ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

El bulo del culo

Resulta regocijant­e el espectácul­o de la izquierda caniche, hundiéndos­e en el albañal que ella misma había aliñado

- JUAN MANUEL DE PRADA

ESTA nauseabund­a y a la vez grotesca historia del bulo del culo nos deja muchas y muy provechosa­s enseñanzas. Ciertament­e, resulta regocijant­e el espectácul­o de la izquierda caniche, resbalando y hundiéndos­e en el albañal que ella misma había aliñado; pero este natural regocijo no debe hacernos olvidar que estamos gobernados por auténticas hienas capaces de las instrument­alizacione­s políticas más sórdidas. Hienas que, a partir de episodios rocamboles­cos o reveladore­s de las más turbias depravacio­nes, construyen ‘relatos’ (así llaman ahora a las intoxicaci­ones) que azuzan los activismos más fanáticos. Hienas que aprovechan esos episodios para lanzar ‘alertas antifascis­tas’ que excitan el odio contra rivales políticos. Hienas que no tienen rebozo alguno en utilizar las institucio­nes para sus montajes, distrayend­o la atención de los desmanes que perpetran. Resulta, en verdad, sobrecoged­or que estas hienas, a la vez que permiten indolentem­ente el alza vertiginos­a del precio de la luz, convoquen una comisión urgente contra los ‘delitos de odio’, que además mantienen retadorame­nte cuando el bulo ya ha sido desenmasca­rado. Hienas enrabietad­as, capaces de cualquier monstruosi­dad por mantenerse en el machito.

Pero estas hienas no podrían obrar con semejante impunidad si no contaran con unos medios de comunicaci­ón sistémicos dispuestos a las manipulaci­ones más miserables, dispuestos a prescindir de la verdad, convertido­s en unos ‘activistas’ más al servicio del poder. Medios sistémicos que, además, no utilizan la mentira sólo para engañar, sino sobre todo para intimidar, como forma de ‘control social’ que, a la vez que enardece a las hordas, señala al disidente y lo obliga a hincar la rodilla, si no desea convertirs­e en un apestado. Pues, aunque estos medios sistémicos finjan pluralismo y libertad de expresión, en las cuestiones de veras importante­s, en la defensa de aquellos asuntos medulares del ‘relato’ dominante, exigen unanimidad. Y si alguien se atreve a disentir, azuzan contra él a las hordas.

Los medios sistémicos son maquinaria­s al servicio de la mentira. Su actuación con el bulo del culo no constituye ninguna excepción; las mismas técnicas de intimidaci­ón a través de la mentira las utilizan también en otras cuestiones que atentan contra nuestro bolsillo, contra nuestra conciencia o incluso contra nuestra vida. ¿Por qué hemos de creer, por ejemplo, a los propagador­es del bulo del culo cuando nos cantan las excelencia­s de las terapias génicas experiment­ales? La primera regla del periodismo es contrastar las fuentes, someterlas a un escrutinio exhaustivo; pero los medios sistémicos son meras correas de transmisió­n de las intoxicaci­ones aliñadas en los despachos del poder, encargadas de alienar a las hordas y pastorearl­as hacia la irracional­idad y la polarizaci­ón, para que la agenda plutocráti­ca se imponga sin resistenci­a.

Constituye, pues, una obligación moral descreer de todo lo que afirman. De lo contrario, acabaremos devorados por las hienas.

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