ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El fin de una liturgia
Tras el portazo que ha dado el Papa Francisco contra el ‘summorum’ de su predecesor relativo a la liturgia tridentina, quienes venimos asistiendo a la misma nos sentimos maltratados. Creo que el Papa piensa que la Iglesia no puede en absoluto dialogar con el mundo si se presenta revestida de unos ritos antiguos que hoy nadie entiende. A mis 75 años he oído misa tridentina tan solo los primeros dieciocho y los cuatro últimos, es decir, que he sido fiel a la misa reformada durante 53 años. En absoluto estoy apegado a los ritos de la misa tradicional. Los que preferimos la misa tradicional no lo hacemos en absoluto por hábitos adquiridos, motivos estéticos o apegos humanos, sino por motivos sobrenaturales.
La razón más importante por la que decidí acogerme a la liturgia tradicional no fue otra que la de huir de las liturgias oficiadas de modo arbitrario por gran parte de los sacerdotes, abuso del que tanto el Papa Francisco como sus predecesores se han quejado, por lo demás sin resultado alguno. El rito reformado, que tanto protege el Papa Francisco, en realidad no existe, ya que cada comunidad parroquial y con frecuencia cada sacerdote inventa para cada ocasión las palabras que tiene a bien emplear.
Es muy importante tener en cuenta que la evidente crisis posconciliar de la Iglesia, que dura ya más de 50 años, es en realidad la crisis de la vida interior de los fieles, y la vida interior de los fieles depende de la liturgia.
La mentalidad modernista que ha invadido la liturgia exige que desaparezcan total e inmediatamente todos los signos del misterio que constituyen el centro mismo de la santa misa. Hace falta dejar a los fieles rezar en paz. Y es eso lo que, según la disposición interior de cada fiel, permite, facilita y logra el rito tridentino de la misa.