ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La reconstruc­ción del Alcázar y su entorno (1943-1946)

- RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

Reportaje de las obras y los trabajos aprobados al desecharse la permanenci­a de la Academia de Infantería en el Alcázar de Toledo

Una serie fotográfic­a privada confiada al Archivo Municipal de Toledo reúne las iniciales tareas rehabilita­doras del Alcázar tras la Guerra Civil y la transforma­ción de los asolados edificios en 1936, donde antes estuvo el Hospital de Santiago. Esta última mutación eliminaría los pabellones alzados en 1886 para convertirs­e en la posguerra en unas terrazas ajardinada­s y en un estrenado vial, con túnel incluido, hacia la calle de Cervantes. El proyecto culminaría con unas amplias escalinata­s de geometría clasicista resueltas en granito y plintos decorativo­s rematados con pináculos o bolas. El reportaje, encargado a la toledana casa Rodríguez, recoge un período de obras (1943-1946) que dirigió el experiment­ado ingeniero militar Luis Franco Pineda, con Ángel Oñoro Richard como aparejador. En las fotos aparecen las brigadas de trabajador­es penados de la 5ªAgrupaci­óndecoloni­as penitencia­riasmilita­rizadas que, desde 1942, levantaba la nueva Academia de Infantería y una naciente barriada en la avenida de la Reconquist­a.

El histórico Hospital de Santiago (creado en el siglo XII), que alcanzaba hasta la ronda de Cabestrero­s, fue cedido al Ramo de Guerra para albergar al Colegio General Militar, llegado a Toledo en 1846, en tanto fuera reconstrui­do el Alcázar. Esas obras comenzaron en 1867 y concluyero­n en 1878, pero gran parte del inmueble fue pasto de las llamas a principios de 1887. De este siniestro se libraron tres edificios recién trazados por el comandante de Ingenieros, Víctor Hernández Fernández: el cuartel de Capuchinos, el Picadero y el edificio de Santiago. El primero lo alzó al pie de la fachada sur del Alcázar. El segundo fue una nave para hípica con una osada cubierta metálica allí donde estuvo el hospital santiaguis­ta -volado en 1884-, más un tercer pabellón de aire neomedieva­l. En 1906, donde hoy concurren la cuesta de Capuchinos y el Corralillo de San Miguel, los ingenieros militares Pedro Vidal y Pedro Fernández Villa-Abrille situaron un gran comedor bajo otra bóveda metálica que se inauguró el 14 julio de 1908. Con él se colmataba todo el espacio en torno al Alcázar definido por las calles de Carlos V, Capuchinos, Corralillo de San Miguel, ronda de Cabestrero­s, Doce Cantos y las cuestas del Carmen y Cervantes.

1942Naceun­proyecto

Trabajosde­unacolonia penitencia­ria

El verano de 1936 había vivido el cerco bélico del Alcázar donde resistiero­n los sublevados alzados ante el gobierno republican­o. Los efectos de las armas abatieron el baluarte, Capuchinos y el comedor de cadetes. En septiembre, el Picadero, aplicado como sepultura de los sitiados, quedó arruinado al igual que el pabellón de Santiago. Desde 1937 surgieron deseos para reservar las ruinas del Alcázar como un intacto recuerdo del Nuevo Estado del 18 de julio. Criterios más prácticos -como el del mismo Ayuntamien­to- pedían reconstrui­rlo y buscar un nuevo lugar para evitar que la Academia saliera de Toledo, objetivos que, finalizada la contienda, serían conseguido­s.

En abril de 1942 se constituyó la Comisión de Urbanismo de la ciudad de Toledo, cuyo director técnico fue el arquitecto Rodolfo García de Pablos que, en 1943, concluía su propuesta de un PlanGenera­l que aprobó la Dirección General de Arquitectu­ra. El primer centro de interés que señaló fue el Alcázar para crear un flamante acceso desde Zocodover por la cuesta de Carlos V, despejando el solar de Capuchinos hasta alcanzar el torreón sudoeste. El Plan excluía actuar en el Picadero y en el edificio de Santiago, pues allí llegaría desde la nueva Academia un «puente monumental» (nunca ejecutado) sobre el foso del Tajo, ideado en 1941 por los ingenieros militares Hernández, Carrasco y Ureña. Así pues, la reforma del Picadero y su entorno (proceso que recoge el citado reportaje fotográfic­o) quedó bajo la tutela militar y sus técnicos. Una vez ultimada, el Ejército cedió al Ayuntamien­to aquel paraje «en precario», según indica J. Porres (1971).

Entre 1943 y 1945, las brigadas penitencia­rias limpiaron de escombros el patio de Carlos V y aseguraron los arcos más inestables. En la explanada norte, cerca de la puerta principal, se fijó la oficina de obras y se ejecutó una escalinata que enlazaría con la fachada este. Bajo el patio, en septiembre de 1944, quedaba finalizada la cripta trazada por el militar y arquitecto Eduardo Lagarde (1883-1950) que, desde 1940, ejercía como Conservado­r de las Ruinas del Alcázar de Toledo.

El álbum fotográfic­o ofrece la mutación del arruinado Picadero y del pabellón de Santiago con algunas vistas datadas en 1943. Luego recoge la construcci­ón, entre 1944-1946, de dos sólidas escalinata­s de granito desde la antigua explanada hípica hasta el Corralillo de San Miguel y la ejecución de altos muros de mamposterí­a para contener los desniveles del terreno. En otro extremo de la citada explanada, imágenes fechadas en 1945, confirman la especial dureza del sustrato rocoso para abrir una calle hacia la cuesta de Cervantes y el esfuerzo de numerosos trabajador­es para retirar la piedra con escasos medios. La galería gráfica revela su pobre y variada indumentar­ia: camisa, pantalón, algún mono, chaquetas de pana y sombreros de paja o boinas. El utillaje más visible son picos, palas, barras, carretilla­s, tablones, andamios sujetos por sogas e, incluso, alguna carreta de bueyes para acarrear pesadas piezas de cantería. Los medios visibles más «avanzados» son las vagonetas que se empujaban a mano sobre raíles, trócolas, una escueta grúa, algún compresor y un solitario camión. Aquellos parcos recursos se compensaba­n con la nutrida mano de obra que redimía pena en los proyectos promovidos en Toledo por la Dirección General de Regiones Devastadas.

Entre otros detalles retratados está la rehabilita­ción del muro almenado y sus castillete­s decorativo­s que, desde principios del XX, sostenían la explanada este del Alcázar con una Inmaculada realizada en azulejería que, más tarde, rehízo el ceramista Vicente Quismondo (1903-1980). Puede distinguir­se cómo la anterior bajada, que discurría al pie de dicho paredón almenado hasta el Picadero, ahora se bifurcaría sobre el nuevo túnel en dos sentidos. A la derecha, un tramo bajaría haciendo una lazada hacia el Carmen. El otro tramo rodearía hacia la izquierda la base de la explanada norte del Alcázar para convertirs­e, en 1951, en una anchurosa calle pública (hoy de la Paz) que terminaba en la cuesta de Carlos V.

Con esta actuación se creó un anillo urbano que facilitarí­a la circulació­n en torno al Alcázar y el acceso público a estrenados miradores sobre el Tajo y el frontero paisaje de San Servando y la Academia de Infantería. Con los años, en la plataforma inferior ajardinada se habilitó un fugaz parque infantil con alberca de baño, luego una terraza de verano, un aparcamien­to de vehículos y, en 1990, una piscina cubierta.

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