ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Un club que ha convertido el vestuario en una prisión de oro para sus futbolista­s

Intentar salir del PSG antes de terminar contrato, objetivo que pocos logran desde la llegada del Al-Khelaifi

- JORGE ABIZANDA

Respaldado por el paraguas económico del Emir de Catar, el PSG es un club que no tiene dolor de cabeza alguno cuando se lanza a la caza de jugadores a los que considera necesarios para reforzar su plantilla. Los 222 millones de euros puestos sobre la mesa para sacar a Neymar del Barcelona, el fichaje más caro de la historia del fútbol, ejemplific­an el poderío de un club en el que resulta sencillo entrar, pero muy difícil salir para aquellos que lo intentan antes de finalizar sus contratos. Un verdadero calvario para los que van un paso más allá y se atreven a retar y rebelarse contra el presidente Nasser Al-Khelaifi, el hombre que controla todo en el conjunto parisino. También el encargado de rendir cuentas ante el verdadero propietari­o del equipo, el emir de Catar. Desde ese temor puede entenderse el silencio público que ha mantenido Kylian Mbappé desde que el Real Madrid comenzara el cortejo a la entidad francesa para intentar un traspaso que sigue en el aire y que llega al último día de mercado sin resolverse. El PSG ni ha respondido a la oferta blanca.

Si existe un negociador difícil y complicado de convencer en el mundo del fútbol ese es Nasser Al-Khelaifi, un personaje al que no le ha temblado nunca el pulso a la hora de mandar al filial o dejar en la grada a jugadores ‘rebeldes’. Donato di Campi, antiguo agente del italiano Marco Verrati, definió gráficamen­te al PSG como una «prisión de oro» para los futbolista­s que intentan abandonar el castillo dorado sin el consentimi­ento de su guardián. Criado en el equipo parisino, el centrocamp­ista quiso abrir la puerta de salida antes de tiempo y en el verano de 2017 comunicó su intención de no renovar su contrato, que terminaba en junio del siguiente año, para marcharse al Barcelona. Un caso similar al que vive ahora Mbappé con el Real Madrid, aunque sin ese componente de rebeldía que tanto detesta el dirigente catarí.

Con Verrati, la reacción de Al-Khelaifi fue tan inmediata como contundent­e. El jugador fue presionado y en el tablero de ajedrez apareció la amenaza: renovación o grada hasta final de curso. El deseo del internacio­nal de poder jugar en el Camp Nou se desvaneció porque no aguantó esa presión y tardó poco en cambiar de representa­nte. Ya con Mino Raiola como consejero, llegó el acuerdo para estampar la firma en un nuevo contrato y continuar en la capital gala, donde permanece aún. El jeque tomó nota de aquel escarceo del Barça con su jugador y meses después llegó el fichaje de Neymar a golpe de talonario. El Real Madrid ha sabido medir muy bien sus pasos para no desatar guerras innecesari­as con el jeque.

Apartado del equipo

Pero Verrati no es el único que ha sentido la presión de Al-Khelaifi, una figura que en sus más de diez años al frente del PSG ha mantenido siempre el pulso a los futbolista­s los que ha catalogado como ‘rebeldes’. Adrien Rabiot acababa contrato en junio de 2019, pero su último partido con el club galo fue en diciembre de 2018. El centrocamp­ista fue apartado del equipo tras fracasar las negociacio­nes para una renovación de su contrato, situación que llegó a denunciar ante la comisión jurídica de la liga francesa. El jugador cumple ahora su tercera temporada en la Juventus, pero aquellos meses de destierro en la grada le marcaron.

En su juventud, Nasser Al-Khelaifi, hijo de un pescador de perlas de Doha, intentó hacerse un nombre dentro del mundo del tenis, el deporte que le permitió conocer y entablar una gran amistad con el ahora emir de Catar, al que daba clases con la raqueta cuando era un niño. En 2011, después de comprar el club, Hamad bin Jalifa Al-Thani le colocó al frente del Paris Saint-Germain con el mandato de convertirl­e en uno de los mejores equipos del planeta. Para ello necesita los mejores jugadores y no escatima el dinero para lograrlo. Tampoco otros recursos para retener a sus estrellas y a futbolista­s que no alcanzan ese cartel.

Le sucedió al brasileño Thiago Motta en 2015 cuando estaba en negociacio­nes para renovar su contrato con el PSG y apareció una oferta del Atlético de Madrid, en el que había jugado años antes. El centrocamp­ista mostró su deseo de abandonar el club e incluso llegó a negarse a disputar los primeros partidos de pretempora­da, pero no consiguió torcer la voluntad del dueño del club, que llegó a lanzar advertenci­as veladas al club español para alejarse de su jugar. La amenaza de tocar su vestuario apareció y la historia se acabó. El final de la de Mbappé se conocerá definitiva­mente hoy.

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// ABC Kylian Mbappé, ayer a su llegada a la concentrac­ión de la selección francesa

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