peso importante». La idea va más allá de la colocación de las placas y, para ello, se va a implicar, a través del Ayuntamien­to, a otros sectores, como el turístico, y también llegar a colegios e institutos y a la Universida­d, para la organizaci­ón de talleres, charlas y conferenci­as.

El proyecto, que cuenta con el respaldo de la alcaldesa de Toledo, Milagros Tolón, que conoció hace unos días la propuesta, pretende dar a conocer con rigor histórico la vida de mujeres como Isabel Bautista, María Pacheco, Ana de la Cruz, doña Mencía, Lucrecia de León, Mariana de Vivar, Elena de Céspedes, Santa Teresa de Jesús, Luisa Sigea, Doña Mencía, Lucrecía de

A

«acostumbra a recibir depósitos de mujeres honradas como la que pretende entrar». Se refería a doña Mariana de Vivar, cuya intención no era profesar como monja ni como novicia, y tenía dinero suficiente para mantenerse fuera, pero «pedía que a toda costa que le abriesen las puertas del beaterio porque había iniciado los trámites de divorcio con su marido, y había ido a refugiarse a casa de su madre, donde temía que ‘ha de suceder una desgracia’ si era descubiert­a por su marido. No teniendo más familia ni apoyos que la pudiesen proteger, solicitaba acceder al beaterio ‘porque me temo que aunque esté en cualquier parte depositada me podía suceder grave desgracia, y para más seguridad me quería entrar en el Monasterio de Santa María la Blanca’».

Felipe Vidales relata que Mariana de Vivar no quería ser monja, solo quería sobrevivir, aunque para ello tuviese que «vivir el resto de sus días en un convento». La respuesta no tardó en llegar dada la peligrosa situación y riesgo que corría Mariana y «apenas dos días después, y para más seguridad de su vida, se daba licencia a Mariana para que pueda estar em este Santo Monasterio pagando los alimentos que se acostumbra­n», es decir, «costeándos­e ella misma los gastos de manutenció­n, y aceptando que la protección tendría también otros costes como el de no salir del dicho monasterio sin expresa licencia y, si saliese, que no volviese nunca a ser aceptada». Mariana de Vivar aceptó y en mayo de 1624 accedió al beaterio, como lo hicieron también otras mujeres del Toledo de aquellos tiempos en el que no existían casas de acogida como se entienden en la actualidad. Cuatro siglos después, la violenca de género sigue cebándose con las mujeres. Algunas cosas no cambian.

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