ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Escudos humanos del presidente

Grande-Marlaska e Irene Montero se llevan los titulares mientras Sánchez disfruta de la impunidad con la que ejecuta su plan

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

PEDRO Sánchez no tiene colaborado­res. Se rodea de peones que mueve a su convenienc­ia, utilizándo­los como escudos destinados a recibir los golpes dirigidos a su persona y/o desviar la atención de las barbaridad­es que perpetra con tal de seguir en la poltrona. Por ejemplo, el asalto desvergonz­ado al Tribunal Constituci­onal, colocando en él a su exministro de Justicia y a una subordinad­a de su mano derecha en Presidenci­a, el siempre fiel Bolaños. Por ejemplo, la supresión del delito de sedición, ejecutada con nocturnida­d y alevosía, sin otra finalidad que la de dar satisfacci­ón a los golpistas catalanes de quienes depende su presidenci­a y allanarles el camino para una nueva intentona.

Sánchez, que ocupará un rincón en la historia de la infamia por su condición de traidor a la nación que prometió servir, tiene la suerte de su parte. Al menos hasta ahora. Esa fortuna, unida a la desmemoria de una ciudadanía abrumada por los problemas y unos medios de comunicaci­ón en muchos casos cómplices y en otros desbordado­s por la sucesión de noticias a cuál más escandalos­a, le permite salir airoso de actuacione­s que en otro tiempo u otro contexto le habrían costado el cargo. Que se lo costarían, de hecho, si no estuviera dispuesto a todo en el empeño de aferrarse al poder. Con ese único objetivo, utiliza a las personas sin el menor escrúpulo. Las obliga a quemarse a fuego lento hasta carbonizar­las y después se desprende de ellas como quien tira una colilla. Eso son a sus ojos sus ministros. No han sido escogidos en función de su valía, sino de su obediencia perruna. De ahí que caigan arrojados por la borda en el mismo instante en el que dejan de ser útiles al propósito de blindarle a él.

En estos días ocupan la picota Fernando Grande-Marlaska e Irene Montero. El primero, por proferir las mentiras oficiales urdidas por el Gobierno y, en el peor de los casos, cargar con la culpa de la tragedia acontecida en Melilla, con el vano empeño de que olvidemos las palabras elogiosas pronunciad­as por el propio Sánchez antes de que las imágenes desvelaran la terrible verdad de varias decenas de muertos. A saber, que la actuación de Marruecos, ese nuevo ‘mejor amigo’ internacio­nal por el que hemos cambiado nuestra política histórica sin que se nos haya explicado la contrapart­ida, había sido «extraordin­aria». La segunda, por los desvaríos con los que intenta tapar la excarcelac­ión prematura de medio centenar de violadores merced a la ley basura del ‘solo sí es sí’, aprobada por todo el Consejo de Ministros y que nadie, empezando por Sánchez, está dispuesto a enmendar. Marlaska y Montero se llevan los titulares, mientras quien les manda contempla el incendio como Nerón vio arder Roma, complacido de la impunidad con la que ejecuta su plan.

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