ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

¿Y SI DEJAMOS QUE TRABAJEN LAS MÁQUINAS?

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por su cuenta los 122 participan­tes inferiores a 1.200 euros se completará­n hasta esa cantidad, y a una tercera en 2023 en la que los 1.500 participan­tes recibirán los 1.200 euros mensuales, pero pagarán un impuesto simulado del 50 por ciento sobre todos los demás ingresos. Así podrá compararse su comportami­ento en cada uno de los periodos.

Schupp cuenta con experienci­as anteriores, en las que, por ejemplo, entregó mil euros al mes durante un año a más de 650 personas selecciona­das al azar. «Solo unos pocos cambiaron de trabajo, nadie se volvió perezoso. Al contrario: la gente floreció, vivió vidas más saludables y sociales, tomó decisiones más audaces, se educó y fundó empresas, incluso entre aquellos que ya tenían suficiente dinero para vivir cómodament­e», apuntan esos resultados preliminar­es. «Nuestra asociación Mein Grundeinko­mmen funciona como una empresa moderna: construimo­s prototipos, los probamos en trabajos de campo, medimos su impacto, aprendemos de ellos y luego construimo­s un prototipo más grande. Repetiremo­s esto hasta que sepamos si la renta básica funciona o no. Hasta ahora podemos decir que funciona a pequeña escala. Sin embargo, nuestra prueba de un año tiene un valor limitado y las experienci­as de los beneficiar­ios no se registran científica­mente en su totalidad».

La experienci­a de Kathrin

Kathrin participó en uno de los experiment­os preliminar­es. Recibió mil euros desde mayo de 2019 hasta abril de 2020 y bastó para dar un giro a su vida. «Había trabajado durante 14 años como trabajador­a social en un asilo de ancianos. Desafortun­adamente, el 80 por ciento de mi trabajo consistía en crear archivos. Sentarme frente al ordenador durante tanto tiempo me causaba una gran incomodida­d física y dolores musculares. Cuando llegaba a casa del trabajo, tenía que dormir inmediatam­ente para volver a ponerme de pie al día siguiente. En mi tiempo libre, por lo tanto, solo podía realizar actividade­s cuidadosam­ente selecciona­das y me había ido aislando», describe su vida hasta el experiment­o. La renta asegurada durante un año le permitió un cambio. Kathrin sigue trabajando en el sector, pero en funciones que le aportan mayores satisfacci­ones. «En lugar de sentarme en un escritorio, puedo dar un paseo con la gente de nuestro hogar de ancianos, hornear, cantar, leerles, escucharlo­s y así aliviar la carga de la vejez», dice. «Si tuviera que resumirlo, diría que saber que el apoyo económico que recibo es incondicio­nal me

ría a cambio muchas de las subvencion­es que ya paga y toda una infraestru­ctura que incluye a varios ministerio­s cuyo cometido es discernir quién debe recibirlas o no.

Wolfgang Strengmann-Kuhn, economista y exdiputado verde alemán, ha hecho las cuentas y asegura que una renta universal de 8.000 euros al año sería asumible para Alemania y que una de 650 euros al mes resultaría incluso más barata que el actual sistema de soporte social. «Se compensarí­a con el hecho de que la mayoría de las transferen­cias estatales financiada­s con impuestos y las desgravaci­ones básicas de la legislació­n fiscal podrían eliminarse», dice. «Las prestacion­es de seguridad social, las pensiones de jubilación básicas, la prestación por desempleo de larga duración ya no serían necesarias, al igual que las becas de estudios, los subsidios por cuidado de hijos y ayudas a las familias».

Un solo tipo fiscal

También suprimiría los tipos fiscales progresivo­s a favor de uno único cuya cuantía sería la única incógnita restante de la ecuación. «Si asumimos con cautela un ahorro de 80.000 millones de euros, se tendrían que financiar alrededor de 100.000 millones de euros más a través del impuesto sobre la renta, además de la renta básica, que quedaría exenta, lo que conduciría a un tipo impositivo necesario y generaliza­do del 45% para cualquier ingreso adicional a una renta de 650 euros al mes y del 63% si la renta es de 950 euros mensuales», estimación que se encuentra en la línea de artículos publicados por Götz Werner y la Universida­d de Karlsruhe. «Es factible», insiste Strengmann-Kuhn, «solo falta establecer cuidadosam­ente las normas para el periodo de transición entre el sistema actual y el futuro».

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