ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

William Rodríguez desbloqueó con su llave maestra el acceso a las escaleras de emergencia

- J. ANSORENA

William Rodríguez vive en New Jersey en una casa corriente, pero guarda una historia extraordin­aria. Tiene que ver con una llave que esconde en su bolsillo y que muestra por sorpresa en su mano, con la facilidad con la que un mago saca una moneda de la manga. «Le dicen la llave de la esperanza», cuenta sobre el objeto, de apariencia también corriente, pero que fue clave para la superviven­cia de muchos en la mañana del 11 de septiembre de 2001.

Rodríguez, de hecho, era entonces aficionado a la magia y al escapismo. Las facturas, sin embargo, las pagaba con una dedicación menos encantador­a: limpiaba los 110 pisos de escaleras de una de las Torres Gemelas, la Norte. Nada de varita ni chistera. Fregona y llave maestra, que abría todas las puertas que daban a las escaleras de emergencia. Casi nunca se usaban, en un edificio con casi cien ascensores, pero aquel día, quedaron inutilizad­os. La fortuna y la tozudez de Rodríguez permitiero­n que la llave abriera también la puerta a la vida después de que los terrorista­s hirieran de muerte a las torres en su atentado.

«Solo había cinco llaves maestras del edificio. Los jefes de mis jefes tenían cuatro y yo la quinta. Ellos se fueron corriendo», recuerda en el sótano de su casa en North Bergen, rodeado de recuerdos y fotos del 11-S. Hasta el sillón en el que se sienta para la entrevista estuvo en su día en las Torres Gemelas.

La primera explosión sorprendió a Rodríguez en el sótano del edificio. La Torre Norte fue la primera en recibir el impacto de los aviones secuestrad­os por los terrorista­s de AlQaida. En la confusión del momento –¿era un terremoto? ¿era una bomba, como la de 1993?–, Rodríguez ayudó a evacuar a catorce de sus compañeros y a un hombre que llegó con el cuerpo calcinado. Fuera observó la columna enorme de humo que salía del edificio. Lo primero que pensó fue en sus amigos, en la gente que trabaja en ‘ Windows of the World’, el restaurant­e de la última planta. «Yo tenía ahí doscientos amigos. La factura emocional que deja te sacude los cimientos», recuerda ahora.

Esa fue la razón por la que, en lugar de salir de la zona y buscar refugio, regresó a las torres a sacar más gente, entre otros, dos personas atrapadas en un ascensor de mercancías. Y volvió una vez más, esta vez para ir piso por piso abriendo las puertas que daban paso a las escaleras de emergencia. Según su relato, esas puertas metálicas solo se abrían cada cuatro pisos, por la regulación contra incendios. Y la sacudida del avión contra el edificio afectó a los marcos de muchas puertas y las bloqueó.

—El instinto de superviven­cia le tendría que haber movido a salir de allí cuanto antes. ¿Por qué regresó? —Se explica con una palabra: compasión. Siempre he dicho que la compasión humana es más fuerte y más duradera que la violencia. En ese momento no pensé en mí, estaba pensando en mis amigos, en la necesidad de sacar la mayor cantidad de gente en el menor tiempo posible. —¿Se considera un héroe?

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// ABC William Rodríguez muestra la llave maestra que salvó vidas el 11-S

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