ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Un tipo normal

- USSÍA

DECÍA Agustín de Foxá, «soy aristócrat­a, soy conde, soy rico, soy embajador, soy gordo, y todavía me preguntan por qué soy de derechas». A mí me pasa, en otros términos, porque soy del Real Madrid, porque me gustan los toros, la calle, la música y la literatura, pero lo que más me gusta de todo es que soy de Madrid. Y todavía habrá por ahí alguien a quien le extrañe que sea un tipo normal. Creo que con todo eso no se puede ser más gato ni tener más claro que, la vida, muchas veces, se resume a tres o cuatro cosas de este tipo. El pasado miércoles, media ciudad se encontraba en el silencio contenido previo a una verdadera revolución. El Real Madrid, batiéndose en Chamartín, conseguía de nuevo lo imposible, la magia del equipo blanco le daba la vuelta al marcador cuando todo parecía perdido. Es un coctel de técnica, precisión, entereza, lucha y esperanza que se llama Real Madrid. Y poco más puedo decir porque ahí radica una forma de entender la vida. Lord Byron pensaba que la vida era demasiado corta para jugar al ajedrez, pero no tenía ni idea de qué era eso de ser del Real Madrid.

Todas las personas necesitamo­s de un algo que nos saque del bucle en el que se ha convertido la actualidad, la prensa, la televisión y esa maldita droga masiva de las pantallita­s. Todo se va haciendo más tóxico y violento, y, sin embargo, el corazón y la cabeza miran hacia dentro cuando necesitamo­s desconecta­r de todo lo que nos diferencia para volver a ser lo que hemos sido siempre: un conjunto de personas que a veces, simplement­e, tienen los mismos miedos y preocupaci­ones, los mismos problemas y dudas, pero sobre todo, que nos une mucho más de lo que nos separa. Con el gol de Joselu se abrazaban gordos y flacos, rojos, verdes y azules, malos y buenos y se borraban de golpe y porrazo todo lo que nos hace peores como sociedad. Y es, precisamen­te en ese segundo de euforia y de igualdad, lo que nos devuelve a lo mejor que somos. En la victoria y en la derrota, la afición deja de tener ideologías e inquinas, se aparcan los malos modales y el abrazo es el mismo para todos. No se puede provocar ni controlar, es simplement­e algo que nace de lo más profundo de cada persona y que expulsa cualquier resquicio de mala intención porque se vuelve a soñar. Y soñamos juntos porque estamos juntos, en la mesa de al lado, en la barra, en el local de enfrente: todos somos Real Madrid y ese sentimient­o se convierte en modo de relacionar­se con el prójimo. Me gusta pensar que ser del Real Madrid me hace mejor persona, que tenemos un código universal, una especie de pasaporte que no tiene frontera porque pertenece a todos y cada uno de los que sienten esos colores como una religión. Podía haber sido de cualquier otra manera, pero cómo no voy a ser del Real Madrid si soy, al fin y al cabo, un tipo normal.

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