Chiflados

a tele es un imán de gilipollas. Salir en ella. Y de chiflados. Hasta de tíos con ballesta que te atacan a la salida del teatro porque te han visto en la tele. Ya decía Pla el año de la pera que «en cuanto uno se pone a escribir para el público entra en la categoría de justiciable». Pues imaginen la tele. Y tener una cara llamativa. Beatriz Montañez (‘El intermedio’, ‘Hable con ellas’) lo abandonó todo y se fue a una casa de pastor en una colina. Sin electricidad ni agua caliente. Aunque creo que sin ratas. Fran Rivera dijo en el ‘Lazos de sangre’ de María Jiménez que en Cantora se oyen «caminar las ratas». No sé si con bata de cola.

Montañez es como Thoreau, pero de verdad, que Thoreau era un farsante señorito del eremitismo. Montañez estuvo cinco años en un bosque a 25 kilómetros de cualquier hu

Lmano y escribió una novela donde lo contó, ‘Niadela’ (Errata Naturae). Y claro, había que promocionarla y volver a ofrecerse al público en sacrificio. Prensa, radio y televisión. Según ha contado en la cadena Ser, ahora se siente acosada en su retiro del bosque. Ha atraído a los curiosos. «Me he sentido enclaustrada en mi propia libertad». «Aquellos que tengan la intención o que estén buscando dónde está Niadela, o que quieran venir, que no lo hagan, que respeten mi decisión». Me quedo tranquila porque sé que tiene una motosierra. Porque un día se rebanó un dedo, cogió el trozo y condujo hasta el ambulatorio más cercano (a 30 kilómetros) para que se lo repusieran.

El novelista británico Anthony Powell decía que Virginia Woolf nunca pudo acostumbrarse al hecho de que, si escribes libros, tarde o temprano alguien va a ser grosero con ellos. Lo de Beatriz Montañez es otra cosa. Si los promocionas, sales de tu escondite y cuentas que vives en un escondite, el escondite se convierte en objeto de deseo. Que no hace falta pensar en ‘Misery’. Que la gente es un coñazo y lo mejor es que no sepan ni que existes.

Una expresión francesa: «Pour vivre hereux, vivons cachés». Para vivir felices vivamos escondidos. Y está claro que, si te has escondido, mejor que ni asomes la cabeza.