ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Las semillas de Annual
vida muy por encima de su paga, que acabaron condenados gracias a la denuncia de uno de ellos, que contribuyó a desenmascarar la porquería, aunque nunca se supo a qué manos iba a parar el porcentaje del millón que se remitía puntualmente a Madrid. Por añadidura, los bandazos en las directrices políticas que llegaban de España fueron constantes y entorpecían una dirección sostenida. Hasta principios de 1924 no se crea la Oficina de Marruecos, con el propósito de superar los criterios contrapuestos de los ministerios de Estado y de la Guerra. Frente a la robustez y continuidad de la política en el Protectorado que encarnó el mariscal Lyautey, residente general de Francia durante doce años, los altos comisarios españoles se sucedían. Cuatro en seis años, víctimas de una política sin rumbo mantenido que venía de Madrid y que contribuyó a que el tercero de ellos, el teniente general Francisco Gómez Jordana, se desplomara muerto sobre su escritorio mientras redactaba sus quejas por esta situación. En suma, frente a la radical oposición a la política seguida en Marruecos de socialistas, republicanos e intelectuales como Unamuno y literatos como Blasco Ibáñez, los desvencijados partidos dinásticos iban hacia delante, retrocedían y titubeaban, propiciando la confusión, algo nefasto para la acción político-militar.
Sumen a ello la carencia de un ejército profesional adaptado al terreno, pues las fuerzas regulares indígenas eran insuficientes y, dada su extracción territorial, estaban estigmatizadas por la amenaza de la deslealtad, y el entonces Tercio de Extranjeros, la hoy Legión, balbucía aún. Acaben añadiendo las injerencias y borboneos de Alfonso XIII, el ‘Rey africano’, y obtendrán la combinación cuyo desencadenante principal se empezó a escenificar con brutalidad en el altozano de Annual donde, si se escarba un poco, todavía aparecen casquillos de nuestro ejército y envases de la sanidad militar.
La historia forma parte del presente y a su través acaba haciéndolo del futuro. Al hilo del desastre de Annual se puede apreciar, una vez más, que la corrupción constituye un cáncer que acaba agujereando las estructuras públicas y privadas hasta su colapso y que debe ser combatido sin tregua. No menos apreciable es algo que también tiene proyección en la España actual: la política exterior y la militar, más aún cuando ésta constituye un auténtico instrumento de acción exterior como hoy ocurre, reclaman consensos y sensatez extremada en los dirigentes políticos. Por último, no hay nada que desgaste más a la monarquía que el activismo político y la injerencia en los gobiernos y los partidos políticos. La Constitución de 1876 dejaba resquicios para ello de lo que Alfonso XIII abusó para acabar sucumbiendo. La de 1978 no los deja y Felipe VI da muestras continuas de ser muy consciente y respetuoso con esta exigencia.