ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Alto el fuego

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Se barrunta algo. En las últimas semanas hay señales de que puede que se estén empezando a dar las circunstan­cias para que Rusia y Ucrania se sienten en una mesa para tratar de zanjar la guerra. Desde la informació­n hace pocos días en el ‘ WSJ’ que apuntaba a la corriente dentro del Gobierno americano que las cosas no podían irle mejor a Ucrania y que era el momento de sentarse a hablar. Al propio resultado de las legislativ­as hay quien también las interpreta­n como un probable impulso a buscar una solución pactada. O las declaracio­nes de Xi Jimping en el G-20, en las que de aquella manera amonestaba a los rusos. O, incluso, el mayor pragmatism­o que subyace en el reciente reconocimi­ento de inmunidad del príncipe saudita.

Llegados a este punto parece que todas las partes tienen incentivos para buscar el alto el fuego. Y más allá de que lógicament­e no sé si esto va ser o no así, lo que me toca destacar es cómo cambiaría el cuadro macroeconó­mico si sucediera. De la noche a la mañana, que se declarara el alto el fuego las estimacion­es económicas podrían cambiar radicalmen­te. Hoy, todas las previsione­s están construida­s con precios de materias primas y, en concreto el gas, que probableme­nte tengan poco que ver con lo que sería si hubiera un alto el fuego. Las estimacion­es del precio del gas están hechas sobre supuestos de suministro­s rusos en mínimos. Y si llegara el alto el fuego, probable

mente el suministro se reanudaría antes de lo esperado echando por tierra las previsione­s actuales.

Con el gas más barato, la película cambia por completo. La evolución de la inflación sería otra. Los bancos centrales actuarían en consecuenc­ia. Y el crecimient­o económico se resentiría menos.

De hecho, las circunstan­cias hoy son distintas (por mejores) a lo que eran tras el verano. Entonces, el gas estaba en 350 euros y hoy está por debajo de 100. Este movimiento ya se ha trasladado a la energía y no tardará en hacerlo a las lecturas de inflación en Europa. Otra eventual caída tendría efectos parecidos en un momento en el que el final de la guerra también redundaría en la mejora de la maltrecha confianza. Las previsione­s económicas son siempre una raya en el agua, pero hoy todavía más. Un giro que en algún momento llegará de la guerra puede cambiarlas por completo. Así que si nunca hay que tomárselas demasiado en serio (tampoco en broma), hoy menos.

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