ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El cronista de la Transición
Siendo jovencito le reclamé a mi padre un libro para empezar a leer la Transición, de la que tanto había escuchado hablar en casa. Al día siguiente apareció con un librito negro de tapa blanda titulado ‘Las claves del Rey’. En la portada se podía ver la imagen de un desenfadado y joven Juan Carlos I. El autor: Joaquín Bardavío. «Empieza por aquí», indicó mi padre, profesor él, seguro de que ese iba a ser un buen comienzo para un chaval inquieto como yo. Devoré el libro y me adentré en ese periodo apasionante. El consejo fue certero porque Bardavío es el primer cronista de esa etapa y su repertorio ofrece muchos otros libros: ‘La crisis’, sobre el atentado de Carrero; ‘El dilema’, sobre el reto del cambio político; ‘Sábado Santo rojo’, sobre la legalización del PCE... Auténticas crónicas escritas en caliente que desembocan en ‘Crónica de la Transición. 1973-1978’.
Muchos años después, siendo yo ya periodista, me lancé a escribir una biografía sobre mi tío abuelo Torcuato. A la primera persona que llamé fue a Joaquín, temeroso por molestar a un tótem del periodismo. A pesar de que él superaba ya los 70 y yo apenas había cumplido los 30, se puso a mi disposición, me animó a escribir y me orientó como a un discípulo. Nunca le estaré lo suficientemente agradecido.
Con el tiempo, entablamos una relación intelectualmente fructífera. Comíamos de vez en cuando y hablábamos de periodismo, de historia o de tantas otras cosas. A veces solos, a veces con amigos. Recuerdo especialmente el día en que Isaac Blasco y yo invitamos a comer a Joaquín y a Javier Reverte, fallecido el año pasado. Ahí descubrí al Bardavío corresponsal de guerra, otra cara de una biografía inmensa.
Ayer me escribió Dani Bardavío, sobrino de Joaquín y uno de los mejores ‘dircom’ de España: «Acaba de morir mi tío». A los 81 años perdemos a un maestro de periodistas y se va un tipo tan relevante que nunca se dio ninguna importancia. Yo, que le conocí gracias a un consejo certero en el momento adecuado, siempre recomendaré sus libros a los jóvenes inquietos que, como yo, quieran conocer nuestra historia reciente. Adiós al maestro y al amigo, adiós al cronista de la Transición.