ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El bulo del culo
Resulta regocijante el espectáculo de la izquierda caniche, hundiéndose en el albañal que ella misma había aliñado
ESTA nauseabunda y a la vez grotesca historia del bulo del culo nos deja muchas y muy provechosas enseñanzas. Ciertamente, resulta regocijante el espectáculo de la izquierda caniche, resbalando y hundiéndose en el albañal que ella misma había aliñado; pero este natural regocijo no debe hacernos olvidar que estamos gobernados por auténticas hienas capaces de las instrumentalizaciones políticas más sórdidas. Hienas que, a partir de episodios rocambolescos o reveladores de las más turbias depravaciones, construyen ‘relatos’ (así llaman ahora a las intoxicaciones) que azuzan los activismos más fanáticos. Hienas que aprovechan esos episodios para lanzar ‘alertas antifascistas’ que excitan el odio contra rivales políticos. Hienas que no tienen rebozo alguno en utilizar las instituciones para sus montajes, distrayendo la atención de los desmanes que perpetran. Resulta, en verdad, sobrecogedor que estas hienas, a la vez que permiten indolentemente el alza vertiginosa del precio de la luz, convoquen una comisión urgente contra los ‘delitos de odio’, que además mantienen retadoramente cuando el bulo ya ha sido desenmascarado. Hienas enrabietadas, capaces de cualquier monstruosidad por mantenerse en el machito.
Pero estas hienas no podrían obrar con semejante impunidad si no contaran con unos medios de comunicación sistémicos dispuestos a las manipulaciones más miserables, dispuestos a prescindir de la verdad, convertidos en unos ‘activistas’ más al servicio del poder. Medios sistémicos que, además, no utilizan la mentira sólo para engañar, sino sobre todo para intimidar, como forma de ‘control social’ que, a la vez que enardece a las hordas, señala al disidente y lo obliga a hincar la rodilla, si no desea convertirse en un apestado. Pues, aunque estos medios sistémicos finjan pluralismo y libertad de expresión, en las cuestiones de veras importantes, en la defensa de aquellos asuntos medulares del ‘relato’ dominante, exigen unanimidad. Y si alguien se atreve a disentir, azuzan contra él a las hordas.
Los medios sistémicos son maquinarias al servicio de la mentira. Su actuación con el bulo del culo no constituye ninguna excepción; las mismas técnicas de intimidación a través de la mentira las utilizan también en otras cuestiones que atentan contra nuestro bolsillo, contra nuestra conciencia o incluso contra nuestra vida. ¿Por qué hemos de creer, por ejemplo, a los propagadores del bulo del culo cuando nos cantan las excelencias de las terapias génicas experimentales? La primera regla del periodismo es contrastar las fuentes, someterlas a un escrutinio exhaustivo; pero los medios sistémicos son meras correas de transmisión de las intoxicaciones aliñadas en los despachos del poder, encargadas de alienar a las hordas y pastorearlas hacia la irracionalidad y la polarización, para que la agenda plutocrática se imponga sin resistencia.
Constituye, pues, una obligación moral descreer de todo lo que afirman. De lo contrario, acabaremos devorados por las hienas.