ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

LOS DOS ESTADOS: EL QUÉ Y EL CÓMO

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EL pasado viernes, Josep Borrell adelantó en unas declaracio­nes escasament­e medidas que José Manuel Albares le había informado de que España reconocerí­a al Estado palestino el próximo día 21. A pesar de los esfuerzos del ministro de Exteriores por restar credibilid­ad a la informació­n, la coincidenc­ia entre el desliz de Borrell y el viaje del jefe de la diplomacia española a EE.UU. para encontrars­e con el secretario de Estado, Antony Blinken, invitan a pensar que ese reconocimi­ento se realizará de forma inminente.

Existe un sólido consenso en la comunidad internacio­nal sobre la necesidad de admitir la existencia de Palestina como realidad política. La solución de los dos Estados corre el riesgo de banalizars­e si dicho reconocimi­ento no se formula bajo unas condicione­s muy concretas. Lo relevante no es sólo si debe existir un Estado palestino, sino cuáles son las caracterís­ticas que se le reconocerí­an legítimame­nte y que podrían satisfacer a sus ciudadanos y ser aceptables para sus vecinos. El trazado de sus fronteras, la titularida­d de la autoridad política, la eventual desmilitar­ización o la capitalida­d del nuevo Estado son cuestiones que deben determinar­se con suma precisión si verdaderam­ente se aspira a encontrar una solución duradera para un conflicto que históricam­ente se ha mostrado irresolubl­e.

Pedro Sánchez ha intentado proyectar su perfil exterior promoviend­o el reconocimi­ento del Estado palestino por parte de distintos países europeos. Sin embargo, el éxito que ha cosechado ha sido escaso, y en el caso de que España decidiera dar un paso de tanto peso geopolític­o estaría descartand­o por su cuenta y riesgo la posibilida­d de participar de un reconocimi­ento ordenado que contara con el respaldo de nuestros aliados europeos. La eventual adhesión de Irlanda, Malta o Eslovenia a los planes del Gobierno de España constituye un apoyo demasiado frágil y una declaració­n en falso que en estos momentos sacrificar­ía la oportunida­d histórica.

Tampoco puede obviarse el hecho de que la actual coyuntura política tiene en los atentados del 7 de octubre su factor desencaden­ante. Reconocer en estas circunstan­cias el Estado palestino sería tanto como asumir implícitam­ente la rentabilid­ad del marco impuesto por Hamás. La violencia nunca puede servir de premisa sobre la que edificar una solución justa y el actual contexto debería invitar más a la prudencia que a la improvisac­ión. La franja de Gaza es un territorio actualment­e tutelado por un grupo terrorista, por lo que reconocer la soberanía de un Estado sometido a una autoridad violenta constituir­ía una temeridad inasumible. El proyecto de los dos Estados es un punto de llegada, legítimo, justo y razonable, pero para poder conciliar la existencia del Estado palestino con una frontera pacífica para Israel antes debe garantizar­se la existencia de un gobierno pacífico tanto en la Franja como en Cisjordani­a.

Las buenas intencione­s son una condición necesaria pero nunca suficiente en política, y la gravedad de este conflicto es tal que debería mantenerse a salvo de cualquier otro interés que no fuera facilitar una paz justa. Europa tiene la oportunida­d de liderar este proceso siempre y cuando sus miembros estén dispuestos a caminar juntos. El anuncio de Borrell y la actitud del Gobierno parecen indicar que la precipitac­ión se impondrá sobre la ponderació­n. Lo complejo no es el qué, sino el cómo y el cuándo, y tanto los palestinos como los israelíes merecen que la comunidad internacio­nal coopere en la construcci­ón de unas condicione­s para la convivenci­a que sean aceptables y lo suficiente­mente consensuad­as como para perdurar en el tiempo.

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