ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Un ‘intérprete’ para que la Justicia y las víctimas con discapacidad se entiendan
Con la figura del facilitador en los procesos, se ha pasado de sobreseer el 79% de las causas a un 19%
Ansiedad, miedo, trastorno del sueño, profunda tristeza y sentimiento de culpa. Los síntomas antes y después de sufrir un acto violento se comparten entre todas las víctimas. Pero una persona que tiene una discapacidad intelectual, además, se enfrenta a factores como la dificultad para cuantificar las veces que se lo hicieron o para situar las coordenadas de esos hechos en el tiempo, lo que acaba multiplicando su riesgo (por cuatro) y también el peligro de que la causa judicial se archive.
El momento de enfrentar un interrogatorio, ante un tribunal, no es nada sencillo. Las preguntas reiteradas o las embestidas del abogado de la otra parte son estresantes. Hay una figura en los procesos judiciales y policiales que aligera esa carga: se llaman facilitadores y a pesar de que en este momento solo hay nueve activos en España, se está formando cantera. Desde el pasado 19 de diciembre, esta figura está incluida en la Ley de Enjuiciamiento Criminal como un actor clave para que a la víctima se la entienda y ella entienda a la Justicia.
A personas como Isabel Cartagena, coordinadora de la Unidad de Atención a Víctimas con Discapacidad Intelectual (Uavdi) de la Fundación A la Par no les gusta la palabra ‘traductor’, aunque esta suerte de ‘intérpretes’ o ‘glosadores’ acompañan y hacen que la víctima lo tenga un poquito más fácil. No dan solo apoyo terapéutico y emocional, también policial y judicial.
«Pero es un trabajo muy duro», reconoce Cartagena a ABC, y a veces «frustrante» por los tiempos que maneja la Justicia. «En Madrid pasan entre dos y tres años hasta que sale un juicio», apunta. No obstante, los resultados de ese esfuerzo ímprobo están ahí: desde la creación de la única unidad que había en España hace ahora 14 años, han pasado 2.021 víctimas por la Uavdi. Sin facilitadores el 79% de las causas se sobreseían; con ellos, se archiva el 19%. «No hemos tenido denuncias falsas –aclara la coordinadora–, solo alguna persona que se ha asustado o alguna confusión».
Después, se han formado unidades en Aragón, Castilla-La Mancha, Cataluña, La Rioja (acabó desligándose de A la Par) y un servicio en Mallorca vinculados a esta unidad, donde trabajan en colaboración la Sección de Análisis y Comportamiento Delictivo de la Guardia Civil y la fundación que preside Almudena Martorell.
La figura del facilitador «es neutra, nunca prepara la declaración y no busca un resultado condenatorio. Debe favorecer el acceso en igualdad de condiciones a un proceso justo para la persona con discapacidad y asegurarse de que tiene todas las herramientas y apoyos para que así sea, dependiendo de sus limitaciones (como memoria, atención...)», explica Israel Berenguer, director de la Uavdi. El objetivo es servir de «El facilitador es neutro, no prepara la declaración y no busca la condena. Apoya a las personas con discapacidad intelectual» «Se mitifica su sexualidad y se las acusa de fantasear. No hemos tenido denuncias falsas; sí alguna confusión» puente en esa comprensión mutua entre Justicia y víctimas.
Los facilitadores son, así, un buen bastón para que las víctimas «no entren en crisis» en los juicios. Adaptan el tono, el lenguaje y el contexto a las necesidades de la víctima. Evitan su revictimización y suavizan su paso por el calvario judicial, pero en ocasiones estos profesionales chocan con demasiadas resistencias.
Por ejemplo, en la piel de una facilitadora, el peor trago de Cartagena fue el caso de un menor que denunciaba por violaciones continuadas a su abuelo. Con las víctimas de discapacidad intelectual sucede también, relata, que esos abusos suelen perdurar en el tiempo y romper el silencio significa abrir un hondo conflicto familiar. Esos abusadores suelen «aprovecharse» de la vulnerabilidad de la víctima o se les hace «tapar» los hechos. «No se la cree, tiene menor credibilidad por su discapacidad que otra persona, se les dice que fantasean o que tienen una sexualidad desaforada o todo lo contrario, que no pueden tener. Y ambas creencias no son verdad», desmiente.
Luego está –apunta– el temor a quedarse solas. Muchas víctimas conviven con sus parientes. «¡Cómo vas a denunciarlo! ¿Qué quieres, que tu padre acabe en la cárcel?», le espetaron a una. El 16% de las víctimas asistidas en la unidad eran menores de edad.
Berenguer, por su parte, destaca que el trabajo del facilitador no está reservado solo para las víctimas. Auxilian también a los investigados con discapacidad. En concreto, en el balance de la Uavdi, la distribución de las víctimas es del 26% hombres y 74% mujeres.
«Me prostituía»
Una de ellas es María (nombre ficticio). Tiene 46 años y convivió 24 con su exmarido, que también tiene una discapacidad. Ambos están a la espera de juicio. Al principio, María recuerda que en la relación todo era de color de rosa. Cambió. Las palizas y humillaciones se volvieron constantes y su ex la obligaba a prostituirse con otros. Un educador –suelen detectar muchos abusos en centros de educación especial– descubrió lo que ocurría, su primo la creyó y denunciaron. María lleva más de dos años en terapia, también de la mano de los profesionales de la Uavdi en Madrid.
Israel Berenguer Director de la unidad Uavdi
Isabel Cartagena Coordinadora de la Uavdi
Dice a este periódico que estaba «muy nerviosa» durante su primera testificación y su facilitadora la ayudó a comprender cada una de las preguntas en aquel escenario que era como «una película». Su ex tiene una orden de alejamiento y a María la protege una pulsera del servicio Atenpro de la Cruz Roja. Pasó antes por el piso protegido de A la Par. Ella no sabe qué es de él, aunque se lo ha llegado a cruzar alguna vez. «No pienso dejar de hacer mi vida», comenta esta mujer, cansada tras años enjaulada. «Soy una mujer maltratada. Sabía que tenía que salir de esa casa, pero es muy difícil, tienes miedo –afirma María, que tiene un 49% de discapacidad intelectual–. Me ayudó un compañero cuando leyó en mi móvil que no me dejaba ir a tomar algo después del trabajo, que me quería pronto en casa. Leyó sus amenazas y dijo: ‘Te controla’».
La violencia sexual es la agresión que más se repite en esta unidad de acceso a la justicia, sobre todo en un contexto intrafamiliar o de un entorno próximo, porque la víctima «confía», por ejemplo, en su vecino, dice Cartagena. Se dan muchos «abusos económicos –añade–; les hacen firmar préstamos o documentos para quedarse con sus ayudas».
«Algunas víctimas han normalizado ciertas conductas, y cuando nos desplazamos a otras unidades o a los talleres que damos por toda España, de repente saltan: ‘a mí eso me lo hace mi tío’», revela la facilitadora, que incide en que «no saben que eso está mal aunque les duela porque nadie se lo ha explicado. O les da mucha vergüenza contarlo».
Por sucesos como esos, las familias donde hay personas con discapacidad intelectual suelen ser «superprotectoras» buscando «el bien de sus parientes». Esta psicóloga les aconseja que respeten las decisiones que toman: «Es normal que tengan los ojos puestos en sus relaciones, pero tienen que dejarles vivir su intimidad con autonomía».
UNA FIGURA PIONERA Acercarles al proceso Los facilitadores acercan a las víctimas al proceso, entrando, por ejemplo, en el despacho del juez para que lo vean sin toga antes de hacerlo en el tribunal. En Inglaterra, son una figura dentro de los juzgados, un eslabón más del sistema. «Es lo ideal», dicen aquí los facilitadores. Solo un 3% lo verbaliza La mayoría de las denuncias proceden de las familias. Solo un 3% de las víctimas verbalizan sus abusos, que no tienen por qué ser sexuales. Hay muchos económicos y también víctimas de trata. También para imputados Han pasado por la unidad de A la Par y la Guardia Civil 87 investigados y en su defensa los facilitadores han sido una pieza clave. Como lo fueron para 2.021 víctimas.