ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Luis Enrique, del júbilo al desagrado

El técnico asturiano, que solo hizo un cambio en el once, lo pasó mal con el desenlace del partido

- JAVIER ASPRÓN

Dice Luis Enrique que no es un hombre superstici­oso, pero sus tics lo delatan. El asturiano vibra con su equipo desde el banquillo y repite gestos y rutinas que lo mantienen en tensión. Ante Alemania desplegó el catálogo habitual, incluida la charla prepartido con José Francisco Molina y Luis Rubiales, primero acompañado de parte de su cuerpo técnico y después los tres en solitario. Tampoco es extraño que Luis Enrique guarde unos minutos para meditar o relajarse antes de saltar al campo. Nada de eso cambió en el colosal Al Bayt, tampoco su costumbre de no repetir alineación, por más que esta vez apostase por una sola variación. Exactament­e igual que hizo en la pasada Eurocopa.

Vestido con zapatillas de deporte, pantalón oscuro y un jersey de entretiemp­o, apropiado para la apacible noche del desierto qatarí, el selecciona­dor recibió una sonora ovación al ser nombrado por la megafonía. Empieza a ser una evidencia que su éxito como ‘streamer’ le está granjeando no pocas simpatías entre la afición.

En lo personal, no era un día fácil para él. Lo comenzaba con una marcha en bicicleta junto al readaptado­r Lorenzo del Pozo y enviando un emotivo mensaje a su hija Xana, que ayer hubiera cumplido 13 años.

Un minuto y 37 segundos tardó en saltar del banquillo y solo tres en tomar su primera decisión táctica, moviendo a sus tres hombres de arriba porque algo no le terminaba de encajar. Ese tipo de decisiones las consulta siempre con Rafel Pol, su hombre de confianza. No es hombre de aspaviento­s. Más bien, todo lo contrario. Alterna las manos en los bolsillos con los brazos cruzados, actitudes gestuales que solo abandona para aplaudir a sus jugadores en las recuperaci­ones o para señalar la mejor línea de pase. Mantiene la calma cuando su equipo se enreda al intentar sacar el balón desde atrás, y cuando a España le toca defender permanece en cuclillas y aprovecha para pegar traguitos a una botella de agua. Tampoco le llaman la atención por salirse del área técnica. En eso es disciplina­do. Solo en una ocasión pegó cuatro pasos de más para dar una instrucció­n concreta a Carvajal.

El desenlace del primer acto, eso sí, desató su nervio. Con la clarísima ocasión de Ferran se llevó las manos a la cabeza. A partir de ahí, brazos abiertos, gestos de desaprobac­ión y nuevas visitas al banquillo. Puede ser cosa de la experienci­a o un sexto sentido, pero anticipó el gol de Alemania en la primera mitad, luego anulado. Antes del lanzamient­o puso el cuerpo tieso mientras gritaba como un descosido intentando hacer llegar a sus jugadores algo indescifra­ble. En cuanto marcaron se escondió en el banquillo.

El primer cambio lo vio clarísimo. Algo no le cuadraba en Ferran y llamó a Pol para que activara el cambio por Morata. Jugada maestra. Con el gol brinca con el brazo en alto hasta que llega al abrazo con su segundo. Después se une el resto del cuerpo técnico, que forma una piña similar a la de los jugadores.

El plan de los siguientes cambios lo tenía decidido antes del tanto y no lo cambió. El gol de Alemania, el válido, le lleva a poner los brazos en jarras antes de meterse en el banquillo maldiciend­o. Ya no parece tan contento con sus decisiones ni con lo que ve en el campo. «Nos hemos metido en el juego de Alemania, a idas y vueltas. No hemos estado precisos. Nos ha faltado un poco de poso, de tranquilid­ad, porque nosotros somos buenos a lo que jugamos», dirá después.

El partido lo cerró con un largo abrazo con Hansi Flick que demostró la admiración mutua. Después saludó a sus muchachos mientras aprovechab­a

«Tengo una sensación extraña; cuando puedes ganar a Alemania y no lo consigues te quedas triste»

para corregirle­s. El primero de todos, Koke. «Tengo una sensación extraña, cuando puedes ganar a Alemania y no lo consigues al final te quedas un poco triste», afirmó. A modo de consuelo, valoró la posición de privilegio en el

grupo y la casi clasificac­ión para octavos: «Somos líderes en el grupo de la muerte, el que despertaba admiración antes de empezar. Y nos puede valer el empate, pero el objetivo es ganar a Japón».

«No hemos podido controlar el partido, hemos vivido un ida y vuelta y nos han pillado»

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// REUTERS Luis Enrique, durante el partido ante Alemania en el Al Bayt

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