ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Maoísta de salón

Los de la hoz y el martillo del sector chino no gozaban de un mínimo sentido del humor

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LA palabrería política de saldos variados hizo mella en su joven sesera, allá cuando el fragor de la Transición, y picó el anzuelo. Escogió precisamen­te el recio y demoledor tránsito de una comilona familiar navideña para efectuar, con gran pompa, su declaració­n solemne. Que se había hecho maoísta, dijo. Que había visto la luz tras sufrir una epifanía, insistió. Tras leer, sin ningún provecho, claro, toda la diarrea panfletari­a que nos inundaba en aquella época, había optado, después de nocturnas reflexione­s, elegir el maoísmo porque ese sistema sí representa­ba el verdadero paraíso terrenal para todos nosotros, grasientos humanos, personas durmientes, que no habíamos descubiert­o la verdad.

A mis abuelos, que habían conocido el sangriento terror comunista cuando la Guerra Civil y sobrevivie­ron de milagro, casi se les cae la dentadura postiza contra el plato. Y todavía escucho la carcajada de mi padre. Teniendo en cuenta que ese miembro de la familia se levantaba a la hora de comer y disfrutaba con notable frenesí de los placeres de la noche y de sus paraísos de artificio, acudiendo también a espesas sesiones de cháchara comecocos, mi padre le chinchó con una frase socarrona: «¿Maoísta? Pues toma ejemplo y sal de la cama al amanecer para segar arroz por obligación». Al recién comunista-maoísta-noctívago no le sentó bien la chanza y se marchó muy digno. Era yo un mocoso, pero ahí comprendí que los de la hoz y el martillo del sector chino no gozaban de un mínimo sentido del humor. Por supuesto, pocos años después, aquel familiar moderó su radicalism­o, logró enchufe en la administra­ción pública gracias a sus contactos de juventud maoísta, consiguió plaza fija sin oposición vía método digital y vivió del sistema que tanto odiaba. Ahora mismo, en China, algunos ciudadanos salen a la calle exigiendo libertad porque no soportan la venenosa tiranía que les encierra por culpa del virus que emergió desde uno de sus laboratori­os. Me pregunto estos días qué pensará de todo esto aquel maoísta de salón…

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