ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Escudos humanos del presidente
Grande-Marlaska e Irene Montero se llevan los titulares mientras Sánchez disfruta de la impunidad con la que ejecuta su plan
PEDRO Sánchez no tiene colaboradores. Se rodea de peones que mueve a su conveniencia, utilizándolos como escudos destinados a recibir los golpes dirigidos a su persona y/o desviar la atención de las barbaridades que perpetra con tal de seguir en la poltrona. Por ejemplo, el asalto desvergonzado al Tribunal Constitucional, colocando en él a su exministro de Justicia y a una subordinada de su mano derecha en Presidencia, el siempre fiel Bolaños. Por ejemplo, la supresión del delito de sedición, ejecutada con nocturnidad y alevosía, sin otra finalidad que la de dar satisfacción a los golpistas catalanes de quienes depende su presidencia y allanarles el camino para una nueva intentona.
Sánchez, que ocupará un rincón en la historia de la infamia por su condición de traidor a la nación que prometió servir, tiene la suerte de su parte. Al menos hasta ahora. Esa fortuna, unida a la desmemoria de una ciudadanía abrumada por los problemas y unos medios de comunicación en muchos casos cómplices y en otros desbordados por la sucesión de noticias a cuál más escandalosa, le permite salir airoso de actuaciones que en otro tiempo u otro contexto le habrían costado el cargo. Que se lo costarían, de hecho, si no estuviera dispuesto a todo en el empeño de aferrarse al poder. Con ese único objetivo, utiliza a las personas sin el menor escrúpulo. Las obliga a quemarse a fuego lento hasta carbonizarlas y después se desprende de ellas como quien tira una colilla. Eso son a sus ojos sus ministros. No han sido escogidos en función de su valía, sino de su obediencia perruna. De ahí que caigan arrojados por la borda en el mismo instante en el que dejan de ser útiles al propósito de blindarle a él.
En estos días ocupan la picota Fernando Grande-Marlaska e Irene Montero. El primero, por proferir las mentiras oficiales urdidas por el Gobierno y, en el peor de los casos, cargar con la culpa de la tragedia acontecida en Melilla, con el vano empeño de que olvidemos las palabras elogiosas pronunciadas por el propio Sánchez antes de que las imágenes desvelaran la terrible verdad de varias decenas de muertos. A saber, que la actuación de Marruecos, ese nuevo ‘mejor amigo’ internacional por el que hemos cambiado nuestra política histórica sin que se nos haya explicado la contrapartida, había sido «extraordinaria». La segunda, por los desvaríos con los que intenta tapar la excarcelación prematura de medio centenar de violadores merced a la ley basura del ‘solo sí es sí’, aprobada por todo el Consejo de Ministros y que nadie, empezando por Sánchez, está dispuesto a enmendar. Marlaska y Montero se llevan los titulares, mientras quien les manda contempla el incendio como Nerón vio arder Roma, complacido de la impunidad con la que ejecuta su plan.