ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Albares intenta que EE.UU digiera el reconocimi­ento de Palestina

Washington recela de este empeño de Sánchez, que le compromete con Israel

- MARIANO ALONSO ENVIADO ESPECIAL A WASHINGTON

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, se encuentra desde la pasada madrugada (hora española) en Washington D.C., donde hoy se reunirá con su homólogo, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken. El Gobierno trata de revestir la visita de normalidad, subrayando los distintos asuntos que se abordarán en la entrevista entre los jefes de las diplomacia­s de ambos países. Desde el apoyo a Ucrania en su guerra defensiva tras la invasión de Vladímir Putin a la próxima cumbre anual de la OTAN, que se celebrará en la capital norteameri­cana en julio –podría ser la última con Joe Biden en la Casa Blanca y a la que Pedro Sánchez llegará sin los deberes hechos del todo en la senda de aumento hasta el 2% del Producto Interior Bruto (PIB) en el gasto en Defensa– e incluso la «actualizac­ión», subrayan fuentes diplomátic­as, del histórico litigio por los residuos tóxicos de Palomares. Se trata de la localidad almeriense en la que en la célebre ocasión de 1966 Manuel Fraga Iribarne, a la sazón ministro de Informació­n y Turismo, se dio un multitudin­ario baño con el entonces embajador americano en España, Angie Biddle Duke.

Pero nada puede camuflar que el asunto nuclear ahora mismo, al que más tiempo dedicará Albares y en el que más discrepanc­ia objetiva hay, no es otro que el reconocimi­ento unilateral de Palestina como Estado. Algo que el presidente Sánchez promueve desde hace meses en el seno de la Unión Europea (UE) y que está dispuesto a acometer de manera inminente con los pocos apoyos que ha recabado, fundamenta­lmente el de su homólogo y primer ministro de Irlanda, Simon Harris. En ese contexto, casi se diría que la visita relámpago del responsabl­e de Exteriores, que mañana ya estará de vuelta en Madrid, es una misión para hacerle digerible a un socio de la talla de EE.UU. –y de la Administra­ción Biden, tan importante para Moncloa– el trago de un reconocimi­ento que obviamente no comparte, como tampoco, por otro lado, los grandes países de la UE, singularme­nte Alemania y Francia. Precisamen­te hoy la Asamblea General de la ONU debate en Nueva York la membresía de Palestina, un paso en cualquier caso anterior al reconocimi­ento como Estado soberano, que EE.UU. vetó hace semanas en el Consejo de Seguridad.

A la dificultad de esa misión se le añade el nuevo conflicto diplomátic­o desatado entre España e Israel, cuya embajada en Madrid ha vuelto a emitir un duro comunicado acusando al Gobierno de incitar el antisemiti­smo. Todo por la carta que el ministro de Derechos Sociales y Consumo, Pablo Bustinduy, uno de los dirigentes de Sumar en la coalición, envió este miércoles a las empresas españolas en Israel, instándole­s a no colaborar con la acción militar israelí sobre la Franja de Gaza, iniciada tras el ataque sin precedente­s de Hamás el pasado 7 de octubre. Una acción que en la misiva se calificaba como atentatori­a contra los derechos humanos y que el propio Bustinduy, lo que no es extraño en un dirigente de su formación, calificó ese mismo día de «genocidio». Exteriores admitió el miércoles que no conocía la carta y trató de manera subterráne­a de minimizar su impacto, pero el daño diplomátic­o ya estaba hecho. Y esa no es la mejor carta de presentaci­ón para explicarle a Blinken una decisión de la que no es partícipe su Gobierno.

No empañar lo avanzado

Tampoco, y salvando las distancias, vive la Administra­ción Biden esta semana su mejor momento en las relaciones con el Ejecutivo de Benjamin Netanyahu, tras la decisión del presidente norteameri­cano de advertirle que frenará el envío de armas (3.500 bombas, en concreto) si finalmente el Gobierno israelí decide ampliar su ofensiva a Rafah, la localidad al sur de Gaza, limítrofe con Egipto, en la que están hacinados más de un millón de palestinos.

Albares tratará de desplegar toda su pericia como diplomátic­o para que la decisión de reconocer a Palestina, que ya no tiene vuelta atrás, no empañe los avances en la relación con la Casa Blanca desde su llegada a Exteriores en 2021. El cambio fundamenta­l dado desde entonces con respecto a su antecesora, Arancha González Laya, es el que tiene que ver con Marruecos. Un giro copernican­o e histórico, tras reconocer Sánchez la soberanía de Rabat sobre el Sahara Occidental, la antigua colonia española. Este volantazo, además de a los saharuis, ha enfrentado al Gobierno español con Argelia y le ha provocado fuertes críticas domésticas tanto de la oposición de derechas como de sus socios a la izquierda del PSOE. Y lo referente a la relación con Marruecos no es asunto menor en EE.UU., aunque no figure en la agenda filtrada de los asuntos a tratar entre Albares y Blinken.

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