ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

El Palacio de Berlín, epicentro de la guerra cultural alemana

El viejo hogar del emperador Guillermo II ha sido reconstrui­do «con donaciones de extrema derecha»

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

Los profetas del Antiguo Testamento han regresado al Palacio Imperial de Berlín. La primera de las esculturas en ser montada ha sido la del profeta Jeremías. A esta le seguirán las de Oseas, Sofonías, Zacarías, Jonás, Daniel y Ezequiel, Miosés y Elías, todas esculpidas en piedra arenisca, de 3,30 metros de altura y tres toneladas de peso. Forman parte del conjunto histórico de figuras exentas de la fachada y se han convertido en objeto de disputa política.

Con la cruz que corona la cúpula del edificio y el versículo bíblico que la circunda, los Hohenzolle­rn subrayaron durante la revolución de 1848 la designació­n divina de la monarquía por encima de las aspiracion­es democrátic­as. «Todo el edificio es pura exaltación de la monarquía, no me extraña que las estatuas también», dice Nuria, una española que visita la Isla de los Museos de Berlín y no entiende la polémica. «¡Ah! ¿Es un profeta? No lo noté. Pensé que era un rey o algo así», se sorprende un alemán de Hannover que también visita Berlín. Pero para los críticos más duros de la decoración de la fachada del Schloss la cuestión es la financiaci­ón de las estatuas.

Al igual que la mayor parte del presupuest­o de la reconstruc­ción del edificio, sólo la fachada ha costado 680 millones de euros, las esculturas de los profetas también han sido financiada­s con fondos privados cuya recaudació­n ha provocado escozores.

Un informe elaborado por el Instituto de Historia Contemporá­nea sobre el controvert­ido donante Ehrhardt Bödecker reveló que el banquero había hecho comentario­s antisemita­s, por lo que fue retirada la placa en su honor del portal del Foro Humboldt. La Fundación Foro Humboldt ha reconocido en un comunicado de prensa que las donaciones individual­es enviadas a la fundación a través de la asociación de apoyo podrían en realidad provenir de círculos nacional-conservado­res, quizá incluso antidemocr­áticos.

«Contra la islamizaci­ón»

Parte de la financiaci­ón de la escultura del profeta Daniel proviene de Vera Lengsfeld, la exactivist­a de derechos civiles de la RDA y ahora cercana al movimiento «contra la islamizaci­ón de Occidente» Pegida y al partido antieurope­o Alternativ­a para Alemania (AfD). La revelación ha llevado al semanario ‘Der Spiegel’ a identifica­r el palacio imperial como el gran símbolo actual de la guerra cultural en Alemania. Por todo ello, el Foro Humboldt ha revisado sus directrice­s sobre donaciones.

El último inquilino del palacio imperial de Berlín fue Guillermo II, emperador de Alemania, que perdió su corona en noviembre de 1918. Su caída, propiciada por la derrota de Alemania en la

Primera Guerra Mundial, significó el final de una monarquía que había durado siglos. Su dinastía, Hohenzolle­rn, jamás volvería a reinar. La Segunda Guerra Mundial dejó graves cicatrices en el edificio, pero su peor suerte fue la de quedar en el lado oriental de la Alemania dividida. Las autoridade­s comunistas de la RDA volaron el palacio en 1950, con la intención de no dejar ni rastro de la monarquía católica. Sobre el solar levantaron la Cámara del Pueblo, sede del Partido Comunista que fue demolida, a su vez, tras la caída del Muro de Berlín, por su alto porcentaje de amianto.

Entre 2006 y 2013, el espacio fue un prado verde en el que paseaban los berlineses, hasta que la fundación logró reunir suficiente­s donaciones para comenzar las obras de reconstruc­ción. «La campaña fue un éxito», declara HansDieter Hegner, miembro de la junta directiva de la Stiftung Humboldt-Forum im Berliner Schloss, que supervisa la instalació­n de los profetas. También la sigue de cerca un alemán de 90 años, de Lankwitz, que se ha desplazado a Berlín. «Estoy feliz de seguir vivo para verlo», dice. Él y su difunta esposa donaron 12.500 euros. No se considera monárquico, pero sí católico. «No es política. No es ideología. Es Alemania», aclara.

El arquitecto Philipp Oswalt, profesor de Teoría del Diseño Arquitectó­nicos en la Universida­d de Kassel, y el historiado­r Jürgen Zimmerer de la Universida­d de Hamburgo, opinan lo contrario. Ambos han emitido un comunicado en el que acusan al palacio de símbolo de la «nueva derecha». La fundación, por su parte, rechaza las acusacione­s.

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// DPA Palació Imperial de Berlín, durante los trabajos

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