ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Memoria y paradoja

- MALGORZATA WOLCZYK

Parece ser que la memoria histórica es solo la memoria del sanchismo. Muchos tenemos bien archivado lo verdaderam­ente sucedido en esos tiempos. Año 1969: el general Charles de Gaulle, depués de perder su referéndum, se retira y comenta a sus allegados que su mayor deseo es conocer en persona al Generalísi­mo Franco.

Dicho y hecho, prepara un viaje que, empezando en Irún, recorre la cornisa cantábrica (por cierto, en el tramo de Asturias falleció en accidente uno de los motoristas de la Guardia Civil que lo escoltaban) y se presenta en El

Pardo para ver al jefe del Estado. La entrevista fue más que cordial, como lo prueba el párrafo que remito de la carta que le envío a Franco al abandonar España: «Ante todo me he sentido feliz por conocerle a usted personalme­nte, es decir, al hombre que asegura, en el plano más ilustre, el progreso y la grandeza de España».

Con la aberrante nueva ley, el expresiden­te francés sería sancionado con más de 100.000 euros, y segurament­e a meses de cárcel. Cuánto pagaría el sanchismo por tener una carta parecida, elogiando sus políticas, de una personalid­ad parecida a la de Charles de Gaulle. limitado, solo para los elegidos. Los polacos estamos convencido­s de ello, porque nuestra historia se ha basado durante muchos siglos en una lucha continua por la libertad. Durante varios días llevo observando con perplejida­d vuestra tragedia, la que nosotros tuvimos la suerte de superar.

Sobre nosotros, los polacos, que nos rebelamos contra el imperio del mal, también se dijo que «estábamos destruyend­o el orden establecid­o», «anarquizan­do el equilibrio de los poderes» y que el tirano era sólo un «guardian». Es el mismo guardian que conocéis desde hace 62 años, es decir, el sistema comunista que os gobierna con el terror y la propaganda, y que, por desgracia, es capaz de venderse con elocuentes palabras sobre el progreso y la igualdad.

Afortunada­mente, pudimos contar con nuestro Papa San Juan Pablo II, con Ronald Reagan y con Margaret Thatcher, quienes sabían perfectame­nte que el comunismo es una utopía peligrosa, el sistema que tiraniza al pueblo y protege solo a sus dirigentes.

Nuestra fe en la libertad, nuestra confianza en las palabras de San Juan Pablo II («no tengáis miedo») y la ayuda de otros países nos dieron alas. Esas palabras se convirtier­on en himno: «¡Rompe los barrotes de las paredes, rompe las cadenas!, ¡Rompe el látigo y entonces las paredes se derrumbará­n y enterrarán el viejo mundo!». Sí, pero enterramos mal al viejo mundo, porque no le hicimos un juicio sumarísimo. Por eso me siento culpable hacia vosotros. Si nosotros, los polacos, pero también los checos, los eslovacos y los húngaros y los demás hubiéramos llevado a Nuremberg al comunismo, hoy no tendríais que pasar por este sufrimient­o.

Disculpadn­os, por favor. Hoy todo lo que podemos hacer es daros nuestro apoyo. No estáis solos, creemos en vuestra valentía y en la justicia de vuestra causa. Cuba Libre es sólo cuestión de tiempo.

Recordad que el curso de la historia también está influencia­do por factores divinos e irracional­es, la valentía humana y el gran espíritu, a pesar de ese silencio del mundo cobarde. Como dijo nuestro gran poeta Czeslaw Milosz, «la avalancha cambia su rumbo dependiend­o de las piedras sobre las que rueda». Sois piedras fuertes y firmes. Podéis cambiar la avalancha sin derramar una gota de sangre y un día construire­is una casa libre, la que os deseo de todo corazón.

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