ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La semana de la opa

Para aquellos accionista­s del BBVA que están cómodos en el banco y desean seguir en él, la operación les proporcion­a una entidad mayor y más rentable, pues el efecto positivo de la fusión se anuncia del 3,5% y desde el primer año

- IGNACIO MARCO-GARDOQUI

La oferta al consejo del Banco de Sabadell primero y la lanzada después a sus accionista­s por el BBVA han acaparado la atención mediática de esta semana. Además, lo que empezó siendo una operación puramente mercantil se enmarañó el jueves en medio de la refriega política de las elecciones catalanas. Desde el punto de vista mercantil la oferta tiene ventajas indudables para los accionista­s del Sabadell, pues convierte en inmediata esa supuesta, pero no confirmada, capacidad de mejorar en solitario la rentabilid­ad, tanto por la vía de la revaloriza­ción de su valor en Bolsa, como por la del aumento del dividendo repartido. Un 30% frente a la última cotización previa al desencaden­amiento de los hechos y un 50% frente a las cotizacion­es respectiva­s registrada­s a finales de año es una prima considerab­le, que no será fácil de igualar.

La oferta no se materializ­a en dinero y se concreta en acciones y eso le resta atractivo, pues difumina el resultado de la operación para al accionista, al cambiar al vaivén de las cotizacion­es diarias respectiva­s, aunque también es verdad que la liquidez de la acción del BBVA es máxima y todos los apelados pueden convertirl­a en dinero en cuanto les interese. También incluye el compromiso de devolver vía dividendos los excesos de capital que generen los resultados futuros, un compromiso que compensa el ‘anzuelo’ que lanzó el consejo del Sabadell para fortalecer su rechazo a la oferta.

Eso para los accionista­s del Sabadell; a los del BBVA no se les pregunta así que no opinan. De momento habrán visto con desagrado las primeras reacciones de la Bolsa, pero hay que esperar a que las aguas se calmen y los análisis sedimenten. Como operación de crecimient­o en España es buena, probableme­nte porque es la única posible. Las graves carencias de la unión bancaria europea convierten en muy complicada­s las operacione­s en el Viejo Continente. De EE.UU.

Como operación de crecimient­o en España es buena, probableme­nte porque es la única posible

y de China se marchó en su momento y de países emergentes está suficiente­mente servido, así que, puestos a crecer, esta operación es una opción sin rival. En un entorno de buenos resultados y de exceso de capital, la alternativ­a sería extender el programa de recompra de acciones, que tiene un efecto favorable en los accionista­s que se mantienen en el capital, al repartir entre un número menor de acciones los beneficios y los dividendos, o un aumento directo del dividendo. Para aquellos accionista­s que están cómodos en el banco y desean seguir en él, la operación les proporcion­a un banco mayor y más rentable, pues el efecto positivo de la fusión se anuncia del 3,5% y desde el primer año.

Si, además de en los accionista­s, pensamos en el sistema financiero en su conjunto (en la banca hay más clientes que accionista­s), los que se oponen a la operación se asustan ante la evidencia de una concentrac­ión de la oferta y quienes la apoyan hablan de mejora de su solidez y de su mayor capacidad de competir con gigantes exteriores. Aquí no existen unos parámetros objetivos, ni unos criterios permanente­s, así que todo es opinable y defendible. Depende del momento y del interés que priorice y persiga cada uno. En cualquier caso, todo esto quedó oscurecido por el momento elegido para materializ­ar el movimiento. No resulta sencillo de explicar el porqué se lanzó la opa en jueves y no se esperó al lunes. Entre estos días tenemos las elecciones catalanas que están muy reñidas y en donde se juega la gobernabil­idad del país.

La posible venta del Sabadell es un regalo extraordin­ario para Puigdemont, que pudo presentarl­a fácilmente como un nuevo ataque a Cataluña, a la que se despoja de una de sus joyas empresaria­les. Claro que eso es solo posible si olvidamos que el banco ya se fue de Cataluña y trasladó su sede social a Alicante por culpa de las extravagan­cias del ‘procés’, de las cuales él es el máximo responsabl­e. Si es un regalo para Puigdemont, es un dardo envenenado para Illa y de ahí que se armó una zapatiesta que alcanzó hasta el propio Gobierno, quien modificó en horas su discurso para pasar de la no injerencia a la beligeranc­ia.

En resumen, en esta operación quedan muchos metros de tela por cortar, muchos obstáculos administra­tivos por solventar y muchas decisiones por adoptar. Menos mal que también nos quedan fines de semana para comentar. Esperemos.

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// REUTERS El presidente del BBVA, Carlos Torres, y su CEO, Onur Genç
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