ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Brancusi, padre de la escultura moderna, reina en París
El Pompidou dedica al artista de origen rumano la mayor retrospectiva hasta la fecha, con dos centenares de piezas, incluidas sus obras maestras
Hace 120 años, un joven artista rumano cruzó Europa a pie para instalarse en París. Tenía 28 años. Fue en la efervescente capital artística de comienzos del siglo XX donde Constantin Brancusi (1876-1957) inventó una nueva forma de esculpir, un lenguaje universal. El Centro Pompidou le dedica, hasta el 1 de julio, una completa retrospectiva, comisariada por Ariane Coulondre, con dos centenares de piezas: más de 120 esculturas, además de fotografías, dibujos y películas del artista y de otros colegas y amigos. Una muestra que desvela todas las aristas creativas de este gran maestro, padre de la escultura moderna, y que celebra su poder de invención y su incansable búsqueda de la belleza. Brancusi toma en el Pompidou el relevo del reinado de Rothko en la Fundación Vuitton. A rey muerto, rey puesto.
El estudio de Brancusi, uno de los tesoros del Pompidou desde su legado al Estado francés en 1956, forma parte del proyecto. Se instaló parcialmente en el Palais de Tokyo y, más tarde, íntegramente, en el Pompidou. Se había recreado en un edificio anexo, diseñado por Renzo Piano y situado en la explanada del museo. Pero se ha trasladado al interior del Pompidou como parte del proyecto de renovación del centro, que comenzará en 2025 y se prolongará durante cinco años.
Uno de los espacios del taller, el de las herramientas, se reconstruye en la exposición. Es posible admirar no solo el mobiliario creado por él (una gran chimenea de piedra caliza, taburetes de madera, mesas...), sino sus yesos, que ahora se reencuentran con las versiones en piedra o en bronce procedentes de colecciones privadas y museos como la Tate Modern de Londres, el MoMA y el Guggenheim de Nueva York, el Museo de Arte de Filadelfia, el Art Institute de Chicago, el Museo de Arte de Dallas, el Museo Nacional de Arte de Rumanía... En un audiovisual, vemos a Brancusi (pelo blanco, larga barba, cubierto de polvo) en plena acción: serrando, modelando...
Su taller parisino, diseñado por el artista como una obra en sí misma, estaba situado en el Impasse Ronsin, en la rue de Vaugirard, en el distrito 15. Era frecuentado por artistas y músicos. En un documental, la bailarina Lizica Codréano danza junto a sus creaciones con música de Satie. En otro, de Man Ray, aparece su musa Lee Miller acariciando una escultura de Brancusi, que se desvanece. Su obra ejerció una gran fascinación entre sus contemporáneos, que acudían en peregrinación a su estudio. Man Ray contaba: «Cuando vi por primera vez a Brancusi en su estudio, me impresionó más que cualquier catedral. Estaba asombrado por la blancura y la claridad de su trabajo».
Sublimación de la forma
La muestra arroja luz sobre el proceso creativo de Brancusi: el tamaño, la estética del fragmento, el proceso serial, el trabajo de sublimación de la forma... Además, la exposición sitúa la vida de Constantin Brancusi en un contexto artístico gracias a un notable conjunto documental (cartas, artículos de prensa, diarios, registros, etc.), esparcido en una gran sala al comienzo del recorrido. Una crónica biográfica de sus amistades con artistas como Marcel Duchamp, Fernand Léger o Amedeo Modigliani. Brancusi lo guardaba todo: más de 10.000 cartas, artículos de prensa, diarios, facturas... Sus archivos fueron adquiridos por el Museo Nacional de Arte Moderno de París en 2001 y se conservan en la Biblioteca Kandinsky.
El recorrido está organizado en torno a las grandes series del artista y los temas que preocupan a la escultu
La sala dedicada a los retratos, que ocupan buena parte de la producción de Brancusi, es espectacular, con numerosos y espléndidos ejemplos. Los hay de Margit Pogany, la baronesa Renée Irana Frachon, Nancy Cunard… Pero, como ocurre con los de su amigo Modigliani, los rostros se estilizan hasta llegar a lo meramente esencial. Otro de los temas recurrentes de su escultura durante tres décadas son los pájaros: hizo más de una treintena de variantes en yeso, mármol y bronce pulido. Al igual que en sus retratos, Brancusi también simplifica la forma: los estiliza y estira verticalmente hasta crear sus hermosos ‘Pájaros en el espacio’. Una selección de ellos se exhibe en una gran sala del Pompidou con amplios ventanales: al fondo, París, que luce un cielo plomizo.
El vuelo simboliza, para Brancusi, «el sueño del hombre escapando de su condición terrenal, en su ascensión hacia lo espiritual». En 1927-1928, la aduana estadounidense negó el estatus de obra de arte a uno de sus ‘Pájaros’ de bronce. Algunas de sus esculturas están realizadas en metales perfectamente pulidos (obtiene superficies brillantes como un espejo, algo que décadas después retomaría Jeff Koons). Un juego de reflejos que permite a Brancusi crear sus esculturas como formas en movimiento. Las hay que giran sobre sí mismas, como ‘Leda’. En los años 1930 y 1940, Brancusi ejecuta series de animales: un bestiario con pájaros y animales acuáticos.
El artista siempre abrigó la esperanza de crear obras monumentales. Su ‘Columna infinita’ supone un gesto radical y decisivo para la Historia del Arte: la transformación de la base en escultura. En 1926 instaló por vez primera al aire l ibre una de sus columnas, de ocho metros de altura. Fue en el jardín de Edward Steichen (fotógrafo y galerista) en Voulangis. En los años 30 erigió en su Rumanía natal una versión monumental de 30 metros.
El 19 de marzo de 1957, Constantin Brancusi fallecía en su taller parisino. Está enterrado en el cementerio de Montparnasse.