ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
En la muerte de Antonio Martínez Ballesteros
Nos toca a nosotros mantener con vida la luz de su recuerdo y de su obra
iempre me he quejado de que se hace poco por el teatro. Se lee poco en los colegios, apenas hay dramaturgos y compañías de teatro, y el teatro que se representa suele mirar demasiado a las obras clásicas. No está de más recordar esto ahora que acaba de fallecer uno de los escritores que más ha hecho por el teatro en nuestra tierra: Antonio Martínez Ballesteros.
Fue un autor prolífico, pues escribió numerosas obras de teatro (¡más de 125!), además de novelas, guiones para la televisión, memorias y adaptaciones teatrales (como la novela Doña Perfecta de Galdós). Consiguió premios relevantes de teatro como el Rojas Zorrilla, el Buero Vallejo y el Castilla-La Mancha (con una obra en la que una joven esposa lleva treinta años hibernando -que es la encarnación simbólica del pueblo español- y se despierta con un ma
Srido envejecido que quiere reanudar la relación en el momento en el que se vio interrumpida).
Si hay un rasgo que caracteriza su obra es el de su variedad temática, pues tiene piezas cómicas, de denuncia social, experimentales, de corte histórico, simbolistas, dramáticas... A. Méndez Moya, que es el principal estudioso de su obra, clasifica su obra de acuerdo con los siguientes ciclos: el de la memoria social (en el que el autor se centra sobre todo en criticar la moral burguesa-capitalista), el de la dictadura (que plasma su oposición radical a la dictadura franquista), el de la burocracia (donde cuestiona el ambiente inmovilista de los funcionarios y oficinistas), el del metateatro (en el que reflexiona sobre el mundo escénico), el de comedias humorísticas (que representan el aspecto más comercial de su teatro), el de la memoria (con su visión de la España que quedó después de la guerra civil, sobre todo a través de la mirada de los vencidos, y la decepción que supone que la democracia no conlleve una ruptura total con el régimen anterior) y el del teatro infantil.
El propio autor confiesa en una entrevista que los temas fundamentales de sus obras son «el abuso del poder, la memoria histórica, las recomendaciones, el ejercicio de la violencia, el consumo desmedido, el afán de trepar en la sociedad, el egoísmo, la envidia, el hacer pasar la mentira por verdad y la verdad por mentira... En fin, todas aquellas cosas que se pueden considerar como lacras de nuestro tiempo». Por tanto, su estilo se engloba dentro del realismo, dando un enfoque crítico, no exento de sentido del humor, a muchos problemas sociales.
No solo destacó por escribir teatro, sino también por difundirlo. Con ese ánimo fundó en 1966 el grupo de teatro Pigmalión, que ha llevado numerosas obras por distintos ámbitos de la geografía española y también fuera de nuestro país durante más de cincuenta años. A partir del 2002 fue el coordinador de lecturas dramatizadas que tuvieron lugar en la Biblioteca de Castilla-La Mancha, en las que no solo se leían textos sino que contaban con la asistencia de sus autores, de la talla de Rodríguez Méndez, J. Salom y Alonso de Santos, entre otros.
Era Hijo predilecto de Castilla-La Mancha. En el 2013 se le concedió la medalla de oro de la ciudad de Toledo. Esto no lo vivió como una manera de ser profeta en su tierra, pues siempre se quejó de que sus libros no eran suficientemente conocidos y que su obra apenas se representaba.
Esto es lo que habría que subsanar de alguna manera. Martínez Ballesteros era un hombre bondadoso, un amante de la música y del cine, tenía mucho sentido del humor, poseía una voz lenta y fuerte. Su vida estaba volcada en su gran pasión por el teatro, con el que no solo buscaba entretener sino reflejar su compromiso para denunciar algunos de los problemas sociales de nuestro tiempo. Con su desaparición se empobrece el mundo y deja un enorme hueco en el mundo literario y en el corazón de quienes lo conocimos. Nos toca a nosotros mantener con vida la luz de su recuerdo y de su obra.