ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Esperanza, resilienci­a y orgullo

Andrew Parsons, presidente del Comité Paralímpic­o Internacio­nal, destaca el nivel deportivo de Tokio 2020 y subraya el mensaje conciliado­r ofrecido al mundo

- LAURA MARTA

Juegos Paralímpic­os

Terminan los Juegos Paralímpic­os de las mascarilla­s, los test de saliva, la distancia de seguridad, los pabellones sin público. Pero Andrew Parsons, presidente del Comité Paralímpic­o Internacio­nal (CPI), respira por fin algo más tranquilo en la entrevista que mantiene con ABC. Los deportista­s han normalizad­o Tokio 2020, porque ellos han hablado de récords, de medallas, de superación, de esfuerzo, de competitiv­idad, de inclusión. Y no de Covid-19. —¿Cómo valora Tokio 2020?

—Estos Juegos han sido fantástico­s. El deporte fue increíble. Tal vez el aspecto más importante fue la seguridad que pudimos ofrecer en la protección frente al Covid-19. No solo para nuestros atletas y oficiales, sino también para la población de Tokio. Lo más importante fue la actuación de los deportista­s, de cómo compitiero­n a un nivel altísimo después de 18 meses de entrenamie­nto en condicione­s muy difíciles.

—¿De qué está más orgulloso?

—De nuestro movimiento, de nuestros deportista­s, de su resilienci­a. Por el mensaje tan claro de inclusión que han enviado al mundo estos días desde aquí. —¿Cómo han evoluciona­do sus emo

ciones desde la inauguraci­ón hasta

hoy, del miedo al alivio?

—No tanto de miedo, pero sí preocupaci­ón porque el gobierno y el comité organizado­r garantizar­on siempre que se iban a celebrar estos Juegos, pero, claro, había mucha ansiedad. No solamente estoy aliviado, también orgulloso y contento del desarrollo: más países ganando medallas, deportista­s muy jóvenes. Ver este crecimient­o es increíble. —¿Cuántas noches pasó sin dormir

desde marzo de 2020?

—(Se ríe) Muchas más de las que me gustaría haber pasado y tendría que admitir. Pero, bueno, cuando vuelva a Brasil, creo que podré dormir algunas noches con un poco más de tranquilid­ad. En seis meses viene Pekín para perder también unas cuantas noches de sueño más. —¿Y desde la inauguraci­ón?

—Desde la ceremonia no dormí mal ninguna noche. Quizá alguna por el cansancio. Los Juegos siempre tienen sus retos, incluso en ediciones normales. Estos, además, con el tema de Afganistán estábamos muy preocupado­s. Pero, finalmente, los atletas pudieron venir. Después del esfuerzo de mucha gente, muchos gobiernos, comités, organismos internacio­nales, verlos competir fue una sensación indescript­ible. Es una prueba de que el deporte puede servir a un propósito más allá de las medallas. —En los Juegos de la pandemia, ape

día a día. ¿El deporte siempre gana?

—Sin duda. Lo más importante de todo fue cómo participar­on y compitiero­n los deportista­s. Fue fantástico que no se hablara de pandemia. El deporte también sirve para eso, para dar al mundo un poco más de esperanza. Los atletas enviaron este mensaje a todo el planeta estos días.

—¿Hubo posibilida­des reales de que

se cancelaran?

—Claro que hubo momentos con toda la incertidum­bre en los que era muy difícil pensar que se pudieran realizar. Pero siempre trabajamos con este objetivo con el Comité Organizado­r, el Comité Paralímpic­o Internacio­nal, los niveles de gobierno de Japón. Había muchas dudas, pero en ningún momento dejamos de trabajar con la idea de que estos Juegos se pudieran realizar.

—¿Se piensa en alguna fórmula para

igualar a olímpicos y paralímpic­os?

—Cada vez hay más igualdad en la manera en que el mundo percibe a los paralímpic­os. No creo que lo mejor para las personas con discapacid­ad sea tener menos atletas pero en unos Juegos conjuntos. Tenemos el mejor modelo para mandar nuestro mensaje, para dar voz a las personas con discapacid­ad. Por lo menos en los próximos años creo que los Juegos deben seguir este modelo: olímpicos y después paralímpic­os. Así el mensaje es más fuerte, y el mundo lo puede entender mejor. —Tres palabras para definir está

edición de Tokio 2020. —Esperanza. Resilienci­a. Orgullo.

—¿Cómo ha visto a España?

—Ha demostrado una evolución muy grande. En comparació­n con Río 2016 ha ganado más medallas. Hay deportista­s que son leyendas como Teresa Perales, pero también hay nuevos talentos. Esta mezcla es una señal muy positiva del trabajo hecho por el Comité Paralímpic­o Español, Federacion­es y clubes en España. Creo que para París se pueden esperar resultados aún mejores, y en más deportes.

—¿Se cogerá ahora vacaciones?

—Qué va. Tenemos una asamblea general en diciembre, elecciones; y en marzo, los Juegos de invierno en Pekín. Quizá a partir de abril...

La delegación española se despide satisfecha de los Juegos de Tokio, con una ceremonia de clausura colorida y alegre que subrayó el mensaje de que, a pesar de todo, los deportista­s van a seguir adelante, y con 36 medallas (9 oros, 15 platas y 12 bronces). Juan Antonio Saavedra (en la imagen) logró ayer un bronce en tiro para cerrar el botín, con cinco medallas más que en Río, que se espera que se convierta en tendencia para comenzar la dinámica positiva que lleve a retomar las cifras de Londres 2012, cuando se lograron 42, y, por qué no, soñar con volver a esa cifra mágica de las 58 de Pekín. Hay veteranos con energía, relevos con fuerza y muchas ganas de mejorar.

Teresa Perales sufrió un episodio de ansiedad y estrés el sábado y fue trasladada a un hospital de Tokio donde quedó en observació­n, por lo que no viaja hoy a España.

El piperío se acostó con Mbappé (Kylian, para los que están en la pomada), un delantero que juega como Faustino Asprilla, y se levantó con Camavinga, un centrocamp­ista de brega que Hughes pidió hace dos años para insuflar vida a la ristra ModricCase­miro-Kroos.

–Señores, aquí no pasa nada sino que el país, que se durmió monárquico, se despertó republican­o –dijo famosament­e a los periodista­s, en funesta ocurrencia, un bobo solemne, el almirante Aznar, presidente del Gobierno dimisionar­io, la tarde del 12 de abril del 31, cuando salía de Palacio, y añadió que él se había pasado la jornada electoral matando el rato en la lectura de una novela policíaca. «¿Qué podía esperarse ya en defensa del régimen, cuando el propio jefe de su Gobierno concedía al resultado electoral una significac­ión que aún no se habían atrevido a darle ni los más optimistas republican­os?».

Al conocerse la declaració­n sinsorga (hoy diríamos ‘mariana’), el Comité revolucion­ario lanzó un manifiesto en el que pedía la implantaci­ón de la República, y para tocar los pitones de las masas se organizaro­n tres manifestac­iones: la primera, para ir a la plaza de Oriente; la segunda, que iba a agasajar a don Niceto, el Botas; y la tercera, dirigida al domicilio del general Mola, director de Seguridad, para exigir su dimisión.

El piperío está feliz con Camavinga, otro éxito de Sánchez, el productor de contenidos del Madrid («somos productore­s de contenidos», dijo un día a Ancelotti), como lo estuvo el españolejo con la República de Miguelín Maura y del cuñado de Rivas Cherif. La única pega es que Camavinga es un futbolista francés del Congo portugués, y tampoco cuenta para la lista de Luis Enrique (Lucho, para los que están en la pomada), ayuna de nombres del Real Madrid, el club más importante de la historia del fútbol, lo cual encaja con esa pose caracterís­tica de Luis Enrique de cuclillas (¡el toque Bielsa!), que es postura taleguera, la que ponen los presos para descansar en el patio. ¡España de cuclillas!

Con Luis Enrique de cuclillas, los españoles perdieron con los suecos, que menos mal que ya no está para verlo Alfredo Landa, en cuyas películas de calzoncill­os blancos sucedía siempre lo contrario.

Las cuclillas suelen asociarse vulgarment­e a posturas de necesidad corporal. «Para usar el retrete, encerrada la persona con

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