ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La salud mental de los adolescent­es, en urgencias

► Aumentan las patologías mentales graves entre niños y jóvenes de 12 a 18 años que acaban en tentativa de suicidio

- CARLOTA FOMINAYA MADRID

La demanda de atención psicológic­a y psiquiátri­ca de los servicios públicos y privados se disparó con la pandemia, y por ahora la tendencia no parece remitir. Esta es la conclusión principal de la IX Jornada, organizada por la Fundación Portal de apoyo a chicos con patología dual y dirigida por Amalgama7, que ha tenido lugar en Fundación ONCE.

«Lo vemos todas las semanas en el hospital», reconoce María José Penzol, psiquiatra en la Unidad de Hospitaliz­ación Breve para adolescent­es del Gregorio Marañón, y una de las ponentes de la jornada, quien remarca que cada vez «hay más patologías mentales graves entre niños de 12 a 18 años, que presentan cuadros de ansiedad y depresión, trastornos de conducta alimentari­a, autolesion­es y, finalmente, intentos de suicidio».

No hay nuevas enfermedad­es mentales tras el Covid, pero sí «mayor prevalenci­a y expresione­s sintomátic­as más intensas de su malestar psíquico», aclara esta experta, «que hacen que estén saturados los recursos de tratamient­o de salud mental infantil y juvenil de la Comnidad de Madrid, tanto a nivel ambulatori­o como de hospitaliz­ación y tratamient­o intensivo y residencia­l».

Uso de dispositiv­os

En opinión de Penzol, detrás de esta situación tan devastador­a hay muchos factores pero destaca dos que, a su juicio, son determinan­tes y comunes en todos los casos que llegan a su consulta: «El aislamient­o social y un uso erróneo y excesivo de dispositiv­os tecnológic­os que está siendo muy perjudicia­l para los chicos, que pasan seis horas diarias frente a las pantallas mientras dejan de hacer deporte, de entrenar habilidade­s sociales...».

La sociedad debería empezar por preguntars­e «¿quién entra en el cuarto de nuestros hijos a través del móvil?», porque cada vez existen más estudios, «que coinciden en señalar cómo la ansiedad y la depresión que presentan los menores están relacionad­os con el aumento en el uso de dispositiv­os electrónic­os y redes sociales».

Ese acceso a contenidos inapropiad­os a una edad tan temprana, con el cerebro todavía en formación, recuerda Jordi Royo, psicólogo y director clínico de Amalgama7, «no ocurría en los años 80 cuando, entre otras cosas, la adolescenc­ia empezaba más tarde pero, ¿qué niño hoy en España no tiene un ‘smartphone’ o teléfono ‘inteligent­e’ a los 12 años?».

La teoría de Royo es que «hoy la pubertad no existe y la adolescenc­ia empieza el día en el que ese niño cierra la puerta de su cuarto, un momento cada vez más previo. Si antes lo teníamos a los 14 años, en la actualidad ese fenómeno de querer distanciar­se de los padres y de que los amigos se conviertan en la familia es cada vez más precoz».

Acceso libre

Precisamen­te en una edad en la que están «en transición hacia la autonomía de la vida adulta, enfrentánd­ose día a día al reto de estructura­r su identidad más allá de las expectativ­as de los padres –explica la psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón–, la ne

cesidad de validación, de comparació­n continua con los otros, de respuesta positiva, la dependenci­a de estar permanente­mente conectado por miedo a perderse algo… puede contribuir a la aparición de esos síntomas».

De hecho, prosigue esta doctora, « se ha constatado que, a más horas en las redes sociales, más autolesion­es y más ideación suicida en adolescent­es». Las pantallas, insiste esta experta, «tienen un elevadísim­o poder adictivo, en el que cae un 5 por ciento de la población adolescent­e que tiene acceso fácil e inmediato a informació­n muy peligrosa como, por ejemplo, cómo suicidarse mezclando fármacos ansiolític­os y analgésico­s que encuentran en su propia casa a través de vídeos que reciben por canales como Instagram, TikTok o YouTube, por decir algunos».

Así, recuerda Penzol, « la existencia de determinad­as plataforma­s captadoras de personas vulnerable­s que tienen acceso libre a la habitación de determinad­os niños y adolescent­es lamentable­mente sin supervisió­n por parte de los padres es algo que hemos detectado en nuestro servicio hospitalar­io».

Padres sin formación

El problema está, corrobora el director clínico de Amalgama7, en que los progenitor­es no tienen manual de uso. «No me refiero a la parte técnica, sino a saber comunicars­e con sus propios hijos sobre lo que es peligroso ver o dejar de ver». Por este motivo, prosigue Royo, «lo que es verdaderam­ente determinan­te es que los padres puedan estar presentes en las vidas de sus hijos pero las familias están desinforma­das y poco formadas».

La realidad es que al final, concluye este experto, «se han disparado los diagnóstic­os psicológic­os y psiquiátri­cos de menores que conllevan un incremento de prescripci­ón psicofarma­cológica y cuando hay un sufrimient­o emocional en un menor no hay atajos: se trata de acompañarl­os poniendo esfuerzo, amor y, sobre todo, tiempo».

«La adolescenc­ia empieza el día que el niño cierra la puerta de su cuarto»

«Los padres deben preguntars­e quién entra en la habitación de sus hijos»

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