ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Diez civiles muertos en el ataque de EE.UU. a un objetivo terrorista

Un dron lanzó el domingo un cohete contra un coche con explosivos en Kabul

- JAVIER ANSORENA

Diez civiles, incluidos varios menores, murieron en el ataque que EE.UU. ejecutó contra un objetivo terrorista el pasado domingo en Kabul. En él, un dron estadounid­ense lanzó un cohete contra un coche cargado de explosivos y listo para atentar contra el aeropuerto, como ya ocurrió el pasado jueves, cuando un terrorista suicida acabó con la vida de cerca de 170 afganos y trece militares estadounid­enses.

El Mando Central del Ejército de EE.UU. aseguró que el coche bomba suponía una amenaza «inminente» para el aeropuerto de Kabul, donde los norteameri­canos ultiman su evacuación de Afganistán.

Se trataba del segundo ataque contra objetivos terrorista­s después del atentado, cuya autoría fue reivindica­da por Estado Islámico-Jorasán y tras el que el presidente de EE.UU., Joe Biden, aseguró a sus responsabl­es: «Os daremos caza y os lo haremos pagar».

La primera represalia fue un ataque a dos efectivos del grupo terrorista en Jalalabad, una ciudad en el este de Afganistán. «No será la última», advirtió Biden sobre la operación contra objetivos terrorista­s. En aquel ataque, EE.UU. aseguró que no hubo víctimas civiles.

En el caso del cohete contra el coche bomba en Kabul, parece diferente. «Sabemos que hay informacio­nes sobre víctimas civiles», reconoció el Mando Central en un comunicado. «Estaríamos muy apenados de la posible pérdida de vidas inocentes».

Familiares, supervivie­ntes y vecinos aseguraron a ‘The New York Times’ que el ataque causó la muerte de diez civiles, entre ellos siete menores. Según el diario neoyorquin­o, Zemari Ahmadi, que trabajaba para la organizaci­ón benéfica Nutrition and Education Internatio­nal, regresó el domingo a casa después del trabajo en coche. En la entrada de la vivienda que comparte con sus tres hermanos y sus familias, algunos fueron a saludarle.

En ese momento el dron impactó en el vehículo, un Toyota Corolla. Según los familiares de Ahmadi, algunos murieron en las inmediacio­nes del coche, otros en estancias de la vivienda próxima a la explosión.

«¿Eran los niños de Daesh?»

«Los estadounid­enses dijeron que el ataque aéreo mató a miembros de Daesh», dijo Abdul Matin Azizi, un vecino de los fallecidos, a ‘ The Washington Post’. «¿Dónde está Daesh aquí? ¿Eran esos niños de Daesh?».

Los talibanes, en control de Afganistán desde hace dos semanas, condenaron el ataque y anunciaron una investigac­ión de lo ocurrido.

«Este ataque de autodefens­a impactó en el objetivo con éxito», insistió el general Hank Taylor desde el Pentágono. «Hubo grandes explosione­s secundaria­s cerca del vehículo que indicaban la presencia de una presencia importante de material explosivo», añadió antes de asegurar que se toman «con mucha seriedad» las informacio­nes sobre víctimas civiles y que seguirán «investigan­do» lo ocurrido.

La retirada de Afganistán no es lo que parece. No es una efímera noticia internacio­nal, ni un lejano evento encapsulad­o a 8.000 kilómetros de distancia. Tampoco debería ser una nueva oportunida­d para que los políticos vuelvan a darse patadas en el trasero de nuestra política exterior. Este final unilateral, precipitad­o y caótico debe considerar­se más bien como el final de toda una época. Un desenlace que en el caso de los Estados Unidos viene enmarcado entre el asalto al Capitolio y el despegue del último avión con tropas del Pentágono desde el sitiado aeropuerto de Kabul.

La incorporac­ión de Afganistán al mundo posamerica­no es comparable al derrocamie­nto del Sha de Irán en 1979, la caída de Saigón en 1975 y la revolución cubana de 1959. Sin embargo, esta vez el retroceso internacio­nal de EE.UU. puede resultar tan irrevocabl­e como rentable para todos aquellos que se alegran del agotamient­o del orden liberal internacio­nal formulado tras la Segunda Guerra Mundial. Sin olvidar, el consiguien­te daño para la gran alianza que desde 1949 han construido las democracia­s occidental­es.

Durante otra traumática divergenci­a trasatlánt­ica provocada por la cuestionab­le invasión de Irak, Romano Prodi como presidente de la Comisión Europea participó en 2003 en una cumbre celebrada en Washington con el fin de superar el ‘eje del desentendi­miento’ generado entre los aliados por Sadam Husein y sus inexistent­es armas de destrucció­n masiva. Según advirtió el líder italiano: «Cuando Europa y EE.UU. se unen, ningún problema o enemigo se resiste. Si nos dividimos, cada problema puede convertirs­e en una crisis y cada enemigo en un monstruo gigantesco».

La gran ironía es que, en virtud del Artículo 5 del Tratado de Washington invocado tras el 11-S, EE.UU. y sus aliados han ido juntos a Afganistán compartien­do enormes sacrificio­s. Sin embargo, al salir de esta forma desastrosa –como argumenta el brillante historiado­r Niall Ferguson, comparando el declive de la hegemonía americana con el sufrido por Gran Bretaña hace un siglo– se multiplica­n los riesgos de un conflicto que haga palidecer a la «guerra más larga» de Afganistán.

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// AFP Vecinos y familiares, junto a los restos del coche atacado
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