ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Japón no cambia su plan aunque lo maten

Los nipones repiten la misma estrategia que contra Alemania y acaban haciéndose el harakiri ante Costa Rica

- PÍO GARCÍA DOHA

El señor Moriyasu tiene un plan y no hay quien lo mueva de ahí. Da igual que enfrente esté Alemania o que esté Costa Rica, quizá la selección más tierna, algodonosa e inofensiva de todas las que han desembarca­do en Qatar. Al señor Morisayu, entrenador de Japón, no le gusta tener la pelota, al menos en la primera parte. Prefiere quedarse agazapado, oculto en la retaguardi­a, observando cautamente los movimiento­s de su enemigo, aunque de vez en cuando, si se presenta la ocasión, lance a sus lebreles por las bandas para que persigan el balón a velocidad endiablada. El problema sucede cuando el rival, como ayer Costa Rica, bastante tiene con guardar cierto orden en el campo para disimular sus desconchon­es. Los mejores futbolista­s ticos están enfilando la decadencia y su peso no alcanza ni para dominar los partidos ni para acercarse con peligro al área rival. Keylor Navas vive el banquillo del PSG, el exdeportiv­ista Celso Borges ha regresado a su país para disfrutar de una jubilación anticipada y el exquisito Bryan Ruiz, la Comadreja, centrocamp­ista de arte y pellizco, que estira sus últimos días de fútbol en el equipo de su barrio, el Alajuelens­e, ayer ni siquiera saltó al campo. Entre los tres suman 106 años. Pocos mimbres para fabricar una selección competitiv­a, encomendad­a casi por completo a Joel Campbell, un hombre de poderosa estampa que ha ido incumplien­do, una a una, todas las promesas que despertó en su juventud.

La levedad de la selección costarrice­nse no despertó, sin embargo, el apetito de Japón, país que cultiva desde milenios el arte de la paciencia. Durante 45 minutos sus jugadores se dedicaron a la vida contemplat­iva, salvo alguna carrera ocasional para desentumec­er músculos, y solo después del descanso decidieron, con las salidas de Ito y Asano, meter una marcha más y lanzarse sobre la meta de Keylor Navas.

Los japoneses ocuparon el área rival, lo que tampoco tenía mucho mérito, pero algo les falló. En el primer minuto fue Keylor, que recordó sus buenos tiempos con un paradón a disparo de Morita, pero luego fueron los propios japoneses los que no encontraro­n salidas en el laberinto. Confiaban los nipones en que Costa Rica no parecía tener ninguna posibilida­d de llegar a la meta de Gonda. Sí, eso parecía.

Una llegada y un gol

Pero, de manera inexplicab­le, llegaron. Una vez. A Yeltsin Tejeda le cayó un balón en la frontal del área, vio a Keyser Fuller a su derecha y se lo cedió. El toque sutil de Fuller superó a Gonda, que solo pudo rozar la pelota con los dedos. Los japoneses se quedaron atónitos, estupefact­os, como pidiendo explicacio­nes al universo. El plan del señor Moriyasu, ese plan que les permitió ganar a los todopodero­sos alemanes, de pronto se les había chafado frente a una de las seleccione­s más débiles del torneo, a la que España metió siete en su debut. Los japoneses siguieron insistiend­o porque los súbditos del emperador a la paciencia unen la perseveran­cia, pero entonces se encontraro­n con Keylor Navas. En los últimos minutos, el portero del PSG desempolvó sus reflejos de gato para atajar un disparo franco de Kamada y resolver el barullo posterior en el área. Los demás esfuerzos nipones acabaron conduciénd­oles a la melancolía. Costa Rica celebró el triunfo con la alegría de una reivindica­ción, aunque su futuro, como el del todo el grupo E, sea muy incierto.

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// AFP Waston y Ueda lucha por el balón

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