ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

United colors of España

Un paseo por los alrededore­s del estadio Al Bayt revela que la Roja levanta pasiones a miles de kilómetros, algo casi mágico que empezó a producirse a partir de 2008

- PÍO GARCÍA ENV. ESPECIAL A DOHA

Dos horas antes del partido, sonó La Macarena. En las afueras del estadio Al Bayt, esa especie de jaima mastodónti­ca plantada en un desierto a medio urbanizar, pusieron un escenario con una pantalla gigante en la que retransmit­ían en silencio el Croacia-Canadá. Mientras Modric y los suyos sudaban de lo lindo, una animosa discjockey pinchaba música. Fue una sesión intensiva de reguetón, con mucha gasolina, algo de despacito y ese poquito de Shakira que no puede faltar en un espectácul­o cosmopolit­a. La contribuci­ón española propiament­e dicha quedó limitada a Álvaro Soler y, cómo no, a Los del Río. La Macarena la cantaron toda en inglés, salvo el estribillo, pero daba igual porque a esas horas cualquier idioma era bueno para menearse un poco y agitar las banderolas. La música sonó casi toda en español y no hubo ni medio detalle con los alemanes, con lo bien que hubiera quedado una de Scorpions para meter una descarga de tensión.

En la explanada que circunda al estadio Al Bayt ganó España, y por goleada. De vez en cuando se veía algún alemán alto como un pináculo, pero triunfaban las camisetas rojas. En el pabellón de un patrocinad­or, la gente hacía fila para acertar con el balón en los agujeros de una pared. Los más ovacionado­s fueron Pablo, de 6 años, y su hermano Álvaro, que cumplirá 10 la próxima semana. Vestidos impecablem­ente de rojo, han venido a Qatar con sus padres, Raimundo Oújo y Victoria García, que salieron de La Coruña hace una semana dispuestos a disfrutar de la primera fase del torneo. «Hemos tenido un año de triunfos familiares por diversos motivos, los chavales se están esforzando muchísimo y hemos decidido venir pese a tener que organizarl­o todo en el colegio, en el trabajo...», resumía Raimundo. A unos metros, tres amigos de Marbella, Pablo Cobo, Jonathan González y Christian López, caminaban entre los tenderetes de refrescos equipados como si fueran a saltar al césped, con sus nombres grabados en las camisetas. Se vuel

ven mañana, así que el España-Alemania es el único partido que tenían señalado en rojo. «Todos los años hacemos un viaje juntos y decidimos que este sería el destino. Ha sido un poco más complicado por el alojamient­o, pero nos hemos sentido muy acogidos en Qatar».

Ya en el interior del estadio, la familia de Juan Urburu se hacía fotos antes de pasar los tornos de acceso. Llevan seis años viviendo en Abu Dabi y no podían perder la ocasión de animar a España, ahora que el Mundial les ha caído tan cerca: «Es una emoción especial. Un par

tido así merece la pena, pero que encima sea tu selección...».

A medida que se acercaba la hora del partido, los alrededore­s del estadio Al Bayt se llenaban de aficionado­s españoles. La bella tez cobriza de muchos seguidores que se hacían fotos con un escándalo de banderolas, churretes y bufandas rojigualda­s hacía suponer que no procedían precisamen­te de Soria. No eran aficionado­s falsos ni pagados por la organizaci­ón, sino futboleros entusiasta­s de Extremo Oriente que han elegido España como su equipo porque les gusta cómo juega y les atrae el país. A Vashkuan, natural de Chennai (India), le tira el Barcelona porque su empresa tiene la factoría en la ciudad condal. Todo su grupo ha venido a Qatar para ver el Mundial y animar a la Roja, salvo el típico heterodoxo que va vestido con los colores de Alemania para echarle quizá un poco de picante a las conversaci­ones. Vashkuan solo lamentaba que ya se hubiera retirado su jugador favorito, Gerard Piqué. También el entusiasta grupo de Rajlan, cuatro amigos procedente­s de Sri Lanka, se paseaba por el estadio con todos los pertrechos de la selección de Luis Enrique. «Nos gusta el fútbol y nos gusta España. ¡Sobre todo Pedri! ¡Pedri es lo más!».

Uno no se imagina a aficionado­s de la India o de Bangladesh comprándos­e camisetas rojas en las heroicas épocas de Asensi o de Juanito, cuando España garantizab­a sufrimient­os y agonías y espeluznan­tes derrotas en cuartos, pero algo cambió en el año 2008. Algo casi mágico que, como se vio ayer en Khor, a 50 kilómetros de Doha, en pleno desierto qatarí, convierte en forofos a ciudadanos de tierras remotísima­s.

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// P. G. Desde Abu Dabi o de Galicia, también hay seguidores españoles en Doha
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// P. G. Un grupo de aficionado­s indios perpetrado­s con símbolos de España

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