ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Macron y la nueva relación transatlántica
La guerra de Ucrania ha conseguido que en muy poco tiempo se vuelvan a tender puentes sobre el Atlántico. La renovada cooperación entre Estados Unidos y Europa no solo se circunscribe al intento común de frenar a Rusia, sino que tiene una agenda mucho más amplia. Para Washington es esencial que sus aliados occidentales lo sean también en la región del Indo-Pacífico, y contribuyan a contener a China. Pero la Administración Biden no ha recuperado el compromiso con el libre comercio que atemperó Barack Obama e hizo saltar por los aires Donald Trump, una apuesta esencial en la proyección global de Estados Unidos desde 1945. Los reflejos del demócrata son proteccionistas y así lo ha puesto de manifiesto en su legislación sobre chips o en la que atañe a la inversión en energías renovables.
Emmanuel Macron, durante su visita oficial a Washington, ha criticado abiertamente estas medidas. Se ha vuelto a erigir en portavoz europeo, aunque no haya recibido un mandato claro para ello de las instituciones comunitarias ni de sus socios. Es posible que el joven presidente francés tenga un concepto algo anticuado de la relación transatlántica.
La demanda principal de los principales protagonistas de la actual desglobalización no es fomentar la prosperidad, sino garantizar la seguridad. Y en ese terreno, como se demuestra a diario en la guerra de Ucrania, Estados Unidos sigue siendo un actor muchísimo más importante que la suma de todos los esfuerzos europeos, británicos incluidos. Esta Casa Blanca, y las que le sucedan, subordina la energía y la tecnología a sus necesidades estratégicas. Hubiera tenido más eco en Bruselas que Macron advirtiera sobre el efecto asimétrico de las sanciones a Moscú, con consecuencias mucho más negativas para los países de la UE que para Estados Unidos y, por ahora, sin compensaciones. Del mismo modo, podría haber llamado la atención sobre el negocio de la exportación norteamericana de gas a Europa. El presidente francés admira a los emprendedores de Silicon Valley. Su compatriota Jean Monnet, el europeo que más influencia ha tenido en Estados Unidos, le advertiría de que el viento ha cambiado.