ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Tom Gauld, el arte de reírse de los libros sin dejar de amarlos
El dibujante recopila en ‘La venganza de los bibliotecarios’ sus tiras cómicas para ‘The Guardian’
Interior de viñeta. Año 1851. Karl Marx agarra la pluma y escribe. «La historia se repite. Primero como tragedia, después como farsa». Y sigue: «Luego como comedia romántica, drama policial descarnado, espectáculo de marionetas erótico y función escolar poco ensayada. Para acabar con un ballet experimental que se hace eterno y que, la verdad, no se entiende muy bien». «Hum... Queda largo. A ver si lo recorto un poco», concluye el barbudo filósofo alemán. Acto seguido, J. K. Rowling presenta la colección libros de Pottermore para los negocios –primera entrega, ‘Harry Potter y la estrategia de optimización de recursos’–; un editor convence a Jo March para que convierta ‘Mujercitas’ en ‘El ataque de las novias zombis’; y Vladimiro y Estragón esperan a Godot en una reunión de Zoom. Y todo mientras los bibliotecarios blanden horcas y antorchas para convertirse en una masa ilustradamente enfurecida.
«Pensamos en los bibliotecarios como en esas personas maravillosas que nos ayudan a encontrar libros y conservar el conocimiento, así que me parecía absurdo que se alzaran para apoderarse del mundo con malvados planes de venganza», explica Tom Gauld (Aberdeenshire, Escocia, 1976), dibujante para quien disparate y absurdo siempre han sido inmejorables puntos de partida. Lo saben bien quienes se asomaran a ‘Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladora’ y ‘En la cocina con Kafka’ y lo podrá descubrir a partir de ahora cualquiera que se acerque a ‘La venganza de los bibliotecarios’ (Salamandra Graphic), nueva recopilación de las tiras cómicas que publica de forma semanal en la sección literaria de ‘The Guardian’. Ahí, entre sesudas reseñas y análisis críticos sobre las últimas tendencias de la autoficción, Gauld se carcajea de los clichés literarios y editoriales fantaseando con autores en busca de inspiración y libros que parlotean sobre su futuro como novela del verano o lectura de retrete. «Es un poco como cuando tus amigos se burlan de ti y pueden ser crueles con una especie de amor y respeto. Siento que estoy bromeando con el mundo de los libros, no atacándolo», asegura.
Un ‘Terminator’ de ideas
Quizá por eso, añade, los escritores son su debilidad y el blanco de algunos de sus chistes más afilados. «Son una caricatura de mis peores aspectos», admite. Una versión «a volumen 11» de sus celos o su asombrosa capacidad de procrastinación. «Es la manera de hacerlo divertido, pero luego me siento un poco culpable si estoy de gira con mi encantador editor, que me apoya en todos los sentidos, y pienso en los editores de mis tiras, que son egoístas, obsesos del dinero y crueles con sus autores. Casi que preferiría que fuese lo contrario a un editor amable y servicial», bromea.
Autor de novelas gráficas como ‘Goliath’ y ‘Un policía en la luna’, Gauld lleva 17 años acudiendo puntualmente a su cita semanal con ‘The Guardian’, un ejercicio que, asegura, la ha convertido en «un Terminator de búsqueda de ideas». «Mi ojo rojo parpadea todo el tiempo pensando en qué podría ser una tira», explica. Y a la hora de hacer diana, nada mejor que llevarle la contraria a los adalides de la alta cultura. «Como en la mayoría de secciones de libros, en la de ‘The Guardian’ están más interesado en la ficción literaria seria que en la ciencia ficción o los cómics. No digo que no sea buena, pero puede haber cierta pomposidad de la que es divertido burlarse», defiende. Normal que, a la hora de listar filias y fobias, Gauld se reconozca discípulo espiritual de Gary Larson y su tira ‘The Far Side’, entusiasta de George Saunders, y enamorado de P. G. Wodehouse, punta de lanza del mejor humor británico. «Es la alegría que tiene con las palabras. Es un arte perfecto. Los escritores divertidos siempre me inspiran», reconoce.
Con la diversión por bandera pero siempre consciente de cuándo echar el freno («me gusta más que no hay ira, amargura o sátira en mi trabajo», asegura), Gauld se atreve con la pandemia para subrayar el absurdo de algunas de las medidas de prevención adoptadas («elige un libro con las tenazas de distanciamiento y colócalo en el tubo neumático», escribe en una viñeta) y aprovecha las nuevas tecnologías para potenciar el factor cómico de algunos géneros literarios. «Las nuevas tecnología siempre son divertidas y fáciles de caricaturizar, pero odiaría sonar como un hombre de cuarenta y tantos molesto porque los niños están con su estúpido TikTok en vez de leyendo libros de la biblioteca como yo», reflexiona.