ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

OPERACIÓN RETORNO AL ‘PARAÍSO’ TALIBÁN

Centenares de afganos vuelven a su país desde Pakistán tras el triunfo de los islamistas

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Grupos de afganos, junto al paso fronterizo de Torkham

EE.UU. 120.000 personas abandonaro­n el país, pero miles de colaborado­res quedaron en tierra. Qatar, que junto a Turquía se ha convertido en el gran puente de los talibanes con la comunidad internacio­nal, trabaja en la reapertura del aeropuerto y el posible establecim­iento de un corredor humanitari­o. Los talibanes repiten a diario que dejarán salir a quienes tengan un visado, el problema es que muchos no lo tienen y que con el aeropuerto cerrado solo quedan las fronteras terrestres, pero los vecinos las mantienen semisellad­as.

La puerta del ‘emirato’

Decenas de hombres se agolpan en una especie de prisión alargada y cubierta por una tejavana que es el acceso de peatones al puesto fronterizo en el lado de Pakistán. Las mujeres pasan por otro lado al que los hombres no podemos acceder. Ajbar espera a su hija Sabrina, que se casó hace diez con un afgano, se fue a vivir a Jalalabad y desde entonces nunca ha vuelto. «Tenía planeado el viaje desde antes de la llegada de los talibanes, pero todo se ha ido retrasando y ahora no hay manera de lograr el permiso de Pakistán, ella está a un lado de la frontera y yo al otro». La zona norte de Pakistán y el sur de Afganistán es territorio pastún, familias enteras están separadas por una frontera, pero comparten lengua, cultura y tradicione­s.

Heal Mohamed es conductor de camiones. Sufrió un accidente a comienzos de agosto y se desplazó a Peshawar para recibir tratamient­o en un hospital. Ahora, ya recuperado, no duda de su deseo de volver a casa: «Mi familia vive en Kabul, hablo a diario con ella y

me dicen que hay problemas económicos, pero no de seguridad. La capital está tranquila y la ruta es segura». El mantra de la seguridad se repite entre los que esperan su turno para presentar su pasaporte. También el de la economía, aunque la noticia de que Western Union, compañía especializ­ada en envío de dinero, retoma la actividad fue una puerta de esperanza.

Daud también viajó hace unas semanas a Pakistán por temas médicos, tuvo que acompañar a su madre. «He recibido la llamada de mi colegio para decirme que las clases han comenzado de nuevo y que debo incorporar­me, ¿por qué no lo voy a hacer? Mi vida está allí y quiero completar mis estudios», comenta mientras prepara los papeles que le permitirán cruzar. Asmare se ha vestido su mejor salwar kamize (traje típico de la zona con pantalones y blusa anchos), ha metido varios regalos en su maleta de ruedas y atraviesa sonriente esta especie de largo pasillo enrejado. «Los medios occidental­es hablan solo de cosas negativas, pero nosotros vemos una cosa que es la más importante de todas: con los talibanes en el poder tenemos una oportunida­d de vivir en paz. Estamos hartos de guerra tras guerra. Me voy a ver a mis amigos a Jalalabad y regreso en una semana». Se despide con una amplia sonrisa.

Una vez cruzado el puesto de Pakistán hay que recorrer un kilómetro para llegar al afgano. Torkham significa «montaña negra» y el escenario es de novela de Tolkien, la pequeña carretera serpentea entre la enormidad de unas montañas que te hacen sentir de juguete. La valla está levantada, pero justo después los primeros talibanes dan el alto a los recién llegados. Han izado una gran bandera del ‘emirato’ y cortan el camino con una de las furgonetas todoterren­o que antes usaban Policía y Ejército.

Detrás del vehículo hay un grupo de unas 200 personas que esperan su turno para cruzar a pleno sol. El trabajo principal de los milicianos es el control de los camiones que pasan sin parar cargados hasta los topes y levantado un polvo que nubla hasta las montañas. Intercambi­an comentario­s con los militares paquistaní­es allí desplegado­s y no ponen ningún impediment­o ante las cámaras. Se les nota relajados y con la confianza de quien tiene la fuerza. Algunos se tapan la cara con pañuelos, otros la llevan descubiert­a, todos van fuertement­e armados. Después de décadas en la clandestin­idad ahora ellos imponen el orden. «No hay de momento un fuerte tráfico de personas porque los dos lados pedimos tener todos los documentos en regla, pero la cosa empieza a funcionar», comenta el coronel Rizwan Nazir. Los militares destacan que la coordinaci­ón con los talibanes ha hecho que «la situación permanezca estable».

Islamabad mantiene una política de puertas cerradas, asegurando que «no se ha dado a una sola persona el estatus de refugiado».

«Mi familia vive en Kabul. Me dicen que hay problemas económicos, pero no de seguridad. La capital está tranquila»

«Con los talibanes en el poder tenemos una oportunida­d de vivir en paz. Estamos hartos de guerra tras guerra»

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// M. A. Paso de Torkham, donde coinciden soldados paquistaní­es y talibanes
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// M. A. Ajbar espera a su hija, que desde que se casó hace diez años no ha vuelto de Jalalabad (Afganistán)

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